Su gran valor es la sencillez

Siempre que pienso en Iker Casillas, en su recorrido lleno de éxitos, en su ejemplar carrera profesional, recuerdo cuando le conocí en la Ciudad Deportiva del Real Madrid, cuando él tenía nueve años, y me acuerdo de sus padres. Del gran sacrificio de llevarle todos los días desde Móstoles, como era el caso de otros jugadores (Guti desde Torrejón, por ejemplo).

Ese constante sacrificio le ayudó a crecer y seguro que influyó en su comportamiento como deportista y persona. Gran parte de lo que es se lo debe a ellos.

La última vez que he hablado con Casillas ha sido hace unas semanas, en pleno confinamiento, en una videoconferencia que organizó David Dóniga con todos los de su generación, la del 81. La de Iker también. Me invitaron a estar presente. Entonces todos eran futbolistas, pero hoy Dóniga es técnico, ha trabajado con Víctor Sánchez del Amo en el Málaga; otro es taxista; otro trabaja casualmente en una empresa en una de las torres donde estaba la vieja ciudad deportiva… Nos hizo ilusión saludar a García Berodia, que estando con nosotros tuvo una enfermedad grave y el doctor Herrador y yo se lo tuvimos que decir a sus padres. Afortunadamente se recuperó y hasta jugó en Bolivia y en un montón de equipos.

Con todos Iker estuvo entrañable y cariñoso. Él es así. Con esa memoria prodigiosa que tiene se acordaba de todos sus compañeros, como se acuerda de todos los partidos, los goles, las paradas… y también de las putadas que dicen que le han hecho, que en algunos casos no es como él piensa, pero para esas cosas es muy cabezón.

Él cree que nosotros también le hicimos alguna estando en el Madrid y luego al final en la selección, pero me gustaría que supiera que siempre le hemos visto con buenos ojos, desde niño, y siempre quisimos ser justos con él, como queremos ser justos con todos los futbolistas. Ni perjudicarlos ni beneficiarlos.

Sé que no llevó muy bien que no le pusiera en la Eurocopa 2016 de Francia y pusiéramos a David de Gea. Al día siguiente tuve una conversación con él. No suelo dar ninguna explicación a los futbolistas cuando no juegan, pero ese día me habían dicho que estaba muy disgustado conmigo porque precisamente no le había dado explicaciones. Hablé con él tomando una cerveza y le expliqué la situación y la decisión. Le dije que no se enfadara con nadie, que con su palmarés y su carrera es una bobada quedarse con un detalle o un partido.

La trayectoria de Casillas ha sido tan grande, ha ganado tanto con el Real Madrid y con la selección, ha jugado tantos partidos, que debería minimizar si ha dejado de jugar un par de ellos. Eso es algo insignificante en su trayectoria única y en lo grande que ha sido. Pero él es así. Quiere jugar siempre. Era tozudo en eso y si no jugaba se cabreaba, aunque lo que nosotros pretendíamos en algunos partidos era dar cariño también a Reina o Valdés, que eran dos grandes porteros. Tendría que saber separar el grano de la paja y disfrutar de lo que ha sido. Siempre me acuerdo de Bodo Illgner, todo un señor campeón del mundo, que dejó de jugar porque poníamos a Iker. Todo un caballero del fútbol. Y todos esos grandes porteros que se han quedado por el camino porque estaba Iker y siempre jugaba Iker.

El recuerdo que siempre tendré suyo es el de un chaval moderado, que siempre ha transmitido normalidad, que sin duda ha estado influenciado por la educación que le dieron sus padres. Nunca fue un pedante, todo lo contrario. La sencillez ha sido una de sus mejores virtudes.