Conociendo al copiloto en pleno Dakar
Nani Roma se quedó sin su compañero, con coronavirus, antes del rally y debe adaptarse en carrera a otra pareja y otro idioma
A su regreso de Dubái, donde pasaron prácticamente todo el mes de noviembre entrenando y probando su nuevo coche, Nani Roma y su copiloto Dani Oliveras se conjuraron para esquivar al virus. “Cuando lleguemos a casa nos tenemos que controlar, dijimos”, recuerda Oliveras, de 33 años. Todavía hoy le da vueltas al cómo y al cuándo y sigue sin saber en qué momento se contagió de coronavirus. “Fui un día a comprar al súper, otro día a ponerle gasolina al coche; y ni siquiera fui a ver a mis padres”, relata. Pero enfermó. Y después de más de 20 días sin anticuerpos no le ha quedado más remedio que seguir el Rally Dakar 2021 desde casa.
Sin él, Roma (10º en la general; 16º este lunes, a 35 minutos de Al-Attiyah, ganador de la etapa) anda todavía un poco perdido. El objetivo de pelear por ganar su segundo Dakar en coche se diluyó del todo el día que, a escasas horas de tomar un vuelo hacia Yedda (Arabia Saudí), supo que su compañero de viaje no le acompañaría. En su lugar, a la derecha del BRX (Bahrein Raid Xtreme) se sienta hoy el francés Alexandre Winocq.
Oliveras, que debería haberse subido a un avión el día 28 de diciembre, notó los primeros síntomas a primeros de mes. Tuvo fiebre un solo día, el 8, y al cabo de unos días perdió el gusto y el olfato, sentidos que ya ha recuperado. Aunque sigue dando positivo un mes después. “Es duro, esta es la carrera del año. Ha sido un poco frustrante no poder ir, por todo el trabajo que habíamos hecho durante todo un año. Pero lo tengo que asimilar”. Y añade: “Lo positivo es que de salud estoy bien”.
La papeleta ahora trata de salvarla Roma, a quien le ha costado en estos primeros días encontrar en Winocq las buenas sensaciones que tuvo en el Dakar del año pasado con Oliveras. Ahora, en lugar de catalán, vuelve a escuchar las notas en francés, como años atrás. Alguna de esas notas las pide, incluso, en inglés, porque aunque Alex no lo hable perfectamente, Nani logra así interiorizar más rápidamente la información.
“Lo que más cuesta es la comunicación. Me refiero, por ejemplo, a que Nani no conocía hasta ahora el tono de voz de Alex. El mío ya lo conocía y me tenía la confianza suficiente como para creer en mí. Un copiloto es el que manda dentro del coche, pero a veces se tienen que tomar decisiones entre los dos. Y si a un piloto le dices que no, que es a la derecha, esa decisión que debe tomar en décimas de segundo es más fácil si existe una confianza casi ciega”, explica Oliveras a EL PAÍS.
“Me ha costado más de lo que pensaba. Era mucho al sprint y los automatismos no me venían, cada nota que me decía Alex tenía que pensarla”, decía Roma tras el primer día de competición. El resultado, opinaba, no había sido perfecto. La buena noticia era, sin embargo, que el coche funcionaba bien.
Un coche nuevo
“Tenemos que ser realistas: es un coche nuevo y, por culpa de la covid, hasta hace cuatro o cinco meses estaba dentro de un ordenador. Pero el equipo es muy profesional y sabe muy bien de qué va la competición”, explica Oliveras, que admite que las sensaciones con ese BRX fueron muy buenas en los test de Dubai. “Todos quedamos muy impresionados con el potencial del coche”.
Mientras Roma, de 48 años, se esfuerza por descifrar a su nuevo compañero, una tarea que, en la mayoría de casos, se fundamenta en horas y horas de entrenamiento encerrados en el mismo coche, Oliveras se mantiene en contacto permanente con él, para aplicar lo estudiado en los días previos. Y facilitarles en algo la tarea. “Nani tiene mucha experiencia y eso les ayudará mucho”, dice. Los primeros resultados llegaron este lunes, un día positivo, según palabras de Roma. “Aunque el resultado no lo refleje. Es lo que tiene el Dakar y el cross country: hay velocidad, hay navegación y no hemos sido suficientemente buenos. Pese a todo, ha sido un día positivo, aunque el resultado no lo refleje”.
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