Gabigol, el héroe que rompió la maldición
El goleador del Flamengo, que tocó la Copa antes de empezar la final contra River, se consagra tras no triunfar en Europa
Un gesto audaz marcó su primer acto en la final de la Libertadores. Al pisar el césped del estadio Monumental de Lima, Gabriel Barbosa no pudo resistir la tentación y acarició la Copa que el Flamengo no había visto desde hace 38 años. Para un delantero cuyo apodo tiene el sufijo gol, el hecho de tocar el trofeo antes de comenzar, más que presunción, expresa la confianza despojada de falsa modestia que prodiga el mayor goleador en activo en Brasil. El acto final, la coronación definitiva para una temporada inmejorable, vendría con la firma del oportunismo, la suerte y la persistencia que distingue a las estrellas predestinadas a hacer historia.
El guion de la epopeya no podría escribirse sin la dosis de drama que dio forma a la trayectoria de Gabigol hasta llegar a la cima en el club más popular del país. Descubierto por el Santos, siempre lo habían tratado como una joya del fútbol brasileño. Sin embargo, hasta llegar al Flamengo, no había cubierto las expectativas que lo rodeaban desde los 13 años, cuando ya era el mayor goleador de la cantera del Santos en todas las categorías. Tras ser campeón olímpico con Brasil en 2016, fue vendido al Inter de Milán por 25 millones de euros. Tenía 20 años. Todavía inmaduro, no tuvo éxito en Italia ni en el Benfica, donde jugó cedido un año.
Después de ganar el oro en los Juegos Olímpicos, se convirtió en una de las apuestas de Tite, cuando se hizo cargo de la selección brasileña, pero su desvaída actuación en el fútbol europeo minó sus posibilidades de jugar en el Mundial. Volvió a Brasil desprestigiado, pero recuperó la confianza en el Santos. A principios de este año, el Inter lo volvió a ceder, esta vez al Flamengo, donde ha logrado la mejor temporada de su carrera con 40 goles en 54 partidos.
Gracias a esta buena fase, ha regresado a la selección y cuenta con el aprecio del mayor crack de Brasil para establecerse en el equipo de Tite. Gabriel es el novio de Rafaella Santos, la hermana de Neymar. Los dos delanteros son amigos desde que Gabigol dio sus primeros pasos en la cantera del Santos. “Estoy muy feliz por el cariño que me tiene Neymar”, dijo Gabriel después de recibir una llamada de su cuñado, que vio el partido del sábado desde París.
Contra el River Plate (2-1), el delantero no parecía muy inspirado. Sin embargo, en solo tres minutos le dio la vuelta al partido. En el 88, con su peculiar intuición, empató con la izquierda desde dentro del área pequeña. Los hinchas rubronegros todavía lo estaban celebrando cuando, en el minuto 91, Gabriel aprovechó el fallo del defensa Pinola y decidió la final con un disparo imparable para el portero Armani. Para celebrarlo, se quitó la camiseta y, al igual que Messi y Cristiano Ronaldo, mostró su nombre y su número, el 9, para que nadie olvide nunca al autor de la hazaña. Al igual que Zico en 1981 contra Cobreloa, también un 23 de noviembre, Gabigol marcó los dos goles de la victoria del Flamengo en la final de la Libertadores.
“Este momento quedará grabado en la memoria de todos los flamenguistas y brasileños. He hecho historia”, dijo Gabigol, todavía en el césped del estadio Monumental de Lima. Máximo goleador de la Libertadores y del Campeonato brasileño, todavía puede igualar al mejor jugador rubronegro de todos los tiempos y convertirse en campeón mundial. Solo la generación de Zico lo consiguió hace 38 años, contra el Liverpool. Pero si la temporada hubiera terminado el 23 de noviembre, su nombre ya estaría grabado en el corazón de su hinchada como el goleador que, seguro de la conquista, tocó la Copa antes de devolverla a su nación.
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