Paulo Dybala: “Sin el balón me pierdo”
El 10 de la Juventus conversa con EL PAÍS sobre Messi, Cristiano y Simeone, y analiza su momento y la importancia de la educación para los futbolistas
Paulo Dybala ya no es un niño. En realidad, lo fue durante poco tiempo. A los 14 años dejó su casa en Laguna Larga (Córdoba, Argentina), un pueblo de 7.000 habitantes, para mudarse a la pensión del club Instituto. "Mi madre me dejó ir con la condición de que terminara el colegio", cuenta Dybala, que no tuvo más remedio que crecer y crecer. Debutó en el primer equipo con 17 años. Al año siguiente se mudó a Palermo y después de tres temporadas aterrizó en el gigante italiano: la Juventus. Todavía sin un lugar seguro en la selección argentina, en la Vecchia Signora es por momentos intocable, en otros suplente, hoy, con 26 años, un referente del vestuario según el capitán Chiellini. Termina el entrenamiento de Maurizio Sarri y el 10 de la Juve aparece en la zona de prensa de la ciudad deportiva. No pone ningún límite de tiempo, le gusta conversar. Tras una hora de entrevista, cuando la grabadora se apaga, pregunta: "¿Cómo está todo en Barcelona?". Dybala pide la palabra.
Pregunta. ¿Qué futbolista es Paulo Dybala?
Respuesta. Es difícil separar la persona del futbolista. Soy un tipo tranquilo y también soy un deportista tranquilo. Pero en la cancha quiero la pelota. He tenido entrenadores que me pedían que no me moviera, que esperase. Y yo no podía. Sin el balón me pierdo, necesito tocarlo, necesito acción. Creo que es eso, una necesidad. La necesidad de generar algo: de patear al arco, de gambetear o de tirar un caño. El gol es el gol, claro, pero pocas cosas me gustan más que dar una asistencia. Ese abrazo con tu compañero después del pase es tan lindo como un gol.
P. Chiellini lo define como un senatore del vestuario, ¿usted cómo entiende el liderazgo?
R. Ha cambiado la manera de liderar. Me siento un jugador importante, al que respetan los hinchas y los compañeros, pero no me siento un caudillo ni busco serlo. El líder tiene que transmitir, tiene que generar algo positivo en el grupo. No hace falta gritar ni insultar para que te respeten. Hay que saber cuándo y cómo hablar con un compañero. O, simplemente, a veces no hay que decir nada. Evra, por ejemplo, era un fenómeno para transmitir. O Buffon, que es un señor y solo su presencia impone. Y lo importante es ser natural, no sirve de nada impostar algo para que los demás te quieran. Eso es vender humo.
Cuando llegó Cris mis amigos me decían eso: 'Boludo tenés al mejor en la selección y ahora te traen al otro mejor'. Yo les contestaba: 'Se equivocan´. ¿Quién no quiere tirar una pared con los mejores?
P. ¿Se anima a definir a Messi y a Cristiano Ronaldo?
R. Fuera de la cancha son dos personas muy tranquilas, dentro son dos monstruos. Escuché que Luis Scola [jugador de baloncesto de Argentina] decía que tanto Leo como Cristiano entran al campo convencidos de que son los mejores y que por eso son los mejores. Y estoy seguro de que eso es así.
P. ¿La humildad está sobrevalorada?
R. No, son cosas distintas. Una cosa es la humildad en el día a día, en el trato con la gente y con las personas que te rodean, y otra es en la competencia. Se confunde lo que es la humildad. Está bien creérsela en el buen sentido. Tiene que ver con la confianza con la que entras a la cancha o con la que practicas un deporte. No es ir por la vida pensando que las sabes todas porque eso sí debilita. Yo no pienso que soy el mejor de todos, pero sí confío mucho en mí y en lo que le puedo dar a mi equipo.
P. ¿Cuándo llegó Cristiano a la Juve no pensó: 'Tengo a Messi en Argentina y ahora viene este a mi club'?
R. Mis amigos me decían eso: 'Boludo tenés al mejor en la selección y ahora te traen al otro mejor'. Yo les contestaba: 'Se equivocan. Es una ventaja para mí'. Los puedo estudiar todos los días. ¿Quién no quiere tirar una pared con los mejores? Estamos hablando de dos fenómenos, dos tipos que están uno o dos escalones por encima del resto. Lo están a nivel futbolístico y también a nivel mental. No es fácil aguantar, llevar una carrera de esa manera, hacer 40 goles todos los años. Es una locura. En la historia del fútbol han pasado grandes jugadores por grandes equipos y no han conseguido lo que ellos hicieron. Se potenciaron, se hicieron bien el uno al otro.
P. ¿Y cómo personas?
R. Tengo buena onda con Cristiano. Hablamos mucho, a veces nos quedamos charlando un rato largo... de la selección, de la Juve, pero también de cosas que no tienen nada que ver con el fútbol. Y, con Leo, también. La relación ha crecido mucho, como es lógico. No es lo mismo un club en que te ves todos los días que la selección, donde te juntás cada tanto. Pero con el tiempo hemos ido construyendo una relación estupenda y muy comunicativa. Compartimos tardes de mate y tenemos un grupo en el que jugamos al truco en la habitación.
