La Real se lleva un partido espectacular
Osasuna, que perdía 0-3, logró encajonar al equipo donostiarra en un choque en el que nadie especuló
El Sadar fue el escenario de un espectacular partido de fútbol con dos equipos que no se permitieron ni un minuto para la especulación, ni dieron un paso atrás durante toda la tarde. LaLiga se enriquece de exhibiciones como las que dieron Osasuna y Real Sociedad. Ganaron los donostiarras, y pudieron haberlo hecho con una solvencia mayor, pero también podría haber vencido el equipo navarro, fiel a su estilo. Fueron un Osasuna desbocado y una Real exquisita. La primera parte jugada en El Sadar fue un espectáculo que se decantó hacia el equipo más eficaz, el que utilizó mejor los argumentos de los que dispone.
En un suspiro, la Real Sociedad se puso 0-3 como quien lava, sin despeinarse; casi sin bajarse del autobús, haciendo fácil lo complicado. Había avisado el osasunista Aridane en el minuto 7 con un remate al poste y respondieron los donostiarras con su implacable eficacia en ataque. Después de una ocasión clara de Willian José, que nació del primer error defensivo de Osasuna, llegó en la siguiente acción el gol de Oyarzabal. Dos intentos locales por sacar la pelota jugada acabaron a pies de Odegaard, que activó la conexión con el delantero de Eibar, que no tuvo ningún problema para batir a Herrera.
En el segundo tanto fue Estupiñán el que falló en el control del balón ante Portu, que nunca pierde una oportunidad así. Enfiló la portería y anotó para ampliar la distancia en el marcador, ante el jolgorio de la numerosa parroquia txuriurdin presente en las gradas de El Sadar. No se habían cumplido los 20 minutos de partido y los donostiarras encauzaban el marcador, aunque Osasuna no se rendía, como es su costumbre. Rubén García pudo marcar en un remate en chilena que Remiro sacó en un vuelo espectacular, pero fue la Real, antes de la media hora, la que consiguió el tercero, en un impecable lanzamiento de falta de Odegaard, que cada partido sorprende con algún registro nuevo de su repertorio.
Sin embargo, Osasuna es fiel al lema que repiten con insistencia a través de la megafonía del estadio pamplonica: nunca se rinden. Ya en el descuento de la primera parte, Chimy Ávila provocó una falta cerca del área. La ejecutó Roberto Torres y Aridane, llegando en tromba, acortó diferencias de cabeza.
Espoleado por el gol, Osasuna salió revolucionado tras el descanso y encontró premio enseguida, en una pelota en la que Ávila se fabricó solo el segundo gol, que dio alas a su equipo, que desbordó a la Real por las bandas, desguarnecidas en parte por la lesión de Monreal, que dejó su puesto a Gorosabel en el descanso. Se sucedieron las oleadas contra la portería de Remiro. Con el 2-3, todo pudo pasar, en una portería y la otra, porque aunque el repliegue donostiarra fue evidente, sus exquisitos contragolpes se tradujeron en oportunidades para ampliar la diferencia. El Sadar vibraba con el concierto de los dos equipos, pero se sintió dañado por la expulsión de Roncaglia, que propinó un codazo alevoso a Le Normand. Minutos antes, el árbitro había obviado una segunda amarilla a Zubeldia, que cortó un ataque prometedor de Osasuna.
En desigualdad de fuerzas, la Real aprovechó para jugar con más tranquilidad y ponerle un poco de pausa a la vorágine. Otra vez a su ritmo, Isak, recién ingresado, recogió un balón en el área para poner un 2-4 que parecía definitivo en el minuto 78, pero Chimy Ávila todavía tuvo tiempo de fabricarse otro gol. Recogió una pelota entre los dos centrales, cerca de la línea del medio campo, les hizo un sombrero y ante la salida de Remiro, tocó de cabeza para estrechar las diferencias.
El Sadar vivió los últimos minutos con el corazón en un puño. Los realistas contenían la respiración; los osasunistas, la ansiedad. Nadie cedió. Hasta el último segundo, el partido estuvo vivo. Lo ganó la Real, con merecimiento, pero cualquier otro resultado también lo habría sido.
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