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EL JUEGO INFINITO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La venganza de Suárez

El orgullo herido, el afán de demostrar que el Barça se equivocó y hasta el deseo de venganza van a disparar la motivación del delantero uruguayo en el Atlético

Jorge Valdano
Jorge Valdano
Jorge Valdano

Suárez al cuadrado

Luis Suárez terminó la temporada pasada luchando contra su cuerpo en un Barça decadente. Se lesionó, volvió, quiso, le costó, y al final lo echaron sin contemplaciones. Pero reactivaron una bomba. En el Atlético de Madrid le agregará, a la garra charrúa, el salvaje empujón que le dará Simeone y, sobre todo, un deseo de reivindicarse que le llenará el depósito de adrenalina. No solo de altas pasiones está hecha la competitividad. El orgullo herido, el afán de demostrar que se equivocaron y hasta el deseo de venganza van a disparar la motivación de Suárez. En la cadena de pases que sustenta al Barça, Suárez no siempre se sentía cómodo, pero aún así se cansó de marcar goles. El Cholo, en ataque, necesita un sable que entre recto en el sistema defensivo de los rivales. Nadie mejor que Suárez. Con la ventaja añadida de que el sable llegará afilado gracias al Barça.

Sacrifico y exigencia

Nada más hermoso que los ojos de incredulidad de un debutante. Llegan al lugar que habían soñado y, sin embargo, no acaban de creérselo. En el Madrid aparecieron en el primer equipo Marvin y Arribas, dos chicos que formaron parte del grupo que ganó la Youth League. No es un dato menor. Me tocó ver casualmente un entrenamiento del Castilla y, si no fuera porque Raúl terminó ronco e igual de cansado que sus jugadores, lo hubiera denunciado por maltrato. Daba gusto ver la intensidad, concentración y disciplina colectiva con la que sus jugadores hacían las acciones. Salieron del entrenamiento exhaustos, pero siendo mejores que cuando entraron. Estoy cansado de oír que los jugadores han perdido capacidad de sacrificio. El problema es previo: hemos bajado el nivel de exigencia. Si estos chicos siguen trabajando así, Marvin y Arribas serán los primeros de muchos que llegarán a Primera División.

El que pasa por el Madrid sabe las reglas

Odegaard llegó, vio y se piró. Era muy joven y aún no estaba preparado para el Madrid, donde los detalles de clase no alcanzan. Cinco años después, vuelve maduro como una de las grandes novedades de un mercado raquítico. Aquel paso fugaz por el club le enseñó que quien se pone la camiseta del Madrid lleva encima el peso de la historia. Me entusiasma su capacidad para solucionar problemas con delicadeza. El balón, que de fútbol sabe mucho, le suele buscar entre el medio del campo y el balcón del área. Es entonces cuando, con la cabeza levantada, busca un espacio abierto, un tiempo preciso, un compañero atento para recibir el pase. Para todo eso, Odegaard es una computadora. Pero una computadora humana tiene que demostrar que la camiseta no le pesa. Entonces podremos decir: llegó, volvió a ver y triunfó.

El Bayern y el sudoku

Miro al Bayern contra el Sevilla exigiendo una explicación. Para haber ganado los últimos 23 partidos, tiene que ser un equipo más poderoso que la mala suerte, que en el despiadado fútbol siempre tiene algo que decir. Equipo grande que corre como si fuera pequeño; con una disciplina alemana, aunque sean polacos, austríacos o canadienses; con figuras que no piden privilegios y anteponen lo colectivo a lo individual; más atentos a las obligaciones que a las posibilidades que da el talento; con ganas de seguir marcando goles cuando ya van ganando; que no diferencian el minuto uno del noventa, ni la Bundesliga de las competiciones europeas, ni los días que hace frío de los días que hace calor. Como más que bailarte lo que hacen es someterte, suele ocurrirme que, a mitad del partido, me pongo a hacer un sudoku. En esta ocasión, no. Ni el Bayern ni el heroico Sevilla merecían una distracción.

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