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LaLiga Santander jornada 21
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El Atlético ni juega ni gana

El equipo de Simeone vuelve a ofrecer un partido desastroso ante un Leganés que tuvo las mejores ocasiones para llevarse los tres puntos

Ladislao J. Moñino
Joao Félix, tras acabar el partido contra el Leganés.
Joao Félix, tras acabar el partido contra el Leganés.Rodrigo Jiménez (EFE)

Comatoso, desnortado, sin un gramo de fútbol, este Atlético hundido ni juega, ni gana. Ni resultados, ni pelota. Inmerso en una confusión galopante que también invade a su entrenador, fue incapaz de ganarle a un equipo que transita por el pozo de la tabla. El Leganés se fue del Metropolitano con la sensación de haber tenido las ocasiones más claras y, sobre todo, de explotar una idea clara. La del Atlético ya no se sabe cuál es. Defiende mal y ataca peor. La transición de la que habla Simeone tiene pinta de que va a ser muy dura.

Su equipo tenía una oportunidad de recortarle puntos al Barcelona y de meterle presión al Madrid antes de su visita a Valladolid y el resultado fue un partido horrendo que solo pudo ganarlo desde el empuje y la testosterona de los minutos finales. No hay plan ofensivo, más allá de lo que le salga a los jugadores de talento. Ya sea Correa, João Félix o Vitolo. Todo es una apuesta a ver qué les sale, un vivir continuo sobre el filo de la navaja de la inspiración. El traspié es una dimisión grosera de la pelea por la Liga. Como ya fue la de la Copa en León o la de Eibar, también en Liga, una semana antes.

La primera jugada ya fue sintomática de la ansiedad y el miedo que castra cualquier intento de jugar al fútbol. Tocados por la debacle de León, el primer tiempo del Atlético fue una calamidad. Manoseado el equipo de Simeone de arranque por el último de la tabla. Zarandeado durante un cuarto de hora largo por los toques de Roque Mesa y Recio, y burlado por la posición interior de Kevin. Fue indetectable el lateral reubicado por Aguirre para el dubitativo sistema defensivo rojiblanco. Kevin fue el primero en volver a otorgarle un papel trascendental a Oblak con un disparo raso y dañino. Después lo haría Braithwaite, que perdió el mano a mano con el meta esloveno. El cálculo exacto de dónde estaría el Atlético sin Oblak es complejo, pero de lo que no hay duda es de que estaría unos cuantos puestos más abajo.

La depresión del equipo ha alcanzado a la grada, dividida entre los que esperan más de Simeone y de sus futbolistas, y los que claman por ver aunque sea unas migajas de fútbol decente. Y de eso tuvo muy poco el Atlético en el primer acto. Fracasó la línea media compuesta por Llorente y Thomas como ejes. Al primero no le da para gobernar al equjpo. Su presencia con la pelota fue nula porque lo suyo es la conducción y el quite. El segundo vive en la irregularidad permanente y parte de la grada empieza a tenerle ojeriza. A su izquierda, Saúl es un futbolista ofuscado, perdido en las batallas por el juego aéreo y fallón en las entregas. No da con la tecla Simeone para armar un centro del campo que se imponga con autoridad. Falló también la entrada de Vrsaljko, metido a capón después de un año lesionado y su paso por el Inter. No sabía ni cuándo subir ni cómo, pese a los gritos de Simeone.

Tardó 20 minutos el Atlético en dar cuenta de la existencia de Cuéllar. Ante el repaso de ese primer tramo de partido, Simeone decidió variar el dibujo para pasar a un 4-3-3 e igualar la salida de balón de los tres centrales del Leganés. El movimiento al menos dio para nivelar el partido, que se convirtió en una secuencia de pases, rechaces y segundas jugadas que no fueron a ninguna parte. Fue dantesco el empeño en enviarle balones a Morata, encarcelado por los tres centrales del Leganés. Pero peor fue comprobar que ante una defensa de cinco y una línea de cuatro por delante, el Atlético no sabía cómo atacarla. Los rivales tienen ya por costumbre dejar que sean los centrales los que manejen la pelota en ataque estático. Y ahí emerge un estigma que caracteriza el plan de Simeone. No hay un equipo de la zona alta de la tabla en la que sus centrales hagan menos conducciones para provocar y dividir la defensa contraria. La única grieta que encontró fue en una contra bien llevada entre Correa y Morata que este empalmó en el segundo palo.

La solución de Simeone fue quitar a Llorente y meter a Vitolo. Una apuesta por arreglar el partido apoyado en lo que fuera capaz de provocar el extremo canario con sus conducciones, sus regates y sus pases interiores. Y pudo tener la llave del encuentro en la primera acción. Un pase de João Félix corrido entre los centrales que no aprovechó porque Correa se entrometió en la disputa. Una muestra más de aturullamiento y el desorden que invaden al equipo. El segundo movimiento de Simeone fue meter a Herrera por Correa, pero tampoco se engrasó el Atlético. Todo lo contrario. Creció el Leganés, que acrecentó su dominio y sus llegadas al área ante la estupefacción de la grada. Solo sufrió el bien armado equipo de Aguirre una batería de saques de esquina y arrancadas desesperadas que no fueron a ninguna parte. Como este Atlético, que no sabe ni a qué juega, ni ofrece señales de saberlo. Lo suyo fue un fútbol crispado, rematado con la tangana y los actos macarrónicos que provocó Cuéllar. Ese final embarullado también fue el reflejo de este Atlético, que gana poco y no juega a nada.

Cuéllar simula una agresión de un recogepelotas y pellizca a Vitolo

Las escenas de la tangana final, con Cuéllar y su actitud macarrónica tras su expulsión, cerraron el partido. El meta del Leganés, que ya tenía una amarilla por protestar, vio la segunda tras simular ser agredido por un recogepelotas en el descuento. En su lento camino a los vestuarios tuvo una trifulca con Vitolo y Morata. Jonathan Silva tuvo que defender la meta del Leganés en los últimos minutos. “Una vez expulsado, retrasó su salida del terreno de juego a la vez que se encaraba con varios adversarios, llegando a pellizcar en su cara al número 20 (Vitolo), y acto seguido, propinar varias palmadas en el cuello y en el pecho del número 9 (Morata), e insistiéndome que había sido agredido por un recogepelotas”, escribió Mateu Lahoz en el acta. Cuéllar se expone a una sanción de varios partidos. Bustinza, capitán del Leganés, pidió disculpas: “No hemos dado el mejor ejemplo, pido perdón”.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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