Griezmann no hace amigos
El delantero, abucheado en San Sebastián como en el Wanda, vuelve a marcar el primer gol azulgrana
Se dio un lleno histórico en el Reale Arena, entusiasmada la afición con el juego y clasificación de la Real, agitada ante la visita de un Barcelona al que recibieron con insultos y tras festejar el gol del polémico penalti de Oyarzabal —es la segunda pena máxima en esta Liga que se señala por agarrón en el área y no se decretó otro a Piqué que pareció igual—. Una tirria que se hizo más latente cuando Griezmann atesoró el esférico entre sus botas. Nada que incomodara al francés y canterano de la Real, ya con callo en estas vejaciones, jugador que hace más goles que amigos.
A Antoine le abuchearon hace apenas dos semanas en el Wanda para después desearle que estuviera bajo tierra. Jugador vilipendiado porque tras un escarceo en el que se reafirmó como atlético —en el documental La Decisión—, acabó por cambiar de camiseta al año siguiente. Algo similar ocurrió en San Sebastián, porque la pita no bajó de decibelios cuando el locutor le citó con nombre y apellido (no así con el resto del once). Ni siquiera los 54 millones que ha recibido la Real —30 del traspaso al Atlético más 24 con el pase al Barça— suavizaron la ojeriza que le tiene la afición txuri-urdin.
En el lado opuesto del campo estaba Odegaard, vitoreado por su capacidad de desborde y pase, por activar a los compañeros en las zonas determinantes. El 21, con una zurda de seda y porte señorial, fue un dolor de cabeza para la zaga azulgrana y el ojito derecho de la afición, que a cada acción le aplaudía sin atender al resultado. Una zurda de oro que ocupa el lugar que dejó hace años Griezmann. Pero el gol fue de Antoine, especialidad de la casa porque de los seis que contabiliza, cinco (Betis, Eibar, Villarreal y Mallorca) han servido para abrir el marcador. “Nunca voy a celebrar los goles aquí. Ya metí algunos en el antiguo Anoeta, pero tengo mucho respeto a los que me dieron todo”, señaló Griezmann a pie de césped. Luego no volvió con el equipo a Barcelona, sino que, con permiso de Valverde, se quedó en San Sebastián.
No consigue la paz el francés, que deja enemigos por donde pasa y que le ha costado meses congeniar con Messi y Suárez. Pero desde hace unas semanas que la relación fluye, entregados todos a la causa del triunfo final. Así, Leo le buscó con ahínco sobre el césped al tiempo que Suárez atendió a su desmarque y carrera por la izquierda para que Griezmann picara el balón ante la salida del portero como ya hiciera la semana pasada ante el Mallorca, entonces con la asistencia de Ter Stegen. Y, aunque desde las gradas le dedicaron todo tipo de piropos, todos los jugadores del Barça a excepción de Ter Stegen se acercaron para felicitarle, una melé reparadora. “No ha podido ser. Ambos tuvimos ocasiones para hacer el tercero. Ahora a pensar en el clásico”, zanjó Griezmann.
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