Djokovic lo quiere absolutamente todo
El serbio despacha al lesionado Federer (7-6(1), 6-4 y 6-3, en 2h 18m) y aborda la final ante Thiem o Zverev con un triple aliciente: el octavo trofeo en Melbourne, el 17º grande y recuperar el número uno
Un clásico siempre es un clásico, aunque este entre Novak Djokovic y Roger Federer, 50 ya, tenía un tufillo descafeinado porque el suizo venía hecho unos zorros, de milagro en milagro en Melbourne y con un vendaje en el muslo derecho, y el serbio desfilaba por la pasarela con paso militar, despachando a los rivales en dirección a la final como el caballo que espanta las moscas con la cola. Y los augurios se cumplieron.
7-6(1), 6-4 y 6-3, en 2h 18m. Federer, como siempre, regaló su tenis delicatessenantes de abandonar el torneo eliminado, pero el desenlace fue el previsto: Nole, en el tercer plano de la carrera histórica por los grandes, tiene a tiro el 17 y parece difícil que alguien pueda frenarlo. Tal vez Dominic Thiem, tal vez Alexander Zverev, citados este viernes (no antes de las 9.30, Eurosport).
En la antesala del evento, las miradas se concentraban mayoritariamente en Rafael Nadal, en si el número uno iba a ser capaz de dar el gran golpe e igualar la cifra onírica que defiende Federer desde hace exactamente dos años, cuando alzó su último major, precisamente en Australia. Pero, apeado el balear en los cuartos y sufriendo un mundo el de Basilea día tras día, el presente ha ido enfocando más y más al balcánico, que resolvió el choque de semifinales con decisión y oficio. No quería Djokovic el menor sobresalto y subrayó su dominio en el baile de los gigantes. Ahora, 27-23 ante Federer, y un 29-26 con Nadal.
“Respeto. Es todo lo que puedo decir”, expresó Nole cuando se le preguntó por la lesión del adversario, que en más de 20 años de carrera (1.513 partidos) nunca se ha retirado de un partido. “Sé cómo te sientes en la pista cuando tienes dolor. Obviamente estaba dolorido, se percibía en sus movimientos. Al terminar el primer set fue atendido… Y, aun así, volvió a la pista y jugó. Todos mis respetos”, repitió.
Volvió a enseñar los colmillos y reapareció la mirada del Caníbal. El público vespertino de la Rod Laver iba con el suizo, no es noticia aquí, ni en Londres ni en Sebastopol, pero el arranque de la semifinal no fue más que un trampantojo. Federer arañó un break y cuando los seguidores más optimistas del suizo empezaban a ilusionarse empezaron a llegar los golpes. La leyenda arrancó con un 4-1 y luego 5-2, sacando para cerrar el primer set y tal vez plantear un escenario muy distinto, pero a Nole se le hinchó la yugular y empezó a pelotear como un robot para devolverlo todo e ir abriendo la herida.
“Si no me hubiera visto con opciones de ganar, no hubiera saltado a la pista”, expuso Federer (38 años), que en su recorrido hacia este duelo invirtió 12h 04m, cuando en los seis ejercicios previos no había superado las 10h 04m.
Al zarpazo del tie break le siguió otra cuchillada anímica rompiendo para decantar el segundo a su favor. Federer, con el depósito justo por el esfuerzo realizado a lo largo de estas dos semanas de victorias taquicárdicas, trató de reponerse a base de genialidades, aunque se sabía sentenciado. Nole se aplicó con su estilo elegante, robótico y perfecto desde todos los ángulos, y obteniendo la rotura de la tercera manga se situó ante una realidad ideal: eran tres, y ya solo queda uno. Él. Si gana el domingo, el serbio (32 años) ascendería otro escalón en la historia con toda la temporada por delante: Roland Garros, Wimbledon, Nueva York... Serían 17, por los 19 de Nadal y el 20 mágico de Federer.
No quedaría ahí la recompensa. La caída del mallorquín le abrió también una segunda puerta: si eleva el trofeo volverá a ser el número uno el próximo lunes. Ha disputado Djokovic siete finales en Australia, y las ganó todas ellas.
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