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Muere Pachín, un defensa que intimidaba “con alguna patadita”

La leyenda madridista de los años 60, con dos Copas de Europa y siete Ligas en su palmarés, fallece a los 82 años

Pachín trata de controlar el balón durante un partido del Real Madrid.
Pachín trata de controlar el balón durante un partido del Real Madrid.

Enrique Pérez Díaz, Pachín por tradición familiar, nacido en Torrelavega, Cantabria (28-12-1938), falleció este miércoles en Madrid a los 82 años. Se apagó la figura de un defensa de verdad, de los de antes, de los que ya retirado llevaba a bien reivindicar las virtudes que tenía que tener un buen zaguero de su época y que ya están en desuso. “Ahora los defensas son hermanitas de la caridad”, solía decir.

“Los defensas de entonces, los de mi época, nos teníamos que hacer respetar. Reconozco, aunque no esté bien decirlo, que yo era muy rápido, pero me encontré delanteros aún más rápidos y había momentos en los que la única forma de quitarles el balón era con una patadita intimidatoria, pero sin mala intención…”

Cuando en el local que la Asociación de veteranos del Real Madrid tiene en el estadio Santiago Bernabéu, Alfredo di Stéfano escuchaba a Pachín contar sus batallitas de defensa duro, recio y sin compasión, siempre le recordaba que gracias a él había fichado por el Real Madrid en la temporada 1959-1960. “Si le recomendé a Don Santiago Bernabéu tu fichaje fue para que al año siguiente, cuando fuéramos a jugar a Pamplona, no me dieras las patadas que me diste el día que me marcaste”.

Sarcástica verdad a medias. El gran Alfredo vio en aquel mocetón cántabro un defensor de ley. De los que no se amedrentaba, de los que siempre daba un paso al frente y discutía con su paisano Marquitos (abuelo de Marcos Llorente), santanderino él, sobre cuestiones de hegemonía provincial, virilidad sobre el césped y sobre quién imponía territorio con más vehemencia ante el delantero de turno.

Pachín se defendía, cómo no, cuando hablaba Di Stéfano, pero siempre con respeto. Le veneraba. “Le marqué en la segunda parte de aquel Osasuna-Real Madrid de 1959. Yo tenía 20 años. Y la verdad es que no le dejé tocar el balón. Además, no le di una patada. Creo que fue clave para mi fichaje por el Real Madrid. La primera parte marqué, mejor dicho, no marqué a Puskas y tiré la toalla al descanso. En el intermedio, el entrenador, Sabino Barinaga, me mandó que siguiera a Di Stéfano. Me venían mejor sus características. Al final del partido Alfredo me dijo: ‘Oye chaval, ¿te gustaría jugar en el Madrid?’ Me fui a casa dándole vueltas a la cabeza. Y a los pocos meses fiché. Luego, ya de compañero, me di cuenta de que él recomendaba jugadores al presidente. Los que Alfredo veía que valían los quería siempre a su lado”.

Siempre se consideró lateral izquierdo, pero jugaba de lo que le pusieran. Le motivaban especialmente los marcajes al hombre. En el Real Madrid hizo palmarés y carrera. Siete Ligas, dos Copas de Europa, una Intercontinental y una Copa. Ocho veces internacional, disputó el Mundial de Chile 62 y marcó a Amarildo que, con Pelé lesionado, se convirtió en la gran estrella brasileña. Dos goles marcó en aquel partido contra España. “Y eso que casi no le dejé tocar el balón”, enfatizaba el torrelaveguense, ciudad en la que dio sus primeros pasos en el equipo local, la Real Sociedad Gimnástica. Luego se alistó en el Burgos antes de fichar por Osasuna.

Retirado como profesional en el Betis (68-69) quiso seguir ligado al fútbol como entrenador. No llegó a entrenar en Primera, pero tuvo a bien dirigir al mismísimo Johan Cruyff en el Levante en la temporada 80-81 en Segunda. “Fueron cuatro partidos porque me despidieron al mes de llegar él. Pero no todos pueden decir que entrenaron a Johan Cruyff”.

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