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Un trotamundos español en la nueva NBA africana

Tras hacer carrera en Sudamérica, Álvaro Calvo disputa en Ruanda la primera edición del torneo impulsado por la liga estadounidense como estrella de un equipo de Mozambique

Alvaro Calvo Basketball Africa League
Álvaro Calvo se lanza a por un balón en uno de los partidos de la BAL. Getty
Faustino Sáez

La historia de Álvaro Calvo Masa es la de un aventurero del baloncesto cuya intrepidez le ha permitido lograr una paradoja exitosa. Nunca llegó a la NBA pero, a sus 38 años y después de recorrer medio mundo, la NBA ha llegado a él. Ha sido en África, en Kigali (Ruanda), donde estos días se disputa la primera edición de la Basketball Africa League (BAL), un ambicioso proyecto de la NBA y la FIBA para desarrollar una competición con la marca, el soporte y el impulso de la liga estadounidense. Un torneo con 12 equipos de 12 países africanos (Argelia, Angola, Camerún, Egipto, Madagascar, Malí, Marruecos, Mozambique, Nigeria, Ruanda, Senegal y Túnez) que, a través de la televisión y las redes, llega a 215 países en 15 idiomas diferentes. Al frente del Ferroviario de Maputo está Calvo, palentino de nacimiento y vallisoletano de corazón, que este jueves disputa los cuartos de final ante los Patriots. En 2007 se lio la manta a la cabeza cansado de esperar oportunidades en España y desde entonces no ha parado de viajar.

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Un periplo con canastas en más de media docena de países hasta llegar a una liga rutilante. “La organización es espectacular. Es todo una pasada, la NBA está a otro nivel”, explica Calvo, en conversación con EL PAÍS desde Kigali, donde destaca en la BAL con una media de 22,3 puntos y 10 rebotes por partido. En competición, 154 jugadores de África, Europa, Oriente Medio y EE. UU., algunos con experiencia en la G League, la NCAA y la Euroliga. “La organización contó con un operativo de 100 estadounidenses que ya participó en la burbuja de Orlando. Han construido canchas de entrenamiento dentro de un hotel de cinco estrellas, exactamente igual que en la burbuja estadounidense. Y a eso se suma que Ruanda tiene un nuevo pabellón que es extraordinario, todo muy alejado de las ideas que tenemos asumidas de este país. La gente de mi edad se quedó con la imagen de la Ruanda del genocidio de los 90 y la pobreza. Pero ahora es de los mejores países de África, vivo y moderno”, desarrolla Calvo, que llegó a Mozambique hace tres años “por casualidad”, buscando más aventuras dentro de su inabarcable aventura.

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“Mi idea y mi sueño de chaval era quedarme toda la vida en Valladolid y, al final, ha sido todo lo contrario”, cuenta Calvo antes de relatar una trepidante hoja de ruta diseñada entre el desencanto y la ambición. “Hubo un momento en el baloncesto español, en plena crisis, en el que o eras top y entrabas en la ACB o el dinero apenas te daba para sobrevivir. Las ligas Leb pasaron a ser casi semi-profesionales. Salí un año a Suiza y, al volver, vi que no tenía nada. Así que me fui. Había jugado mucho en la calle en Valladolid y de allí conocía a muchos dominicanos que siempre me decían que me fuera a jugar a su tierra. Así empezó la historia”, señala. Con un puñado de referencias en la maleta, sin contratos ni certezas, cogió el avión que le cambió la vida. “Pensé que si salía mal me lo podía tomar como unas vacaciones. Me presenté a entrenar en el lugar que me dijeron y al final estuve dos años entre República Dominicana y Venezuela. La gente comenzó a conocerme en Sudamérica y comencé a viajar allí. Estuve cuatro años en Brasil y también jugué en Argentina, Chile… Y, después, unos meses en Kosovo también”, relata Calvo repasando su mapamundi.

Su pasión por el baloncesto y la firme idea de ganarse la vida como alero tirador impulsaron su camino. “El viaje te abre la mente. En España no me llegaron a conocer y no tuve oportunidades, pero en otros países si he tenido reconocimiento y me ha compensado también en los económico. He metido canastas ganadoras y he sido máximo anotador en muchos países”, recalca. Una vida al revés de la que imaginó, pero con un currículo apasionante. “Cuando juegas en el extranjero tienes mucha más presión y exigencia. En algunas ligas eres el equivalente a los americanos que juegan en España. O haces 20 puntos por partido y tu equipo gana o te mandan para casa. A países en los que los contratos no están garantizados y ganas hasta el día que te echan”, indica Calvo.

Experiencias trepidantes que despegaron a los 25 años por media Sudamérica y se han consolidado a los 38 en África. “Lo de ir a Mozambique me lo propuso Iñaki Martín, ahora asistente en Gipuzkoa, que había sido seleccionador del país, y me cuadró. Jugaba allí dos meses y me marchaba después a Sudamérica a continuar mi calendario. Pero, en 2019, me hablaron de la nueva liga que estaba en marcha y me quedé. Justo antes del estallido de la pandemia jugamos los clasificatorios en Sudáfrica y Ruanda; y en marzo, tres días antes de empezar, suspendieron todo”, cuenta. Calvo se quedó siete meses confinado en Mozambique, hasta que reabrieron el aeropuerto y pudo regresar a España en septiembre. Después de salvar otro aplazamiento en noviembre, la Basketball África League encontró por fin viabilidad para su desarrollo con la burbuja en Kigali. “La apuesta de la NBA es total, quieren que el talento africano crezca en África. Es una inversión a largo plazo, un proyecto que quiere crecer y consolidar su estructura. Dentro de unos años va a ser una liga de largo recorrido. Cuando salga un Embiid, un Ibaka o un Olajuwon, obviamente dará el salto a la NBA, pero mucho del talento que ahora se va a Europa le va a compensar quedarse en casa aquí porque cada vez va a haber más dinero y potencial”, explica Calvo mientras apura la experiencia con un pasaporte convertido en un álbum de aventuras.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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