Koeman y el ejemplo de Cruyff
Al igual que pasó con el ‘Dream Team’ en la final de 1990 en Mestalla, el técnico aspira a ganar en Sevilla para liderar el proyecto deportivo de Laporta
A Joan Laporta y Ronald Koeman les une más la final de Copa que el contrato que el entrenador firmó con el Barça hasta 2022 con Josep Maria Bartomeu. El presidente y el entrenador necesitan el título para edificar el proyecto y subrayar mientras sus aspiraciones en LaLiga. El futuro inmediato es más fácil de gestionar con un triunfo que con una derrota en Sevilla. El técnico siempre se ha sentido entrenador de club y ciudadano de Barcelona. Así se comportó durante la campaña electoral, cuando asumió que la crítica situación económica de la entidad impedía cualquier refuerzo invernal, y también después de la elección de Laporta.
El entonces candidato calificó de “intachable” el comportamiento de Koeman, sostén en aquellos días del Barça. “Merece un margen de confianza que marcarán los resultados y el juego”, insistió Laporta. “Es uno de los grandes del Barcelona. Ha sido valiente en su apuesta por los jóvenes, la plantilla está cada vez más motivada y esperemos que pueda evolucionar la filosofía cruyffista como Pep Guardiola y Frank Rijkaard”. Laporta, que descartó contratar a Koeman en 2003, cuando ganó los comicios por vez primera porque no quiso pagar la cláusula de liberación del entonces técnico del Ajax, no ha desvelado en su regreso al club cuál es su apuesta para el banquillo del Camp Nou.
”Sé dónde estoy”
Únicamente trascendió un posible interés por Julian Nagelsmann, del Leipzig, extremo que no ha sido comentado por Laporta ni por Koeman. “¿Nagelsmann? Tengo contrato y hay que seguir”, respondió el entrenador azulgrana cuando se le preguntó en su día. “Hay mucho futuro en el equipo”, insistió después de elogiar a los jóvenes y destacar “la energía, calidad y carácter” de los veteranos como Messi. Laporta no deja de mostrar su apoyo al equipo y a los técnicos con gestos más que con palabras e intenta ganar tiempo después de la derrota en Valdebebas. El clásico siempre deja secuelas y algún directivo ha empezado a murmurar sobre Koeman. Laporta no tiene prisa ni dinero y aguarda a Sevilla.
Koeman nunca fue un técnico de autor, sino que se distingue por su pragmatismo y capacidad para aguantar la presión: “Sé dónde estoy”, proclamó en Sevilla. No se le conoce más enemigo que el VAR en una temporada desquiciante por la salida de Luis Suárez, el burofax de Messi, la lesión de Ansu Fati, la dimisión de Bartomeu, el Barçagate, una deuda de mil millones o la imposibilidad de fichar a Eric García y Memphis Depay. Y, sin embargo, no ha habido ni un reproche del entrenador del Barça. Aunque el argumentario parecería suficiente para respetar su contrato y asegura: “No necesito ninguna ratificación del presidente, porque sé que tengo su confianza”. Laporta se mueve con cautela por el Camp Nou. El tacticismo agranda la expectación por la final de Copa. Koeman no parece inquieto, nunca se sintió un interino y siempre se distinguió por su valentía desde que abandonó la selección de Países Bajos para fichar por el Barça. El técnico aprendió a maniobrar en la adversidad y no parece temer por el cargo si depende de un torneo que le trae buenos recuerdos: la Copa fue el primer título que ganó como jugador con el Barça en 1990, cuando Johan Cruyff se jugaba el puesto ante el Madrid de la Quinta del Buitre. Aquel día nació el Dream Team. Y también ha sido el último trofeo que logró como entrenador, campeón con el Valencia en 2008, después de vencer al Getafe de Michael Laudrup.
La Copa ha marcado el carácter extremista del Barça. Hubo un tiempo en que culminó las mejores etapas del equipo mientras que antes funcionó como salvavidas del club: los barcelonistas no olvidan la final de las botellas de 1968 o los goles de Ramon Alfonseda en la de 1971, del Pichón Marcos en 1983 o de José Ramon Alexanco en 1988 ante la Real Sociedad. También una final de Copa fue el partido con el que se despidieron Guardiola entrenador y Diego Maradona. El rival en ambos partidos fue precisamente el Athletic: los azulgrana perdieron en 1984 y ganaron en 2012.
La obsesión de Laporta, su acto de fe y credo futbolístico, está más en el campo que en el banquillo: quiere asegurarse antes que nada la continuidad de Messi. No es que no le interese el entrenador, sino que el 10 acaba el contrato el 30 de junio y no en 2022.
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