Christian Lealiifano, un placaje a la leucemia
El australiano alcanza su mejor nivel tras superar un duro tratamiento de quimioterapia y estar separado de su hijo recién nacido
En junio de 2016, Christian Lealiifano estaba sin fuerzas. Apretaba al máximo en los entrenamientos, pero la cosa iba cada vez peor. El sentido común daba una explicación: su hijo, que entonces tenía dos meses, debía ser el motivo de tantas noches en vela. Hasta que en un ejercicio empezaron a arderle las manos y los pies. El apertura pensó entonces que tendría algún tipo de virus, pero los análisis sanguíneos lo dejaron claro: leucemia. “Era una palabra tan pesada…”, recordaba en mayo tras completar su cuento de hadas con su regreso a los Wallabies.
Lealiifano desconectó cuando escuchó el término leucemia y puso rumbo al hospital. Ingresó un jueves por la tarde y empezó su tratamiento de quimioterapia ese mismo sábado. Perdió 12 kilos en apenas dos semanas, pero mantuvo una mentalidad positiva en busca de lo que él llamó “el mejor escenario posible”. Su diagnóstico conmocionó al rugby australiano. No era el principal apertura del país, lejos del carismático Bernard Foley, pero sí una figura muy querida.
En los primeros meses de vida de su hijo Jeremih, ambos debían estar separados porque cualquier mínimo contagio podría empeorar el cuadro médico del jugador ante una enfermedad especialmente dañina con las defensas sanguíneas. El objetivo de no dejar huérfano a su retoño fue una motivación esencial para su recuperación. “Solo verle ahí y sonreír… Tuviera pelo o no, tuviera cejas o no, me miraba exactamente igual. Eso para mí fue un auténtico regalo”. Tras un duro tratamiento y el trasplante de médula de una de sus hermanas, venció a la enfermedad y lleva dos años sin rastro de ella.
Lealiifano habla de un cambio de perspectiva vital detrás de un regreso portentoso. Apenas 11 meses después de su diagnóstico, estaba jugando con los Brumbies australianos los cuartos de final del Super Rugby, la principal competición de franquicias del hemisferio sur. No se quedó ahí su historia. Tras marcharse a Irlanda del Norte para jugar en Ulster, regresó a Australia y fue convocado tras seis años sin ser internacional. No solo ha recuperado su nivel, sino que ha alcanzado la mejor versión de su carrera a los 32 años.
Australia, que se mide a Inglaterra en el primero de los cuartos de final del Mundial de Japón (este sábado a las 9:15 horas), vivió en 2018 su peor año de resultados en seis décadas. Ante la disyuntiva, la federación decidió no poner fin a la etapa de Michael Cheika como seleccionador y entendió que mantener lo malo conocido era la mejor opción a menos de un año del torneo. En esas, Lealiifano ha dado al técnico una variante clave en el puesto de apertura ante los estragos de Foley, Kurtley Bealy o Matt To’omua.
Con orígenes samoanos y nacido en Auckland (Nueva Zelanda), el debut de Lealiifano con Australia, en mayo de 2013 durante la gira de los British & Irish Lions, apenas duró un minuto, noqueado al internar placar a Jonathan Davies. No destaca por su velocidad o envergadura, pero es un tipo versátil –puede jugar de apertura o centro– y muy inteligente. Su conocimiento táctico le convierte en un entrenador vestido de corto y brilla a la hora de trazar líneas con su patada hacia la banda, aspecto clave para una selección que ha apostado por un juego más plano. De ahí que ganar metros y forzar situaciones de ventaja con la delantera resulte crucial como invitación a la entrada de los tres cuartos. El duelo ante Inglaterra, a la que Australia eliminó cuatro años atrás en la fase de grupos de su Mundial rumbo a la final, definirá el legado de Cheika. Y Lealiifano es un comodín impagable. Dentro y fuera del campo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.