Sandro Rosell: “La cárcel huele a rancio”
El expresidente del Barça presenta 'Un fuerte abrazo', las memorias de los 643 días que pasó en prisión antes de ser absuelto por presunto blanqueo de 20 millones. Acaba de demandar al Estado y le reclama 30
Hablamos a las diez de la mañana de un lunes. Rosell se conecta a la videollamada desde la cocina de la casa de Grecia donde está de vacaciones con su familia. Su esposa pasa de vez en cuando por detrás trasteando con el desayuno. Rosell parece recién duchado y se frota los ojos como si acabara de levantarse, lo que no impide que se muestre simpatiquísimo, Te llama por tu nombre, te mira a los ojos en pantalla, parece disfrutar con la charla. Cierto que su oficio es el marketing, pero una intuye que, más que vender su libro de memorias de la cárcel, pretende quitarse a la vez la espina y el estigma de haber estado dentro. Pero igual son imaginaciones mías.
¿Sueña con la cárcel?
No. El otro día lo hablaba con una psicóloga, amiga, eh, porque nunca he ido a un psicólogo, y me preguntaba lo mismo. Es bestial, pero nunca he soñado con la cárcel. Pensar, sí, pero soñar, no.
¿A qué huele, sabe y suena la cárcel?
Huele a rancio. Sabe al potaje del rancho, lo único que estaba bueno. La ves gris siempre. Suena a las conversaciones con los amigos que haces. Y si hablamos de tacto... eso es lo que más echas de menos. El tacto humano. Un fuerte abrazo.
Sin embargo, escribe que prefería tener encuentros familiares a los vis à vis íntimos con su esposa.
Es compatible. En la cárcel todo es la cabeza. Las reacciones digamos animales del hombre, el sexo, la comida… pasan a un segundo plano, al menos en mi caso. También te digo que había otros que en el gimnasio se iban al baño de dos en dos y aquello era un festival, jajaja. Pero yo prefería ver a mi familia y amigos. En la cárcel fue la primera vez en mi vida que lloré y que hablé dos horas con mis hijas adolescentes sin el móvil por medio.
'UN FUERTE ABRAZO'
Así, en homenaje a lo que más echó en falta en presidio, se titula el libro de memorias carcelarias de Sandro Rosell (Barcelona, 56 años) publicado por Plaza y Janés. El expresidente del Barça pasó 643 días en prisión preventiva antes de ser absuelto de un supuesto delito de blanqueo de capitales. Los beneficios del libro irán a la Fundación solidaria del padre Paulino, el cura de la cárcel de Soto del Real y auténtico "líder" del centro penitenciario donde Rosell pasó la mayor parte de su internamiento y coincidió con otros presos mediáticos como los Jordis, Bárcenas e Ignacio González.
¿La cárcel le sorprendió para bien o para mal como ciudadano?
Me ha sorprendido para bien estructuralmente, a pesar de que no funcionaba la calefacción a veces. Como lugar no me parece tan mal, pero hay que cambiar los protocolos porque allí no se reinserta a nadie. Hacen falta medios y protocolos. ¿Por qué te prohíben tener un iPad o un móvil controlado para estudiar, para estar al día? Con mi amigo y compañero de celda bromeábamos que entramos con el iPhone3 y al salir estaba el iPhone 11. Te paran el mundo y al salir te has perdido su evolución y estás en desventaja.
¿Pasó duelo al salir?
No, llegué directo al bar del hotel, pedí una caña con alcohol, que es verdad que en Madrid las tiran mejor que en Barcelona, y me la bebí de un trago. Qué buena estaba, madre mía. Pasé de la cárcel a la libertad en tres segundos.
¿Ha dejado de creer en la justicia?
No, pero creo que debes tener suerte. Yo al final la tuve, la suerte de tener tres jueces justos en el juicio y tres en la apelación. La justicia debería tener más recursos porque es lenta y la lentitud ya es una injusticia. Llevaban dos años investigándome, desde 2015. Me lleva a la cárcel en 2017, me juzgan en 2019. ¿Eso es justicia?
¿Considera que le han robado ese tiempo?
Absolutamente, y más ahora. Tengo 56 años. ¿Cuánto me queda de vida activa? Activa de poder salir con la bici, correr, bailar, ¿hasta los 70? Catorce años. Pues que me hubieran puesto en la cárcel con 85, que ya estoy hecho papilla y me da igual dónde esté.
¿Quién le devuelve esos días? ¿Los 30 millones que demanda al Estado?
