La inspiración de Kobe
Bryant era consciente de su influencia, sabía de su responsabilidad como como ejemplo para jóvenes y tenía claro que lo mejor que podía hacer era inspirar a la gente a ser mejor


El carisma y la mancha de Bryant. Pocos deportistas pueden llegar a ser considerados leyendas porque solo está al alcance de unos pocos, de los excepcionales, y Kobe Bryant era uno de ellos. Su trágica muerte nos heló el corazón este domingo, la noticia nos cogió a todos por sorpresa, nadie estaba listo para su marcha. A algunos les parece increíble que se pueda sentir tanto la pérdida de alguien a quien no se conocía, pero cuando ese alguien te ha entretenido, educado, transformado, inspirado y emocionado durante muchos años... entonces ya se puede entender mejor. Kobe es, después de Jordan, el gran icono del baloncesto mundial. Pero, además, Kobe iba un poco más allá; por su carisma, por su inusual cercanía, por su accesibilidad y disponibilidad para multitud de eventos y entrevistas, por su compromiso social y por la igualdad... era el gran ejemplo de deportista. Con sus manchas como todos, y la suya era de las imborrables, una acusación de violación que él mismo reconoció y “solucionó” como pudo, con dinero. Evidentemente, su talento era descomunal y todos sus éxitos en las pistas lo encumbraron a lo más alto, pero para convertirte en leyenda y, sobre todo, para tener el cariño y admiración de todo el mundo hace falta algo más humano. Y Kobe lo tenía. Además, era consciente de su importancia, de su influencia, de su peso para mejorar y cambiar cosas; sabía de su responsabilidad como personaje público, como ejemplo para jóvenes, y tenía claro que lo mejor que podía hacer era inspirar a la gente a ser mejor, a hacerlo mejor, a llegar más lejos. Eso fue lo que hizo siempre, especialmente en los últimos diez años donde alcanzó su mayor madurez. Su trágica muerte lo hará más inmortal, más leyenda.
El impresionante récord de Christine Sinclair. Y hablando de leyendas, la futbolista canadiense Christine Sinclair se convirtió esta semana en el mayor goleador internacional con su selección (hombre o mujer) de todos los tiempos. 185 goles y subiendo ya que está jugando el preolímpico con Canadá y en abril comenzará una temporada más en la liga americana. Lejos de la fama o el divismo, se caracteriza por su humildad y sencillez, comprobada personalmente en mi tiempo en los Portland Thorns donde tuve el lujo de asistirla en muchos de sus goles. Esa humildad destacable es la misma que le aleja de los focos y no le concede el reconocimiento real que merece. ¡Enhorabuena Sinc!
Sanciones contra el racismo. La religión, orientación sexual, color de piel... Cualquier cosa que nos diferencia de una mayoría es objeto de burla, de insulto, de acoso, de desprecio, de rechazo. ¡Que el futbol y el deporte sirvan para educar en lo contrario!, que no nos ensucien lo que tenemos limpio. Y digo que lo tenemos limpio porque en el campo a los futbolistas lo único que nos importa es el color de la camiseta y el compromiso con el equipo. Para ganar, a tu lado quieres a los mejores y a los que más aporten. Su color, religión y demás familia te da absolutamente igual. ¿Y a la afición?, ¿a toda esa gente que paga su abono o entrada para ver un espectáculo y animar a los suyos?, ¿a esos que se emocionan con un gol importante tanto si el que lo marca es negro, blanco, hetero, gay, musulmán o judío? ¿Son esos los que van a insultar y a faltar al respeto? Si la respuesta es un sí (y ese sí siempre engloba a unos pocos), entonces tenemos que echarles. No hay sitio para ellos. O ponemos freno ya o seremos sus cómplices. Identifiquemos a los culpables y toquémosles el bolsillo. Instituciones, organismos, federaciones... La solución a estas alturas son las fuertes sanciones económicas a título individual, porque los clubes tienen que actuar y no pueden permitir que estas cosas pasen pero no son sus padres y madres para educar a este tipo de gente.
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