Muguruza se libera en Dubái
Dos años después de su último título, la española se corona en el emirato (7-6(8) y 6-3 a Krejcikova) y se reafirma como la jugadora más en forma del circuito esta temporada, con más victorias que ninguna


Después de una larga travesía por el desierto, Garbiñe Muguruza se reencontró con un premio que se le resistía desde el 9 de abril de 2019. Ese día triunfó en Monterrey, fecha de su último título, la última vez que había conseguido cantar un bingo hasta que este sábado volvió a descorchar el champán otra vez. Fue en Dubái, después de imponerse en la final del emirato a Barbora Krejcikova por 7-6 (8) y 6-3, en 2h 08m. Llegó por fin el trofeo y a su vez la culminación, porque al reseteo del curso pasado todavía no le había acompañado una alegría. Triunfó por fin Muguruza y, definitivamente, vino a decir que aquí está ella, que vuelve de nuevo a por todas y que postula a todo esta temporada.
El éxito en Dubái es la constatación de que es una de las tenistas del momento. Con permiso de Naomi Osaka, que se adjudicó el Open de Australia, ella es la jugadora que más victorias suma en el primer trimestre (18, por solo cuatro derrotas) y la que está marcando el paso en la actualidad. La japonesa le cerró el paso en los octavos de Melbourne, donde tampoco pudo con Ashleigh Barty en el preparatorio previo al grande australiano; y la semana pasada fue Petra Kvitova la que le negó la recompensa en la final de Doha. Sin embargo, no desistió Muguruza y el giro radical que dio a comienzos del año pasado tuvo la confirmación deseada con el desquite de este sábado.
Llegó 704 días después de aquella matinal en México, nada que ver de una a otra Garbiñe. Desorientada entonces, lejos quedan ya las dudas y hoy día compite con certezas y convicción, consciente de que a su mejor nivel es una jugadora difícilmente abordable. Buena culpa de ello la tiene Conchita Martínez, factor fundamental en un enderezamiento que comenzó con la final del Open de Australia del año pasado (favorable a Sofia Kenin) y que fue interrumpido por el estallido de la pandemia, cuando ya había cogido carrerilla. El parón, sin embargo, no frenó la voluntad de volver a la buena senda, aquella que la condujo a elevar Roland Garros (2016) y Wimbledon (2017), y a alcanzar también el trono mundial.
Quiere Muguruza (27 años) volver por sus fueros y la obtención del título en Dubái ayuda sobremanera a despejar el recorrido. Al empeño solo le faltaba la guinda del metal, de un trofeo que le devolviera a la senda ganadora y avalase la ascensión física y anímica de una campeona herida en el orgullo. Alejada del primer plano durante un buen tiempo, el arranque de esta temporada vuelve a situarla bajo el foco y supone una advertencia: Garbiñe ya está aquí. Ahora está en su mano determinar por cuánto tiempo. De momento, el trazado de las dos últimas semanas es toda una declaración de intenciones. Pese a la acumulación de partidos y el desgaste continuado, brindó otra vez una actuación consistente y lineal, sin socavones. Se impuso a Krejcikova en un duelo durísimo que la checa (25 años, 63ª de la WTA) se empeñó en enredar, en uno y otro sentido.
El ‘factor Conchita’
Unas molestias en un pulgar retrasaron el inicio, y después de que cediera el primer parcial, tras una 1h 05 minutos de erosión y respuesta, se marchó al vestuario y postergó 12 minutos el inicio del segundo. De nada le sirvió. Todavía más entonada y decidida, Muguruza abordó la continuación con las ideas más claras. Para entonces había salvado una bola de set en contra y había atinado a la cuarta, pero en el segundo parcial el debate fue más llevadero. Exigente, pero controlado. Arrancó Garbiñe con un break y a la que se entonó un poco con el revés, la checa perdió la zona central y por tanto la posibilidad de efectuar golpes francos. Su derecha envolvente perdió tono y pese a sus intentos por enmarañar el pulso (amagos constantes para servir, detenciones al resto…) acabó firmando la rendición.
