El triple salto mortal de Fernando Alonso
El asturiano arranca en la 26ª posición de la parrilla en su segunda carrera en las 500 Millas de Indianápolis
Más que la Triple Corona, lo que busca Fernando Alonso este domingo (20.30, Vamos) es un triple salto mortal con pirueta. El español afronta su segunda participación en las 500 Millas de Indianápolis después de no clasificarse para la carrera el año pasado —”esta vez será distinto porque en 2019 no estábamos suficientemente preparados”, dice— y de romper el coche a falta de 21 vueltas en su debut (2017), mientras peleaba por ganar. Aquella vez, el motor Honda de su monoplaza le dejó tirado, como le estaba ocurriendo por entonces a bordo de su McLaren de Fórmula 1.
Han pasado tres años y parece una eternidad. El asturiano ha tenido tiempo de retirarse y de volver al Mundial la temporada que viene con Renault. La escudería le ha dicho que se olvide de los óvalos mientras su contrato tenga vigencia, que su compromiso debe ser total con la F1, como mínimo, hasta finales de 2022. A sus 39 años, Alonso volverá a formar en la parrilla de las 500 Millas y quién sabe si esta será su última ocasión para ponerse en el mismo plano que Graham Hill, el único que ha logrado el objetivo que persigue el ovetense: ganar en Mónaco, Le Mans e Indianápolis.
Sobre el papel, el asunto pinta mal si tenemos en cuenta que el Arrow McLaren con motor Chevrolet, el dorsal 66, formará en la 26ª posición de la parrilla, mucho más atrás que en 2017 —quinto— y que el joven catalán Alex Palou, un debutante de 23 años ha acaparado gran parte de los focos. “Salir tan atrás hace el desafío todavía más grande. Pero me gustan los retos. Tenemos que confiar en nuestro ritmo, la estrategia y la suerte”, resumió Alonso.
El dominio de los motores Honda es evidente: de los 12 primeros, 11 equipan un propulsor de los japoneses, por solo uno, el de Rinus VeeKay —saldrá el cuarto—, de Chevrolet. En la F1, la posición de partida del bicampeón del mundo de 2005 y 2006 le habría condenado. Sin embargo, en las 103 ediciones de las 500 Millas, solo en 21 ha brindado con leche —como marca la tradición— el ocupante de la pole position.
Dificultad para remontar
El prototipo de Alonso no ha sido el más veloz, aunque no es un condicionante tan elemental como en la F1. En Indianápolis hay otros factores, como el ojo del spotter (avistador), que se ubica en una posición elevada del circuito e informa al conductor en tiempo real de la situación y de quién tiene a su alrededor. Salir tan atrás —compiten 33 coches— supone un riesgo elevado por estar embotellado entre tráfico, con posibles roces. El hecho de que los monoplazas sean iguales en su mayor parte añade dificultad a las remontadas y presión a los estrategas, que deben diseñar un plan para mantener un ritmo constante sin destrozar los neumáticos ni gastar mucho combustible.
El concurso de Alonso hasta la fecha ha sido errático. Fue el quinto más rápido el primer día de ensayos antes de terminar la segunda jornada estampado contra el muro. Eso condicionó su cronometrada. De los tres bólidos del equipo Arrow McLaren SP, el suyo es el que saldrá más retrasado. Patricio Pato O’Ward es 15º y Oliver Askew, 21º. “Se necesitan tres meses para construir un coche para las 500 Millas. El accidente dejó todo el costado derecho destrozado. Por eso pasamos de ser los más rápidos del equipo a los más lentos”, contaba Craig Hampson, ingeniero de pista del asturiano, que debido a las limitaciones por el coronavirus, confiaba en tener el 90% de las piezas de repuesto el viernes, último entrenamiento.
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