Es la selección argentina y en las posiciones que puedo jugar yo hay muchos y muy buenos jugadores
P. ¿Juega bien al truco?
R. Sí, juega bien. Es mentiroso [va de farol]...
P. ¿Tiene la sensación de que se ha tenido que revindicar constantemente?
R. He pasado por muchas situaciones diferentes, debuté en Segunda en Argentina, llegué a Italia siendo muy joven, descendimos y ascendimos con el Palermo. Pasé a la Juve, tuve tres años muy buenos y el pasado no lo fue tanto. Jugué mucho, pero tantos minutos. A veces pienso: ¿Todavía la estoy luchando? Pero no lo veo como algo negativo, al contrario. Puede ser un estímulo. Siempre querés jugar, pero estamos hablando de la selección argentina y de la Juve.
P. ¿Qué le falta al 10 de la Juve para consolidarse en Argentina?
R. Tengo que dar más, lo que hice hasta ahora no me alcanzó. No he podido tener el rendimiento que he tenido en mi club. Es la selección argentina y en las posiciones que puedo jugar yo hay muchos y muy buenos jugadores. Ya para que te convoquen lo tenés que estar haciendo muy bien en tu equipo.
P. ¿Molesta o motiva cuando se lo menciona para el Balón de Oro?
R. Es una presión más y, en este caso, viene desde afuera. De que te mencionen como candidato a ganarlo hay una gran distancia. Hay que trabajar y luchar. Compites con los mejores del mundo y hasta con tus propios compañeros, algunos que hacen 50 goles por año y después no lo ganan. Tengo claro algo: primero tengo que hacer cosas importantes con la Juve.
Cuando juega de local el Atlético lo hace de una manera muy diferente a como lo hace de visitante. El año pasado, cuando fuimos al Wanda, jugó muy bien.
P. Sarri no parece un técnico italiano.
R. Tiene una manera de entender el juego completamente diferente. Para mí y, quizás también, para el resto de los delanteros es más divertido. Tenemos más la pelota y generamos más ocasiones. Te permite arriesgar y hacer algo diferente porque sabes que vas a tener otra oportunidad. Y eso te da muchísimo: aprendés, jugás rápido y estás todo el tiempo atacando. Hay partidos en lo que generamos 20 ocasiones, imagine lo que es eso para un delantero.
P. ¿Se divierte?
R. He buscado no perder el espíritu amateur dentro de la responsabilidad del profesionalismo. Nunca intento saltar escalones. No pienso 'tengo que hacer tantos goles'. Y siempre he intentado divertirme. Al final es un juego, ¿no?
P. ¿En Italia hoy se juega?
R. El fútbol italiano está cambiando. Cuando yo llegué al Palermo era difícil encontrar un equipo que jugara bien. Me refiero a que jugara alegre porque había muchos equipos que hacían bien. Pero el Inter hoy tiene un juego interesante. Conte tiene una mentalidad diferente y eso hizo la diferencia. No cambiaron tantos jugadores y, sin embargo, se nota un equipo con otra estirpe. El Genova vino a jugar a nuestra cancha y nos plantó un partido de igual a igual. La Roma juega bien, la Lazio también. Y el Nápoles tiene un entrenador con un estilo que se lo transmite al equipo.
P. ¿El Atlético es un equipo de la vieja Italia?
R. Cuando juega de local lo hace de una manera muy diferente a como lo hace de visitante. El año pasado, cuando fuimos al Wanda, jugó muy bien. En ningún momento fue un equipo defensivo, todo lo contrario. Fue un equipo agresivo, que luchó cada pelota y que nos atacó. En la vuelta acá nos esperábamos un equipo similar y no fue así. Los equipos del Cholo defienden bien, pero si cuidas el resultado te puede jugar en contra.
El fútbol es una educación que puede parecer invisible, pero te enseña a respetar a tus compañeros, a cumplir horarios y a mantener una disciplina
P. ¿Terminó el colegio?
R. Sí, le cumplí a la vieja. No fue fácil, en el último año ya había debutado en el primer equipo y entre viajes y concentraciones se me complicaba un poco. Y lo agradezco. El estudio te da herramientas y eso es una obviedad porque es igual para todos. Pero, en mi caso, me permitía tener una vida normal, la de cualquier adolescente. Yo vivía otra realidad, pero en el colegio era uno más: tomaba apuntes en clase, me compraba una coca-cola en el patio. Después tuve la educación de la pensión, en la que aprendés a limpiar tu habitación, a compartir todo. Eso es muy sano. El fútbol educa. Es una educación que puede parecer invisible, pero te enseña a respetar a tus compañeros, a cumplir horarios y a mantener una disciplina. Los sábados tenía partido y el viernes me tenía que ir a dormir temprano. E influyen los padres, por supuesto. En mi casa me recalcaban que me vaya a la cama cada fin de semana.
P. Mantuvo siempre a su entorno cerca. ¿Cómo es el equilibrio entre la gente que se le acerca, que alguna puede ser negativa y otra no, y protegerse con su familia?
R. No es fácil. Hay muchos intereses. Yo trabajo con mi familia y eso no quiere decir que sea lo mejor, porque hay que estar preparados y porque son temas delicados. Pero es lo que me hace bien. A veces pienso que estaría bueno que los clubes le pueden enseñar a los chicos a preparase para el profesionalismo, pero no sé si les conviene o les interesa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.