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Historia detrás de un puro

Miguel Ángel Jiménez logra a los 56 años el récord de más torneos disputados en el circuito europeo de golf, 707, un éxito basado en su particular filosofía de vida

Miguel Ángel Jiménez, este jueves en el Hero Open de Birmingham con la placa conmemorativa por ser el golfista con más torneos del circuito europeo, una copa de vino y un puro.
Miguel Ángel Jiménez, este jueves en el Hero Open de Birmingham con la placa conmemorativa por ser el golfista con más torneos del circuito europeo, una copa de vino y un puro.
Juan Morenilla

Una de las mejores anécdotas (y hay cientos) sobre Miguel Ángel Jiménez la cuenta el golfista inglés Lee Westwood. “Fue en un Masters de Augusta. Entré al comedor de jugadores y ahí estaba Miguel, sentado ante un buen filete y una copa de vino tinto. ‘¿Cómo te ha ido la ronda?’, le pregunté, pensando que reponía fuerzas tras acabar de jugar. ‘No, no, si salgo ahora…’, me respondió. No me lo podía creer. ¡Estaba con el filete y el vino antes de jugar el Masters!”.

Que Jiménez es único lo sabe todo el mundo. Se ve en esa coleta que se dejó para dar un giro a su vida cuando intentó la aventura americana y descubrió que no era feliz. Se huele en el humo del Cohiba VI que compra en el estanco de Baldomero, en la carretera de Málaga a Torremolinos, junto a la cafetería donde desayuna un mollete con chorizo. Se escucha en su peculiar acento y en los giros que traduce con gracia al inglés. Y es todo eso, su peculiar filosofía de vida, su carpe diem constante, el motor que le ha permitido alargar su carrera para seguir en activo a los 56 años y para convertirse, este jueves en el Hero Open de Birmingham, en el jugador con más torneos disputados en la historia del circuito europeo, la barbaridad de 707, uno más que el escocés Sam Torrance.

“Es increíble. Cuando empezaba, jamás podía haberlo imaginado”, cuenta El Pisha. Cómo iba a pensarlo el quinto de siete hermanos, todos chicos —”la película Siete novias para siete hermanos es por nosotros”, suelen bromear—, hijo de un albañil cojo por un accidente, el niño que recogía hierbas para las vacas, daba de comer a los conejos y ganó su primer sueldo limpiando y lijando coches en un taller. Fue uno de sus hermanos, Juan El Pecas, quien le llevó por primera vez a un campo de golf. Miguel Ángel comenzó a hacer de caddie (hoy presume de ser el último caddie jugador, una especie en extinción) y el resto es historia.

Debut en el circuito en el Open de España de 1983. Primera victoria en Bélgica de 1992, cuando Seve le hizo de traductor en la entrega del trofeo. 21 triunfos en total. Ganador de más edad de un torneo del tour (50 años y 133 días). 170 clasificaciones entre los 10 primeros. Segundo en el US Open de 2000, tercero en el British de 2001, cuarto en el Masters de 2014, la vez que la prensa americana le llamó “el golfista más interesante del mundo”. Dos Ryder ganadas como jugador, más otras dos inolvidables: Valderrama 97 como asistente de Seve, Medinah 2012 como vicecapitán de su amigo Olazabal (El Pisha y el Vascorro, una pareja singular). Y más: siete victorias en el Champions Tour, el circuito sénior, entre ellas dos grandes, uno el Open Británico en Saint Andrews. “He jugado con Seve, Gary Player, Arnold Palmer, Jack Nicklaus, Tiger Woods, Phil Mickelson… Todas las generaciones. Ahora con los nuevos”, cuenta Jiménez, un espectáculo cuando en la cancha de prácticas realiza sus característicos estiramientos. “Y ahí sigo. El golf me lo ha dado todo, así que… ¿cómo no voy a dárselo yo también?”, afirma.

Ese “todo” pudo haber acabado, y nadie se lo hubiera reprochado, en diciembre de 2012, cuando Jiménez sufrió una fractura de la tibia derecha producto de una caída mientras esquiaba en Sierra Nevada. Al quirófano y cinco meses de baja ya con 48 años. Pero lo que para otros hubiera supuesto quizás el fin de una meritoria carrera, para él fue solo un paréntesis. El episodio dejó ver al verdadero Jiménez.

La coleta, el puro, el filete, el vino. La imagen de portada es inconfundible. Detrás, lo que no se ve, hay una vida dedicada al golf. El chico que llegaba de noche a casa con las manos ensangrentadas de practicar todo el día, que jugaba adrede en agosto a 40 grados y en invierno cuando llovía para simular las condiciones más duras, que se rebeló ante su madre cuando ella quería que trabajara en una farmacia, sigue haciendo historia. Hace unos años, resumía así en EL PAÍS su manera de ver el mundo: “Yo lo que quiero es vivir, y vivir bien. Me gusta fumar puros, comer bien, beber rioja… sí, pero solo con eso no se va a ninguna parte. Soy mucho más trabajador de lo que la gente se cree. ¿Acaso no voy a disfrutar lo que he trabajado, y viniendo de donde vengo? Yo no quiero amasar dinero, no me hace ilusión. Quiero disfrutar. Lo hago y trabajo todo lo que haga falta, no me descuido. El puro y el vino es lo que se refleja de mí, lo que se ve. La gente no está cuando madrugo para correr o ir al gimnasio. Ve la foto con el puro”.

Este jueves, mientras Jon Rahm comenzaba en el WGC de Memphis su defensa del número uno mundial, Jiménez arrancaba su torneo número 707 del circuito europeo (magnífica ronda de -8, igual que Pablo Larrazábal, por los asombrosos -10 de Sebastián García). El tour cambió el nombre de su cuenta en Twitter por #Miguel707. Cuando al Pisha le preguntaron lo que hay detrás de ese récord, no lo dudó: “Una vida hermosa”.


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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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