Nadie, ni siquiera ese es el precio. Imagina que el médico te dice ‘te vas a morir mañana, pero si me das todo lo que tienes, te doy dos años’, ¿cuánto vale ese todo? Nada se paga. Es brutal saber que eres inocente, saber que es un montaje, que en España hay dos Estados, el verdadero y las cloacas, los funcionarios y jueces buenos, y los corruptos, los que usan el sistema para sus intereses. Y cuando estás ahí te da una impotencia y una rabia bestial, porque el peor delito es el abuso de poder, peor que matar. Porque con el abuso de poder puedes matar y quedar impune.
¿Quién cree que se vengó de usted?
No lo sé. La única forma que tengo de descubrirlo es que la propia justicia quiera descubrir qué ha pasado, por eso le puse una querella a la juez Lamela, que fue la instructora.
¿Ahora va a vivir para eso?
No, tengo muchas ganas de vivir y voy a dedicar mi energía a mi familia y mis amigos, pero guardaré un poquito para saber quién está detrás, porque yo tengo la suerte de que tú me entrevistes, pero otros, no. Esa suerte fue mi desgracia y ahora es otra vez mi suerte.
¿Habla de su dinero y su fama?
Correcto. Hay días que ser mediático es una putada y otros que sirve para explicar esa injusticia que, si no, nadie me escucharía.
En la cárcel coincidió con otros poderosos y mediáticos: los Jordis, Bárcenas, Ignacio González...
Sí, fue muy bestia. Con los Jordis estuvimos meses desayunando, comiendo y cenando juntos.
¿Se sentían los ‘putos amos’ del talego?
No, lo que sí es que buscabas risa donde no la había para sobrevivir. Un día dijimos, ‘hostia, es que el módulo 10 parece el telediario: Rato, Bárcenas, Gerardo Díaz, los Jordis... solo falta el presentador'.
Dice que harían falta recursos para que la cárcel reinsertara. ¿Pagaría más impuestos para lograrlo?
Hombre, ¿más? He tenido 72 actuaciones de Hacienda. He pagado toda mi vida todo, pago un 70% de impuestos entre directos e indirectos. Entonces, ¿tengo que pagar el 80%? ¿90%? Lo que deben hacer es gestionarlo mejor y dedicar más al tema social.
En el fútbol hay mucho ego. ¿Para qué sirve en la cárcel?
Para nada: lo dejas en la entrada. Vuelves a tu versión básica, es como si pusieras tu marcador a cero y vuelves a empezar una vida en un sitio que se llama cárcel. El ego lo recoges al salir.
¿Cómo está el suyo ahora?
Bajo. En los dos años en el que está aparcadito, como no se riega y no se cuida, pues se reduce.
¿Es mejor o peor persona que antes?
El ego y la soberbia baja y la solidaridad sube. Hostia, es que he conocido un submundo que no tenía ni idea de que existía, y cuando lo ves, dices, madre mía, es que esto es también España. En la cárcel todo se magnifica y creo que soy más bueno y más malo, más mal pensado, más rabioso e intolerante con las injusticias.
Igual es que vivía en una burbuja.
Totalmente. En la cárcel conoces gente y estratos sociales que no conocías. Dices, “ostras, lo que me cuenta este tío es brutal, cómo vive este hombre con su familia”. La cárcel va muy bien para conocer el entorno en el que vives, que no es solo la burbuja que a veces te habían vendido en tu grupo social.
¿En la cárcel se mira el delito que ha cometido el otro?
Eso es alucinante. Ves a la persona, el delito lo aparcas en una especie de limbo, menos con los violadores, con los que no se habla. Yo jugaba al dominó con un compañero que era, ¿cómo se llaman estos? Los que matan por encargo, ¿vicarios?
Sicarios.
Eso, sicarios. Y el tío te contaba cómo trabajaban. Te haces amigo de alguien, le preguntas qué hizo, te dice que mató a su mujer y te preguntas: ‘Hostia, ¿cómo puedo ser amigo de este?‘.
Hablando de vicarios, el cura penitenciario, Paulino, le marcó tanto como para dedicarle los beneficios de su libro. ¿Lo ficharía para su equipo, fuera cual fuera su equipo?
Al primero, pero no quiere. No está en el mercado. Hay muy pocas cosas en esta vida que no tienen precio. Esa vocación de entrega a los demás de Paulino es una de ellas. Él sí que es un verdadero crack.
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