

Y Messi, por fin, levantó la Copa
A diferencia de lo sucedido en el último clásico, los azulgrana fueron tan valientes como responsables


Messi no es Maradona y el Barça ganó la Copa como ya es costumbre últimamente desde que se enfrenta en la final al Athletic. La última vez que los rojiblancos cantaron victoria fue en tiempos del Pelusa. Ocurrió el 5 de mayo de 1984, y el partido acabó con una batalla campal en el Bernabéu. La vida ha sido más tranquila en el Camp Nou con la llegada de Messi. El rosarino ha logrado ya tantos títulos como Piru Gainza (siete) para un total de 35 con el Barça. Nada sorprendente si no fuera porque, hasta ahora, el argentino nunca había levantado como capitán un trofeo que el club domina con rotundidad: ya suma 31, siete ante el Athletic.


La historia de Messi como capitán no ha sido hasta ahora tan placentera como la que tuvo en calidad de jugador de campo, origen y final de fútbol, cuando mandaba Iniesta y antes Xavi. El 10 recibió el trofeo que acreditaba al Barça como campeón de Liga en abril de 2019. Las calamidades se han sucedido desde entonces porque el equipo dejó de ganar la Liga y también la Copa después de dejar de competir en la Champions desde 2015. Al Barcelona se le había quedado cara de perdedor hasta que ha vuelto Koeman. La rueda del éxito empezó a rodar con el gol del holandés en la final de la Copa de Europa de Wembley 1992 y se ha activado cuando Tintín se ha sentado en el banquillo del Camp Nou.
Vuelve a ser el Barça un campeón del copón después de dominar, madurar y rematar un partido estupendo en la que era una maldita sede culé de Sevilla. A diferencia del clásico, los azulgrana fueron tan valientes como responsables. Volvieron a ser aquel equipo reconocible que se apoya en largas posesiones y en el control del partido, bien orientado por Busquets y acelerado por Messi. Ha jugado muchos partidos similares durante la temporada con resultados opuestos, porque su suerte depende de su acierto en el área y de la capacidad defensiva del contrario, contrastada en el caso del Athletic. Los rojiblancos no pararon de correr detrás de balón, reiterativos en las ayudas y los bloqueos para detener a Messi, convencidos de ganar la final en una jugada, poderosos en la estrategia con sus centrales y Raúl García.
Al Barça le han abatido más de una vez con un único tiro después de atacar sin parar con balas de fogueo por la falta de un 9. No tiene la pegada que demanda el fútbol de Messi y Pedri cuando las llegadas de De Jong no acaban en gol, sino en el palo derecho de Unai. Acostumbra a pasar con los equipos que aspiran a cantar victoria a partir del juego, como si los encuentros se disputaran sin porterías y sin delantero centro y se resolvieran con los pases interiores de los volantes, la amplitud de los laterales y la finura de Messi.
Jugó el Barça contra el Barça durante una hora hasta que marcó Griezmann ,se desencadenó la furia de Messi y se impuso la ambición de De Jong, alegre y pletórico como centrocampista, imprescindible en un equipo que aspira a triunfar en el fútbol moderno sin perder la singularidad que demanda ser del Barça. La actuación no tuvo réplica del Athletic, depresivo y sometido, paralizado desde que hace 15 días perdiera la Copa con la Real Sociedad. Los rojiblancos siempre llegaron un segundo tarde a la pelota jugada con finura y rapidez por un Barcelona muy bien estructurado por la vieja guardia que forman Piqué, Busquets y Messi y animado por la jovialidad de De Jong y Pedri. Triunfó el Barça el día que no le estaba permitido perder en Sevilla.
Ya cuenta con el título que necesitaba para poder levantar un proyecto que de momento ya tiene presidente (Laporta), entrenador (Koeman) y puede que también capitán (Messi) si el 10 advierte que a su alrededor se armará un equipo que le permitirá levantar también la Liga y la Champions. El Barça de Messi estuvo finalmente impecable en Sevilla.
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