Si no es Suárez, es Llorente
El Atlético se impone a un sólido Granada con un gol y una asistencia del volante
Si no es Luis Suárez, es Marcos Llorente, el otro jugador más determinante de este Atlético. Cuando Simeone decidió sacarle del carril para ganar en profundidad tras el descanso ante el Granada, Llorente ganó un partido de ritmo infernal en las disputas. Primero con uno de esos disparos rasos al rincón desde la frontal del área que nadie esperaba porque lo que armó fue la pierna izquierda. Después, porfiando una pelota en la línea de fondo para poder dar un último toque atrás. Correa embocó el centro ratoneando otro disparo que se coló tras tocar en la bota de Vallejo y dibujar una parábola envenenada por encima de Rui Silva que quebró el empate a uno.
La perseverancia del líder la escenifica como nadie el tesón y el todocampismo de Llorente. De parche inicial como carrilero a punzante y certero volante cuando fue liberado por su entrenador, su participación le dio tres puntos a un equipo que se presentó en Granada diezmado por la covid-19 (Lemar, Herrera y João Félix) y las lesiones musculares (Giménez y Vitolo). La dificultad que entrañó el duelo la reflejó la desatada bajada por la escalerilla de vestuarios de Simeone.
Se intuía un partido de mucha ligadura táctica por el sello de los dos entrenadores, Simeone y Diego Martínez. Los dos armados con defensa de tres centrales y con los centrocampistas subidos de revoluciones para rebañar balones y acortar las transiciones, sobre todo el Granada. De inicio, el Atlético pretendió romper la maraña que se formó agarrado a las conducciones de Carrasco. No fue utilizado el belga como carrilero por la derecha. Ahí mantuvo Simeone de saque a Marcos Llorente y al otro lado a Saúl. Otro partido con los dos laterales naturales disponibles, Vrsaljko y Lodi, en el banco. Al belga, Simeone le colocó como tercer volante por la izquierda. A una carrera suya y un pase telescópico para Correa solo le faltó una definición más contundente del argentino. La buena maniobra del menudo delantero con un recorte y un cambio de dirección hacia adentro le dejó solo ante Rui Silva. El meta luso le enseñó a Correa que para superarle necesitaba más que un simple toque manso con el exterior.
La salida autoritaria que comandó Carrasco se diluyó ante este Granada granítico, que no pierde la cara a los partidos desde el orden y la gasolina que le mete Digo Martínez por todo el campo. Es un equipo incómodo cuando repliega y cuando se lanza a ahogar la salida de balón del contrario. Un toque de coronilla de Germán en un saque de esquina fue su primera amenaza. Con menos de Carrasco, Kondogbia tuvo su momento de gobierno en el partido. También con conducciones. Una de ellas acabó con Luis Suárez intentando una rosca por encima de Rui Silva. Un pase de Koke por encima de la defensa también lo desperdició el charrúa, que se las tuvo tiesas con Duarte y Vallejo. Lo mismo que Kennedy con Mario Hermoso. El brasileño y Machís encarnaron la esperanza del Granada de matar al Atlético con su movilidad y su desborde. Metido el partido en tierra de nadie, se llegó al descanso.
La primera vuelta de tuerca la dio Simeone, dejando a Kondogbia en el banquillo y dándole entrada a Vrsaljko para que ocupara el carril izquierdo. El movimiento adelantó a Llorente, devolvió a Carrasco como lateral largo por la izquierda, donde se ha desempeñado casi todo el curso, y elevó a Saúl a zonas interiores. Un Atlético más natural que pudo adelantarse en una media tijera picada de Luis Suárez que rebotó en el larguero. Al goleador del campeonato también se le escapó, solo, en el segundo palo, una peinada de Saúl. Un centro pasado de Machís lo tuvo que sacar Oblak con la yema de los dedos antes de estrellarse con el poste.
Fue Llorente el que abrió el marcador a la hora de juego con ese inesperado zurdazo esquinado. El Granada, que no conoce el desmayo, empató rápido, en otra concesión defensiva del Atlético. La falta de contundencia de Carrasco para pelear una pelota en el área terminó con un centro raso que Yangel remató libre de marca en el centro del área. El tanto volvía a sobrepresionar al líder, que venía de ceder un empate ante el Celta. Pero Llorente, con otra carrera de fe y su posterior pelea por la pelota, facilitó el definitivo gol de Correa.
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