Vamos por el buen camino
El problema de los horarios se tendrá que subsanar y algún otro aspecto se podrá mejorar, pero esta Davis engrandecerá nuestro deporte. Necesita, simplemente, que queramos mirarla con buenos ojos
Durante estos días, uno de los temas más comentados tanto en la Caja Mágica como en los medios de comunicación que siguen la competición que allí se está celebrando, ha sido los intempestivos horarios en los que se han disputado algunos de los partidos, bien entrada ya la madrugada. La verdad es que sorprende ver duelos a altas horas de la noche, si bien es cierto que yo me sorprendo algo menos al haber vivido no pocas situaciones similares en todos mis años en el circuito profesional, sobre todo en Australia o en Nueva York, torneos con una complejidad organizativa, por cierto, bastante inferior a este evento.
Es evidente que no es lo deseable que una competición deportiva se alargue tanto, ni para los jugadores ni para los espectadores ni para la organización, aunque entiendo que con este formato y con estas condiciones logísticas esta realidad es casi insalvable. Me consta que los organizadores están tomando bueno nota de ello y en su ánimo está hacer las modificaciones pertinentes que permitan unos horarios más cómodos para todo el mundo en las próximas ediciones.
No es fácil encontrar unas instalaciones que puedan albergar un evento de esta magnitud, aunque una solución podría tener que ver con la duración del evento; hacerlo de diez o doce días como hacen, por ejemplo, los torneos de Indian Wells y Miami y contar, además, con dos fines de semana que darían mucho más margen para que se disputaran todos los partidos.
Los cambios innovadores, y esta competición sin duda lo es, suelen crear recelos, sobre todo entre las personas más aferradas a lo viejo y conocido. Y lo que ocurre, si nos dejamos llevar por ese espíritu susceptible, es ser más críticos que pacientes, mirar con lupa cualquier inconveniente que pueda surgir y dejar poco margen para que los responsables enmienden los errores.
Estos últimos dos días he estado en la Caja Mágica y he tenido la oportunidad de hablar con el director del torneo, Galo Blanco, quien me ha dado cuenta de todos los esfuerzos que se han llevado a cabo para adecuar las instalaciones, con cambios de vestuarios, de superficie y adecuación de logística para acoger dieciocho delegaciones con muchos de los mejores tenistas del mundo. He visto el ingente esfuerzo e interés tanto de él como de Gerard Piqué para que Madrid y España sean dignos anfitriones de la nueva Davis y he visto, además, que la gente está disfrutando de un impresionante ambiente y de partidos tan magníficos como emocionantes.
Yo prefiero tomar nota de todo lo positivo que he visto cuando he asistido a los partidos de España. Una pista central espectacular con los palcos y las gradas llenos, una organización que ha cuidado el más mínimo detalle, una atención exquisita a todas los equipos y un servicio de restauración, punto que suele flaquear en la gran mayoría de eventos, del máximo nivel, del gusto de cualquier paladar exigente y, además y no siempre es así, de sello español.
Evidentemente, el problema de los horarios se tendrá que subsanar y algún otro aspecto se podrá mejorar, como ocurre siempre en cualquier proyecto que se precie. Pero yo estoy convencido de que estamos en el buen camino de conseguir un evento que engrandecerá nuestro deporte y que necesita, simplemente, que queramos mirarlo con buenos ojos para descubrir sus grandes atractivos.
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