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El jugador de rugby de 42 años que no recuerda haber ganado el Mundial

El inglés Steve Thompson y otros exdeportistas con demencia denuncian a los rectores del rugby por no proteger su salud

Steve Thompson rodeado de rivales franceses durante la semifinal del Mundial de rugby de 2003.
Steve Thompson rodeado de rivales franceses durante la semifinal del Mundial de rugby de 2003.DAVE HUNT (EFE)

Cuando Steve Thompson se ve a sí mismo en los vídeos del Mundial de rugby de 2003 es como si se le apareciera un fantasma: “No estaba ahí. Ese no soy yo”. Jugó todos los partidos en el único Mundial que ha ganado Inglaterra. Aparece descorchando champán y levantando el trofeo. Pero no recuerda nada de eso: aquel otoño en Australia se ha borrado de su memoria. A los 42 años, Thompson es hoy la figura más destacada de un grupo de ocho exjugadores —todos ellos diagnosticados con principio de demencia— que piden responsabilidades a las autoridades del rugby por negligencia a la hora de proteger su salud.

Thompson, padre de cuatro hijos, olvida a veces el nombre de su esposa. Jugó 73 partidos con Inglaterra y más de 200 con sus clubes. Al anunciar el proceso legal contra los organismos que rigen su deporte, desgranó sus motivos. “No quiero acabar con el rugby, solamente que sea más seguro. Tu carrera puede terminar de repente y tienes una vida entera por delante”, explicó. Los abogados del grupo, que incluye a su compatriota Michael Lipman y a Alix Popham, internacional galés, sugieren que hay más de 80 jugadores de entre 25 y 55 años con síntomas. La demencia, la pérdida de memoria y la depresión son síntomas de la encefalopatía traumática crónica (CTE), solamente diagnosticable tras la muerte.

Aunque el rugby ha tomado medidas para reducir los impactos en la cabeza, Thompson es hijo de otra época. “Recuerdo un entrenamiento de melés que no estaba yendo bien y tuvimos que hacer más de 100. Éramos pedazos de carne”, cuenta. Primera línea, se retiró en 2007 por una grave lesión en el cuello; volvió a jugar, pero lo dejó tras una recaída en 2011. La normativa actual castiga con dureza los placajes altos y obliga a un jugador a salir del campo ante el mínimo riesgo de conmoción. Para reincorporarse, debe ser evaluado por los servicios médicos. El proceso judicial depende de probar la negligencia de las federaciones: la internacional, World Rugby, ha evitado cualquier declaración al respecto.

La prevención es fundamental

Albert Malo, 74 veces internacional con España y líder del único Mundial disputado por el XV del León, en 1999, admite la preocupación como exjugador: “Ahora se siguen protocolos que antes no se seguían, está claro. La seguridad es lo más importante, pero la esencia de este juego es el contacto. Hay que buscar el equilibrio”. Gerente de la Santboiana, ha presenciado fracturas en el cuello o el fallecimiento por infarto de un jugador que conocía personalmente. Y aboga por la prevención, sobre todo en los equipos profesionales. “El riesgo va a ser difícil eliminarlo, pero hay que intentar que no se llegue a estos extremos, ver con controles periódicos cuál es la salud neurológica. Si un jugador está tocado, no hay que exponerlo más. Los grandes clubes y selecciones tienen dinero de sobra”.

Jaime Nava, penúltimo capitán de la selección española —hasta 2019— y 79 veces internacional, habla de un juego cada vez más físico. “Es un deporte duro y el jugador es cada vez más atlético y fuerte. Los contactos cada vez se hacen más duros; dentro de esa dureza, la clave es que el jugador se sienta protegido”. ¿Cómo hacerlo? “El placaje es la jugada con más riesgos para las conmociones cerebrales y el rugby mundial está intentando educar a los jugadores para que esa técnica sea cada vez más limpia y se haga incluso por debajo de la cintura. Si no pusiéramos empeño en proteger al jugador, con normas y con valores, sería un juego de salvajes. La violencia no es la finalidad del rugby”.

Nava define el caso de Thompson como una tragedia. “No hace un ataque al rugby, sino una llamada de atención a los organismos. Denuncia porque no se ha sentido apoyado. Se le ha dejado solo. Y eso evidentemente no puede suceder. Me parece muy triste que te hayas dedicado a un deporte que te lo ha dado todo y que en menos de 20 años ni siquiera lo recuerdes. El rugby no puede abandonarle; hay que estar con él”.

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