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El primer regreso del gran exilio español

Julen Aginagalde es el único de la actual selección de balonmano, aspirante a revalidar el oro europeo a partir del próximo jueves, que volverá a la Liga tras su salida a principios de la década por la crisis

Lorenzo Calonge
Julen Aginagalde, la semana pasada en el pabellón Vicente Trueba de Torrelavega.
Julen Aginagalde, la semana pasada en el pabellón Vicente Trueba de Torrelavega.alberto losa

Acostumbrado a las salidas de sus mejores jugadores, casi todos salvo los que encuentran refugio en la isla dorada del Barça, el balonmano español celebra el regreso de un hijo pródigo. Después de siete años en el Kielce polaco, adonde se marchó tras la desaparición del Ciudad Real y el Atlético, Julen Aginagalde, de 37 años, vuelve al calor del hogar. Nunca mejor dicho. A su ciudad, Irún; a su renacido club de cuna, el Bidasoa (líder de grupo en la primera fase de la Champions); y con su hermano Gurutz de presidente. “Mi idea siempre fue acabar allí”, asegura. La sangre hizo el resto.

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Es el único de la actual selección que hará el camino de vuelta a la Liga Asobal (a partir de la próxima temporada) de entre aquellos que a principios de la década tuvieron que buscar fuera lo que perdieron en casa por culpa de la crisis. De los 17 convocados para el Europeo que empieza el próximo jueves, solo uno no está ahora en el extranjero o en el conjunto azulgrana, Adrià Figueras, aunque ya tiene fecha de partida: en julio a Nantes. Apenas una de las consideradas estrellas retornó en los últimos tiempos, Valero Rivero al Palau Blaugrana, aunque de forma fugaz (dos años). En realidad, él se había marchado a Francia antes de que todo explotara, en 2010, y se iniciara el gran exilio.

La contratación de Aginagalde cierra el círculo familiar. Los dos hermanos se criaron en el mismo pabellón, el clásico Arteleku, pero nunca jugaron juntos, solo fueron rivales, y en alguna ocasión con más de un roce. Calentones pasajeros que no entendieron de parentesco. Ahora se reencuentran bajo el mismo escudo. Julen anunció su vuelta a finales de noviembre, con siete meses de antelación, con la naturalidad y transparencia que solo se encuentra en este deporte. “No ha habido mucha negociación: Gurutz me quería y yo quería volver. Llegaron ofertas, pero mi intención era clara”, zanja. A orillas del Bidasoa cerrará una carrera de dos décadas a la que todavía le queda carrete y objetivos osados por cumplir. “Regreso con la intención de pelear la Liga”, suelta tajante sobre un torneo que es territorio feudal del Barcelona.

El hermano mayor, portero hasta hace dos años, ficha al pequeño, dominante en la posición de pivote gracias a un corpachón de 1,95m y 110 kilos. ”Me gusta que haya caña en los partidos”, confiesa. “En la Asobal llegué a jugar como central o lateral. Estos más jóvenes se ríen, no me ven ahí, aunque de vez en cuando les dejo alguna perlita”, comenta irónico y mirando de reojo a Ferran Solé, el futuro extremo del PSG y referencia ofensiva de España gracias a unos brazos infinitos.

Ellos son la vieja y la reducida nueva guardia de una selección que se afinó entre banquete y banquete navideño antes de viajar al Europeo en un hotel spa (que no probaron) de Hoznayo, cerca de la costa cántabra, y que ganó el Torneo Internacional de Torrelavega. Defiende el título de 2018 y revalidar el oro le daría la única plaza directa para los Juegos que hay en este campeonato. Si no, le quedará la próxima primavera el examen final del preolímpico. Nadie oculta la fijación por Tokio después de no clasificarse para Río. “A los más veteranos se nos quedó esa espina. Tenemos muchísimas ganas, más de lo normal. De todas formas, ahora toca lo que toca, que bastante premio tiene”, reconoce Aginagalde.

Los veteranos son mayoría en un vestuario que parece más un equipo que una selección, sin apenas cambios en los últimos campeonatos. ”Entra quien se lo merece y el que no se queda fuera”, advierte. Un grupo con muchas guerras, y unas cuantas heridas, en su hoja de servicios. “Aquí hay mucha experiencia y tampoco es necesario decir demasiadas cosas. La gente lo tiene muy claro. Yo soy de cabrearme más que de arengar”, apunta. Para hacer recuento de la lista de medallas que suman entre todos haría falta un desplegable. Él, por ejemplo, un oro y un bronce mundial, y las tres europeas. Solo le falta la olímpica, aunque dice que de eso ahora no toca hablar. Tampoco de su futuro en la selección tras esos hipotéticos Juegos.

"Hemos conseguido cosas para tener más repercusión. Parece que si no ganamos no vale para nada. Merecemos más"

Sí se explaya sobre los insuficientes reconocimientos que reciben. Este hijo de remero de traineras es resultadista y competitivo hasta el extremo, aunque también pide altura de miras y más cariño. “Se han conseguido demasiadas cosas como para tener más repercusión en los medios. Hemos logrado medallas, campeonatos, siempre hemos estado en la pelea, y eso hay que valorarlo. Parece que si no ganamos no vale para nada. Merecemos más, pero no solo el balonmano. Te diría que también el fútbol porque solo cuentan Barça y el Madrid”, lamenta.

El Europeo es una nueva oportunidad para que la campeona reclame lo suyo, subida además a la ola de la increíble plata mundial del equipo femenino. Letonia (jueves 9, 20.30), Alemania (sábado 11, 18.15) y Holanda (lunes 13, 20.30) son sus primeros rivales en una cita que le ha agraciado con la parte amable del cuadro. Aunque con un calendario más extenuante, nueve encuentros en 18 días si llega a la fase final. “Después del Mundial, los jugadores nos quejamos por la acumulación de partidos, así que parece que es mejor no hacerlo. ¿Qué quieres que diga? Prefiero callarme”.

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