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Yannick Nzosa, un tesoro de 16 años en Málaga

El pívot congoleño de 2,08m deslumbra en su estreno en la ACB con Unicaja y apunta al ‘draft’ de la NBA dentro de dos temporadas

Yannick Nzosa, en la foto oficial con Unicaja
Yannick Nzosa, en la foto oficial con Unicaja
Faustino Sáez

La tercera jornada de la Liga Endesa registró un debut que rompió los percentiles. Con 16 años, 10 meses y 12 días, Yannick Nzosa, pívot congoleño de 2,08m, sacó del atolladero a Unicaja en Andorra y protagonizó el apurado triunfo de los de Luis Casimiro (78-81) con 10 puntos sin fallo en el tiro, tres rebotes, una recuperación, dos tapones y 14 de valoración en 18 minutos de juego, un +23 de su equipo con él en pista. Tantas cifras como madurez. A su edad, tan solo Luka Doncic y Ricky Rubio fueron capaces de alcanzar la decena de puntos en la ACB. Hasta el 15 de noviembre, cuando cumplirá los 17, Nzosa tiene margen para seguir recopilando plusmarcas de precocidad. Con su alternativa ante el Morabanc, la joya de la cantera malagueña adelantó a Domantas Sabonis y se convirtió en el segundo jugador más joven en llegar a la élite con Unicaja, solo por detrás de su compañero de plantilla y amigo, Pablo Sánchez, que debutó el pasado curso con 16 años y 9 días. “Un estreno así es una putada para nosotros porque le sitúa en el centro de los focos. Ojalá nos dejen disfrutarlo durante algunos años”, explica entre bromas y veras el director deportivo del club, Manolo Rubia, en conversación con EL PAÍS. “Es un chico especial, muy inteligente. En ataque tiene mucho que mejorar, pero tiene unas dotes defensivas espectaculares. Su sola presencia puede cambiar un partido. Hay que cuidarle”, prosigue el directivo, con el sinvivir de quien se encuentra ante una especie protegida: “Es un tesoro de esos que te encuentras una vez en la vida”.

Rubia fue el artífice de la llegada de Nzosa a Unicaja hace poco más de un año. El chaval apareció en Málaga en agosto de 2019, formando parte de la expedición de la República Democrática del Congo que aterrizó en el Carpena para disputar un cuadrangular amistoso previo al Mundial junto a la selección española, Filipinas y Costa de Marfil. No llegó a jugar, pero su porte impresionó tanto a los gestores del conjunto malagueño que, rápidamente, contactaron con Joe Lolonga, mánager de la federación congoleña —y, a todos los efectos, tutor de Nzosa desde que su padre emigró a China— para intentar ficharle por anticipación. Ya le tenían apuntado en su videoteca de perlas africanas. “Las perspectivas deportivas y nuestra planificación de estudios y residencia les convencieron. Tras acabar el periplo con su selección voló directo desde París para incorporarse a nuestra cantera”, detalla Rubia. Pero, a pesar de la aparente sencillez del fichaje, quedaba un largo camino burocrático por delante para culminarlo. Merecía la pena pelear por un talento innato, que afiló su proyección a contracorriente, desde la casa familiar sin electricidad en los suburbios de Kinshasa a la rampa profesional del baloncesto europeo.

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Desde los 14 años, Nzosa jugaba en el Stella Azzurra italiano y, tras la operación con el Unicaja, comenzaron a llegarle correos y whatssap desde Roma presionándole para que regresara a su club de origen. El jugador no aguantó el tono coercitivo de los mensajes y se marchó de Málaga a los pocos días de llegar y sin previo aviso. Fue la intervención de Lolonga la que devolvió a Nzosa a Los Guindos, pero no evitó la batalla jurídica entre clubes. El Stella Azzurra denunció el caso ante la FIBA y, hasta que el organismo internacional tramitó el caso, Nzosa se quedó sin poder competir en partidos oficiales con el Unicaja. Solo le permitieron jugar, en diciembre pasado, uno de los torneos clasificatorios de la Euroliga júnior (Adidas Next Generation) en Valencia, donde Unicaja disputó la final y Nzosa fue elegido en el quinteto ideal del torneo. “Llevaba cuatro meses sin jugar y aquello fue un desahogo y una liberación para él. Ahí ya sabía que se quedaría con nosotros pero, en marzo, cuando llegó la confirmación definitiva se suspendió todo por la Covid. Se quedó sin jugar el campeonato de España junior, pero ha sabido aguantar bien la espera”, retoma Rubia.

Unicaja resolvió el conflicto pagando una cantidad de compensación al Stella Azzurra y le hizo contrato a Nzosa hasta 2026, pero en Málaga ya intuyen que, dentro de dos años, cuando se pueda presentar al draft, será imposible retenerle. Sin embargo, en el club no hay prisa por exprimir su talento. “Hay que protegerle”, insiste Rubia. “Los que deben dar la cara son los profesionales y él, cuando tenga que aparecer, que aparezca”, indica el directivo, que no duda en comparar a Nzosa con un histórico del equipo cajista. “Por su estructura física me recuerda a Boniface Ndong. Tiene que mejorar mucho en ataque para parecerse a él, pero defensivamente creo que es mejor. Tiene un cuerpo aparentemente frágil, pero lo mueve muy bien. Es muy listo en facetas defensivas, siempre sabe dónde ubicarse; intimida, es capaz de defender a jugadores pequeños, va a todas las ayudas, a todos los rebotes…”, detalla Rubia. Ahora el objetivo del club es mimarle a todos los efectos, contractuales y deportivos, para que los grandes de Europa no le tienten antes de que lo haga la NBA. Ajeno a la expectación que ya levanta, Nzosa maneja retos vitales antes que baloncestísticos. “Es un gran estudiante, saca unas notas impresionantes en el instituto y su gran objetivo en la vida es proteger a su madre y a sus cuatro hermanas”, cierra Rubia. El contraste entre la luz que se abre en Málaga y la hostil supervivencia en el Congo. Unicaja tiene un tesoro.

Nzosa recibe la felicitación de Casimiro en su debut ante el Morabanc. acbphoto
Nzosa recibe la felicitación de Casimiro en su debut ante el Morabanc. acbphoto

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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