‘Gaztelu’, el nexo entre dos mundos
Muere Agustín Aranzabal, que ascendió a Primera con la Real en 1967 y se retiró ganando la Liga en 1981
Nunca olvidó Gaztelu aquel error, aunque un año después encontró consuelo. Sucedió en Sevilla, en el Sánchez Pizjuán, el 11 de mayo de 1980. La Real comparecía en el penúltimo partido de la temporada en la que había batido el récord de imbatibilidad. No había perdido ningún encuentro y tenía la Liga en sus manos. Hasta la afición del Sevilla estaba de su parte, y recibió al equipo donostiarra con una gran ovación.
En el minuto 83, a siete para el final, el marcador era de empate a uno. Había marcado Bertoni el 1-0 en la primera mitad y Zamora igualó en el 65. En el gol del empate, el linier levantó la bandera, pero el árbitro, Soriano Aladrén, aseguró que había seguido perfectamente la jugada y dio el tanto por válido. Protestaron con vehemencia los sevillistas y expulsó de una tacada a Pablo Blanco y Juan Carlos. La Real jugaba con dos más. El partido transcurría plácido, sin alteraciones, cuando a falta de siete minutos para el final, Gaztelu perdió la pelota en una acción defensiva. Se aprovechó Bertoni, que se acomodó el balón y batió a Arconada
Agustín Aranzabal Ascasibar, el hombre que perdió aquella bola, y que falleció en San Sebastián a los 74 años, había sido el nexo de unión entre dos mundos de la Real Sociedad. De joven formó parte del equipo que consiguió el histórico ascenso a Primera División en Puertollano, frente al Calvo Sotelo. Tenía 20 años, había llegado del Sanse, el filial del equipo donostiarra, y era su primera temporada. Ese año, 1967, comenzó una época de crecimiento, a la sombra del viejo campo de Atocha, que culminó en 1981, un año después del error que le regaló la Liga al Real Madrid, otra vez fuera del viejo estadio donostiarra, cuando la Real consiguió en Gijón su primer título. Gaztelu también formaba parte de aquella plantilla, aunque solo jugó un partido. Fue su último año en la Real, pero no su última aportación, que llegó de la mano de su hijo, que también fue futbolista en el equipo txuriurdin.
Gaztelu, conocido por el nombre del caserio en el que nació, en la localidad guipuzcoana de Bergara, comenzó a jugar al fútbol en las categorías inferiores del equipo de su pueblo, y luego fue captado por la Real Sociedad, que nunca abandonó hasta su retirada. Fue un futbolista multiusos. Aunque su predisposición natural era la de defensa, jugó en casi todas las posiciones, allá donde le mandaba el entrenador. Alcanzó la internacionalidad con España en dos ocasiones, frente a Finlandia y Chipre, y durante sus últimas temporadas fue el indiscutible capitán de la Real, en aquel equipo de acero que convertía Atocha en un terreno de juego inhóspito para sus rivales. El barro, en los infernales domingos de invierno, era un jugador más para el equipo que capitaneaba Gaztelu, que fue creciendo a las órdenes de Antonio Elizondo, de Segurola, de Rafa Iriondo, de Irulegui, o del inolvidable Alberto Ormaetxea, el hombre que llevó a la Real a una nueva dimensión.
Gaztelu se retiró del fútbol después de 14 temporadas vestido de blanquiazul, con 252 partidos en Primera División y 32 goles en su casillero. Después, como solía suceder en su época, tuvo que ponerse a trabajar. Los sueldos del fútbol no permitían retiros de lujo. Puso una ferretería en San Sebastián, donde falleció a los 74 años. La Real lucirá brazaletes negros en el último partido del año, en San Mamés frente al Athletic, y anuncia un minuto de silencio en su próximo partido en Anoeta.
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