El impredecible factor emocional
Cuando los entrenadores elucubramos y hacemos teorías de si esto o lo otro, olvidamos que, en muchas ocasiones, el factor determinante es el mental, el que normalmente se escapa de nuestro control
Cuando uno llega al último punto de partido de la penúltima ronda, el que ganas y te da definitivamente el pase, vive un momento de euforia que se prolonga hasta el día de la final. Vives cierta serenidad y dos noches en las que duermes tranquilo y con la seguridad de haber llegado al día definitivo y, por tanto, a valorar muy positivamente las dos semanas de competición.
Este es el proceso que le he visto atravesar a Rafael cada vez que le ha ocurrido y lo que, seguramente, le pasó a Garbiñe al vencer a Simona Halep en su partido del jueves. El último día, sin embargo, desde que el tenista se levanta y empieza la cuenta atrás, la alegría y la satisfacción van palideciendo para dar paso a la preocupación y a la ansiedad que producen, sin lugar a dudas, los momentos previos a una gran oportunidad. El que consigue administrar de una mejor manera esta situación, en caso de una final ajustada, normalmente sale beneficiado.
En el primer set de la final femenina, Garbiñe parecía estar controlando bien sus emociones y dominando los normales temores y el estrés. Rápidamente logró romper el servicio de su rival y con un juego superior anotarse la primera manga. Mi sensación en estos momentos fue de que se cumplirían mis pronósticos y que, tanto por el juego exhibido en los partidos previos como por su veteranía y haber vivido antes estas situaciones, pronto la veríamos levantar el trofeo.
Una sola duda me rondaba el pensamiento, sin embargo. Estaba ganando demasiados pocos puntos con su segundo servicio y, por consiguiente, si sufría una bajada en el porcentaje de primeros podíamos tener problemas. Es lo que ocurrió en el segundo set y lo que entiendo que afectó directamente a sus buenas sensaciones y confianza.
A partir de aquí, vimos a una jugadora totalmente diferente, mucho más errática, con 45 errores no forzados, lo que vienen a ser casi dos por cada juego que disputó. Y esto, evidentemente, es demasiado. A veces uno se sorprende de que jugadores o jugadoras de tanto nivel cambien su templanza en tan poco tiempo y, con ello, el rumbo del partido. Es por esto que, cuando los entrenadores elucubramos y hacemos teorías de si esto o lo otro, olvidamos que, en muchas ocasiones, el factor determinante es el emocional, el que normalmente se escapa de nuestro control.
Garbiñe ha perdido una oportunidad de ampliar su palmarés en los grandes torneos pero, por otra parte, ha recuperado su nivel de juego. Y esto, a los aficionados españoles y a ella misma, supongo que también, nos ha dado la esperanza de que pronto la veremos en situación de jugar otra final y, muy probablemente, de vencerla.
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