Joaquín Peiró, de ser un Galgo en el Atlético a un Pillo en Italia
Leyenda del fútbol, ganador dos veces de la Copa de Europa, fallece a los 84 años
Joaquín Peiró (Madrid, 29 de enero de 1936 y fallecido hoy a los 84 años) era un futbolista de apodos. De Galgo del Metropolitano en España, pasó a ser Il Rapinatore (El Pillo) en Italia. De triunfar en la recordada delantera rojiblanca formada por Jones, Adelardo, Vavá (Mendonça), Peiró y Collar, pasó, previa escala en el Torino, a ser el suplente de oro del ataque del grande Inter de Helenio Herrera: Jair, Mazzola, Peiró, Luis Suárez y Corso. De interior a delantero centro.
En el Atlético, donde jugó siete temporadas y tres partidos de la siguiente antes de su traspaso exprés, ganó dos Copas al Real Madrid en el Bernabéu (1960 y 61) y una Recopa a la Fiorentina (1962). Se le comparaba con un galgo por su velocidad, por su zancada, por su facilidad para dejar atrás a los que le medían en carrera. Junto a Collar modeló la llamada ala infernal.
Tenía entonces 26 años y se marchó a Italia a regañadientes obligado por su club, que necesitaba dinero para pagar las nóminas y pensaba en el salto a un nuevo estadio, el Manzanares. El traspaso se hizo deprisa y corriendo tras las tres primeras jornadas de la Liga 62-63. El calcio ya hacía tiempo que le había echado el ojo. Había destacado especialmente en la final de la Recopa contra la Fiorentina donde marcó en los dos encuentros. Y había marcado los tres goles de España a Italia en un partido de selecciones B (16-10-58).
Primero se habían ido al calcio el barcelonista Luis Suárez al Inter (61-62) y unos meses antes el madridista Luis del Sol a la Juve (62-63). Realmente, el destino de este último era el Torino y recaló de rebote en la Vecchia Signora. Peiró, de hecho, aterrizó en el Toro porque no fue Del Sol. La prensa de la época cifró la operación en 25 millones de pesetas, los mismos que había pagado el Inter por Luis Suárez. Otras versiones hablan de 15.
El Torino fue su catapulta al Inter. No era titular en el Scudetto. Solo podían jugar dos extranjeros, Jair y Luis Suárez, pero sí en la Copa de Europa, torneo que conquistó dos veces y en el que vivió su gran momento de gloria. Ahí pasó a ser Il Rapinatore.
Uno de sus grandes jornadas llegó en la vuelta de las semifinales de la Copa de Europa (12-5-1965). El Liverpool se había impuesto en Anfield al Inter (3-1). Su equipo defendía el título ganado al Real Madrid el curso anterior y ese año la final se jugaba en San Siro. Un español, Ortiz de Mendibil, fue el juez supremo. Se adelantó pronto el equipo neroazurro, con un gol de Corso a los ocho minutos.
En plena efervescencia, Mazzola mandó un pase profundo a Peiró, pero Lawrence, el portero inglés, salió seguro, se hizo con el balón y, de paso, mandó al suelo al español. El guardameta oteó el horizonte para sacar. Había perdido de vista a Peiró que se levantó despistado. Un bote, dos botes al balón y el tercero... no cae al suelo. Ahí, por su izquierda, el madrileño asomó su pie izquierdo para tocar lo justo y marcar a puerta vacía. Era el 2-0. Un gol nunca visto hasta entonces. Colmado de astucia, de inteligencia, de pillería, técnica y velocidad de movimientos. Los ingleses rodearon al árbitro. Joaquín saltaba con sus medias caídas, le molestaban para correr, y los brazos en alto. Facchetti marcó el tercero y el Inter se clasificó para la final, que ganó al Benfica.
Cansado de no ser titular en la Serie A por culpa de la reglamentación, Peiró decidió seguir a su entrenador, Helenio Herrera, hasta la Roma. Allí sí fue indiscutible y nombrado capitán. Ganó otra Copa.
Con la selección española jugó 12 partidos y participó en los Mundiales de Chile 62 e Inglaterra 66. No estuvo, sin embargo, presente en la Eurocopa del 64 que España ganó a la URSS en el Bernabéu. Estaba en su plenitud, pero no fue convocado.
Como entrenador dejó huella sobre todo en la cantera del Atlético —fue segundo de Luis Aragonés en el primer equipo— y en el Málaga. También dirigió al Granada y al Murcia, entre otros.
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