De la concentración al desconcierto
Iñigo Martínez y Yeray se diluyen en la segunda mitad
La fiesta del fútbol vasco lo es hasta que acaba el partido. Entonces se convierte en un funeral para uno de los contendientes, porque una final sólo la gana un equipo. El jolgorio se montó en San Sebastián; el duelo, en Bilbao.
De todas formas, pese a lo que se dice en las jornadas previas, la fiesta no lo es tanto, al menos de inicio. Los jugadores del Athletic y la Real salieron al césped de La Cartuja con rostros serios. Se desmentían a ellos mismos, que eran los mismos que habían calificado la final como una fiesta. No lo parecía. Gestos impostados, movimientos previsibles, pases de seguridad para evitar daños... Incluso cuando comenzó a diluviar, algunos de ellos se cambiaron las botas a las de taco largo. No se podían permitir ni un resbalón.
Todos muy concentrados, más como para un examen que para un guateque. Los centrales del Athletic eran dos de los 22 futbolistas que salieron a jugar que más concentrados estaban. Iñigo Martínez y Yeray, la pareja habitual para Marcelino, coordinados en la frontal, evitaban caer en cualquier distracción. El internacional, que jugó en los tres partidos de la selección a las órdenes de Luis Enrique, es el comandante de la defensa rojiblanca. Marcelino zanjó el debate sobre los minutos acumulados con una frase contundente: “Mejor que haya jugado, porque si no lo hace seguro que vuelve enfadado”.
Los dos centrales rojiblancos completaron una primera mitad impecable. Todos los balones al área pasaban por su cabeza y sus botas. Los centros laterales de la Real siempre encontraron la réplica de Martínez y Yeray. La concentración de ambos fue máxima. La mejor ocasión del Athletic, además, llegó en una acción de Iñigo, que subió a rematar un córner y, cuando bajaba hacia su campo, paró con el pecho una pelota que caía del cielo y agarró un zapatazo que Alex Remiro envió a córner con la punta de los dedos.
Sin embargo, algo sucedió con el comienzo de la segunda mitad. Salió la Real un poco mejor que el Athletic y, en la primera acción de ataque del equipo donostiarra, Oyarzabal recibió en una esquina del área, buscó el centro y el balón golpeó en el brazo de Iñigo Martínez, cuando el jugador del Athletic se lanzaba al suelo para tapar espacios. La jugada acabó en el VAR, que se tiró un par de minutos intentando dirimir si el brazo estaba dentro o fuera del área. Estaba fuera, o al menos esa es la respuesta que recibió Estrada Fernández.
Vuelta al césped
Era el primer aviso de que algo no funcionaba en la defensa rojiblanca como en los primeros 45 minutos. El segundo error resultó letal, y pudo ser todavía peor. Falló Yeray en un pase sencillo. La pelota llegó a Merino, que puso un balón profundo hacia Portu, que le ganó la carrera a Iñigo Martínez. El defensa del Athletic metió el pie y golpeó al murciano. Penalti y expulsión.
Sin embargo, la historia todavía tenía una vuelta más. El VAR chequeó la jugada. Los árbitros metidos en la cabina deliberaron durante varios minutos y, finalmente, le pidieron a Estrada Fernández que acudiera a ver la acción. Iñigo Martínez, que ya se había ido por el túnel de vestuarios, recibió el aviso de que tenía que regresar. El árbitro repasó una y otra vez la jugada, hasta que decidió que el central había entrado a jugar el balón. Ante la incomprensión de los jugadores de la Real, y un cierto alivio de los rojiblancos, Iñigo regresó al campo.
Oyarzabal marcó el penalti, que a la postre daba el título a la Real y, desde ese instante, Martínez perdió toda la concentración. Sus siguientes dos acciones acabaron en pies de jugadores realistas. Aunque intentó irse hacia arriba para apoyar en ataque, no conectó ningún remate más. Se fue del campo, como sus compañeros, con gesto serio, como había entrado, pero con más dolor.
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