Piqué y la salsa del derbi
El central azulgrana llega en bicicleta al campo, cumple en defensa y provoca la tarjeta roja de Pol Lozano
Pasó la tarde con el móvil, escribiendo a los amigos y gestionando sus negocios. Y, cuando la noche empezó a caer, se subió a una bicicleta motorizada para acudir al Camp Nou. Poco después, uno a uno, Gerard Piqué le tendió la mano en el túnel de vestuarios a los jugadores del Espanyol entre sonrisas y buenas palabras, lejos de las tensiones pasadas, sobre todo las que mantuvo con Moreno, ahora delantero del Villarreal. Entre otras cosas porque el central siempre entendió el deporte como tal, aunque la fanfarronería le pueda en ocasiones. Como hace unos meses, cuando acudió al programa de La Resistencia. “En patrimonio tengo más dinero que el presupuesto del Espanyol”, soltó sin medir. Aunque sobre el césped, mide como pocos.
Sin puntería del equipo arriba —”sabíamos de la dificultad del partido por la situación en la que venían y porque jugaban con cinco defensas, además de que sufrimos un buen desgaste el domingo y eso se notó un poco”, reconoció Luis Suárez—, el Espanyol le exigió a Piqué ser solvente por arriba ante los pelotazos rivales, fue capital al poner la rodilla en un disparo comprometido de Marc Roca o cuando evitó un cabezazo franco de Campuzano al final, y sufrió lo suyo al correr hacia atrás. Sobre todo cuando salió a buscar a Raúl de Tomás y Semedo —habituales ya sus vueltas con toda la parsimonia del mundo— no persiguió la carrera de Dídac Vilà, que acabó con el balón estrellándose en el palo. Pero para Piqué no hay nada como marcar un gol a sus mejores rivales y así lo expresó tras rematar alto un córner para tirarse las manos a la cabeza y maldecir lo suyo. Aunque más gritó y más le dolió la entrada de Pol Lozano, que le clavó los tacos en la espinillera antes de ver la roja.
Los rifirrafes del 3 con el Espanyol y su afición —que suele acordarse de su mujer Shakira e hijos sin las mejores palabras— son tan habituales como excesivos. Como en 2018, cuando después de recibir todo tipo de insultos, marcó el gol del empate y mandó callar al estadio blanquiazul. Momentos más tarde, demasiado picante, soltó en referencia a la localización geográfica del estadio en Cornellà: “Cada día están más desarraigados de Barcelona”. Pero para desgracia de la ciudad, el año que viene no se verán las caras.
Ansu Fati dura cuatro minutos
Con el partido bañado en cloroformo, sobre todo el ataque del Barça porque no se salía con la suya ante la reducción de espacios que planteaba el Espanyol, Setién tomó la decisión de retirar a Semedo en el entreacto para dar cabida a Ansu Fati, un extremo que juega siempre pegado a la línea de cal, rápido y profundo. La apuesta, sin embargo, salió fatal.
Resulta que Ansu duró escasos cuatro minutos sobre el césped. En una pelota dividida que corría a la altura del ombligo, el imberbe azulgrana (aún 17 años) saltó con la planta del pie por delante y, tras tocar balón, le clavó los tacos en la pierna de Calleri. Tarjeta amarilla hasta que el colegiado, corregido por el VAR, cambió a roja. Expulsión exprés, récord que en el curso tenía Araújo con 14 minutos en su estreno de azulgrana frente al Sevilla y segunda en la historia, pues Juan Antonio Pizzi duró dos minutos sobre el tapete en un duelo de 1997. “No le veo mala intención”; expuso Setién; “sí que es más dura que cuando la he visto en el campo, pero creo que hasta incluso intenta retirar la pierna para seguir jugando la pelota”. Y añadió: “Ha sido muy humilde, ha venido. Lo siente muchísimo y yo no le culpo”.
Para alivio del Barça, otros escasos cuatro minutos después, Pol Lozano calcó la entrada sobre Piqué (sin tocar balón) y el árbitro, también advertido por el VAR, acabó por expulsarle.
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