Muguruza, pues, vuelve a posar con un trofeo. Es el octavo como profesional y el primero de una mujer española en Dubái. Se aseguró 900 puntos —y el ascenso de tres puestos en el ranking, hasta el decimotercero— y sobre todo una inyección anímica que necesitaba desde hace tiempo. Cerca del nivel que le elevó hasta los altares, todo empieza a cuadrar poco a poco: llegó Conchita, llegó el orden y el apetito perdido. Quiere hacerse notar otra vez y ha escogido el camino correcto. Trabajo y tenis. El resto, lo pone su raqueta. Muguruza llama de nuevo a la puerta. Y hay razones para creer.
“SABÍA QUE TARDE O TEMPRANO LLEGARÍA EL TROFEO”
A pie de pista, Muguruza quiso dedicar el éxito a su equipo. En esta ocasión, no pudo festejarlo al lado de Conchita Martínez, de regreso ya en Barcelona al haber contraído el covid y que asistió desde la distancia a su jugadora a lo largo de la semana gracias a un trípode y un móvil instalados en el banquillo. Desde ahí, su fisio, la argentina Adriana Forti, hizo de asesora.
“Lo primero que he pensado es que mañana no tengo que jugar un partido…”, afirmó aliviada la campeona, que ha enlazado diez entre las citas de Doha y Dubái, y en cuya vitrina figuraban ya Hobart (2014), Pekín (2015), Roland Garros (2016), Cincinnati (2016), Wimbledon (2017) y Monterrey (2018 y 2019). “Este ha sido un partido mental y físicamente difícil, porque no la conocía ni había jugado contra ella, y me he tenido que vaciar”, prolongó en la conferencia telemática.
Preguntada sobre si este título tiene un sabor distinto, contestó: “Ganar un torneo tiene un significado especial, te aporta ese extra. Pero también me da confianza el hecho de haber llegado a varias finales; está claro que a nadie le gusta perder, pero estos últimos torneos me han servido para saber que estaba haciéndolo bien. Las finales se pueden ganar o perder, pero sabía que tarde o temprano me llevaría el trofeo”.
De nuevo protagonista, dice sentirse “más completa y estable que antes”, y que mantendrá la línea independientemente de los resultados: “Aunque estuviera más abajo en el ranking, siempre he creído que si estoy bien puedo ganar los torneos. Ahora llevo muchas victorias, he ganado un título… ¿Los focos? Eso viene y va, no me preocupa en absoluto”.
Por otra parte, Sara Sorribes logró el primer título de su carrera en Guadalajara (México). La valenciana, de 24 años, se impuso a Eugenie Bouchard por 6-2 y 7-5 (en 1h 55m), y escalará hasta el 57º puesto mundial. Exceptuando a Muguruza, la última representante española que había levantado un trofeo era Lara Arruabarrena, en Seúl hace cinco años.
No pudo redondear el triplete Roberto Bautista, que cayó en la final del torneo de Doha frente a Nikoloz Basilashvili por 7-6(5) y 6-2, en 1h 28m. Cabe recordar que hace dos semanas, el castellonense también disputó la final de Montpellier, donde no pudo con el belga David Goffin.
MIGUEL DÍAZ, REELEGIDO PRESIDENTE DE LA RFET

Miguel Díaz fue reelegido este sábado presidente de la Real Federación Española de Tenis (RFET) para los próximos cuatro años. El actual dirigente, de 59 años, obtuvo en la votación efectuada de forma telemática 129 votos a favor, de los 132 asambleístas registrados. Los tres votos restantes fueron en blanco.
“Es una gran alegría volver a contar con la confianza de todos para seguir trabajando para el tenis. Tenemos la misma ilusión y energía que pusimos desde el primer día hasta hoy para afrontar este apasionante reto que tenemos”, indicó el mandatario madrileño, empresario del sector económico.
Díaz aterrizó en la silla presidencial en julio de 2016, en sustitución de Fernando Fernández-Ladreda. Lo después de un periodo federativo muy convulso y desde su llegada ha aportado estabilidad institucional, además de haber potenciado el tenis base reforzando la red de torneos juveniles e internacionales.
“Y queremos seguir en esa línea. Daremos oportunidades a los que quieren ser profesionales para que empiecen su carrera en España”, afirmó en una nota federativa en la que también se recordaba que, bajo su mandato, España conquistó hace dos años la sexta Copa Davis de su historia.
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