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El COI convoca al deporte mundial para cerrar filas en torno a Tokio

Mientras en el exterior aumentan las dudas sobre la posibilidad del celebrar los Juegos en las fechas previstas, el presidente Bach mantiene la ficción de la normalidad

Ciudadanos de Yokohama pasan ante un cartel recordando que faltan 130 días para Tokio 2020.
Ciudadanos de Yokohama pasan ante un cartel recordando que faltan 130 días para Tokio 2020.PHILIP FONG (AFP)
Carlos Arribas

Como todos los ciudadanos, el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, no se mueve de su casa en Madrid, donde está instalando los aparatos para mantener el miércoles una teleconferencia con su jefe máximo, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, quien desde su despacho en Lausana (Suiza) hablará con todos los presidentes nacionales. La víspera, el martes, lo hará con todos los presidentes de las federaciones internacionales olímpicas. A todos, cuentan personas con buena información, les enviará un mensaje de tranquilidad y calma. Les dirá que los Juegos de Tokio (24 de julio a 10 de agosto) siguen adelante y que no se puede tomar una decisión sobre su eventual aplazamiento (¿unos meses, un año, dos años?) hasta que no se pronuncien con claridad la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los científicos del mundo.

“Solo entonces, de acuerdo con todos los estamentos posibles, se verá lo que hay que hacer”, dice Blanco, quien, como todos los convocados a las reuniones, apoyará a su presidente en declaración simbólica de unidad. “Pero, de todas maneras, siempre actuaremos de acuerdo con lo que diga el Gobierno, claro, respetando sus decisiones. Hay que tener tranquilidad y responsabilidad”. Mientras, el COI, que sigue actuando como si la fuerza del deporte olímpico fuera superior a la de la naturaleza y la enfermedad y, como si nada ocurriera, mantuvo el jueves pasado la ceremonia de encendido de la llama olímpica en Olimpia, “la llama de la esperanza”, la llaman, solo para tener que suspender pocas horas después el relevo de la antorcha por Grecia. La ceremonia de entrega a las autoridades japonesas se hará en una oficina.

Pese a todo, no hay politólogo olímpico ni especialista, ni siquiera los presidentes nacionales o el internacional, que no sepa que, dado el avance de la epidemia y las consecuencias que arrastra, celebrar los Juegos en Tokio en las fechas señaladas es una quimera. Y ni siquiera tendría poder el valor simbólico que se les concedería, como los de Amberes de 1920 o los de Londres de 1948, el regreso a la vida tras la Primera y la Segunda Guerra mundiales festejado en dos ciudades mártires y destruidas por las bombas.

Este mismo martes, la UEFA decidirá la posible suspensión de la Eurocopa de fútbol (12 de junio a 12 de julio), lo que, de producirse, aceleraría la toma de decisiones en Lausana. Pocos entenderían que el COI siguiera adelante cuando todo el mundo ya echó el alto. La presión será insostenible, señalan las fuentes, le reprocharán al COI no tener los oídos abiertos al mundo, vivir en una realidad ficticia.

Algunos se lo dirán suavemente a Bach, recordándole, además, según diferentes fuentes, que es posible que haya países que no dejen salir a sus deportistas o que el Gobierno japonés no permita la entrada a ciudadanos de algunos países en su territorio, como ocurre actualmente con los españoles en más de 60 países del mundo. Tampoco está resuelta la suspensión de las competiciones preolímpicas para varios deportes, que han sido anuladas, y muchos atletas estarán en desventaja en los rankings con la posibilidad de conseguir mínimas en natación y atletismo.

Y otros, como los responsables olímpicos italiano, francés y español, le harán ver a Bach que los Juegos corren el peligro de romper el sacrosanto derecho de igualdad de todos los participantes. Actualmente, las medidas contra el coronavirus en los tres países mediterráneos son mucho más estrictas que en el resto del mundo, donde aún hay deportistas que se entrenan y preparan con normalidad.

No así en España, por ejemplo, donde están cerrados todos los centros de entrenamiento, pabellones y pistas y donde los deportistas deben inventarse fórmulas para mantenerse sin salir de casa. Aunque a algunos como los karatecas y los levantadores de pesas la reclusión no les afectará apenas, a la mayoría les condena. En cuatro semanas entrarán en desentrenamiento y, aunque vuelvan a recuperar la posibilidad de entrenarse de nuevo, llegarán a Tokio en inferioridad de condiciones.

Y eso, siempre que no se lesionen al retomar la actividad, un peligro real del que advierte Ángel Basas, miembro de la comisión científico-médica del COE y responsable de las federaciones de atletismo y gimnasia. “La ansiedad por recuperar el estado de forma de manera rápida podría traer consecuencias no deseables para muchos. La precipitación puede hacer que sometamos a las estructuras a estímulos para los que aún no se han readaptado y ocurra lo que viene siendo ya muy habitual en muchos deportes y sobre todo en el mundo del fútbol, que en la pretemporada tengamos una alta incidencia de lesiones por no dar tiempo a una adaptación postvacacional”, señala Basas, por cuyas manos han pasado músculos, ligamentos y tendones de algunos de los mejores deportistas españoles. “Y sobre todo, como experto en recuperación de tendinopatías, sé que los tendones son los que más sufren estos cambios de estímulos”.

Antes de reunirse con el exterior, Bach ha convocado a su ejecutiva a una reunión no programada para recordarle su deber de unanimidad. Reuters señala que sus fuentes le dicen que en esa reunión no se tomará una decisión sobre los Juegos de Tokio. Se hablará, añaden, de alargar hasta el 30 de junio el plazo de calificación varios deportes y del establecimiento de nuevas fechas para los torneos preolímpicos aplazados, como escalada, boxeo, esgrima y yudo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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