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El mayor abrazo de El Molinón a Quini

La afición sportinguista aclama a El Brujo tras un triplete al Espanyol en un partido que empezó abrocándole a él y a su hermano por unas polémicas declaraciones

Quini, contra el Rayo Vallecano en 1979.
Quini, contra el Rayo Vallecano en 1979.Ubaldo Puche

El 2 de diciembre de 1973 el Sporting visitó el Camp Nou. Quini, que estaba ya por su sexta temporada en el club, tenía 25 años y hacía tres que era internacional. El Barcelona llamaba a su puerta. En el equipo también estaba su hermano Jesús, dos años más joven, portero titular, conocido como Castro.

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La víspera, el periódico deportivo barcelonés Dicen publicó una entrevista a dúo firmada por el corresponsal en Gijón, José Vicente Piñera. En ella se quejan, en un tono no excesivo, de su situación económica. Quini expresa su deseo de ser traspasado “con el consentimiento de la directiva y la afición”. “Me quedaría muy a gusto en el Sporting si nadie se interesara por mí”. Dice que para estar en un club modesto está bien pagado, pero que la diferencia respecto a lo que podría ganar en otro lado es mucha.

El caso de su hermano era diferente. Se queja de que cualquiera que llega al club gana más que él: “No gano ni la mitad de lo que merecería, de ahí viene mi baja forma. La moral no es la misma”. También admiten que en la anterior temporada, tras una reclamación de mejora no atendida, decidieron plantarse y no jugar contra el Betis, aunque al final... “jugamos porque nos obligaron”.

El partido acabó con victoria del Barça 5-1. Quini marcó el solitario gol, pero su hermano encajó cinco. El día siguiente, el mal resultado (séptima derrota en 12 jornadas) se mezcló con las declaraciones, recogidas por El Comercio, y llenaron de indignación a los aficionados. Sobre todo lo de Castro, en cuyas palabras se percibió una velada insinuación de que mientras no le mejoraran…

Fue el tema de toda la semana. Un chiste de El Comercio saca a dos aficionados hablando: “Castro y Quini dicen que ganan poco”. “Pues no les falta razón, en lo que va de Liga solo han ganado cinco partidos”. El día siguiente insiste en el tema: un portero vestido como tal hablaba con un directivo: “O me suben la moral o me meterán los goles de dos en dos”.

No se habla de otra cosa. El viernes, el club decide multar a los dos, a Quini con 10.000 pesetas y a Castro, con 30.000. Para algunos la sanción era corta, para otros no era para tanto, y en Llaranes, el barrio de Avilés donde se criaron, se abrió una colecta para reunir la cantidad.

El domingo se recibe al Espanyol. Ante la situación, los dos hermanos publican una carta conjunta en la prensa local. Tienen la gallardía de no echar la culpa al mensajero. Admiten lo dicho y lo razonan. Expresan que la vida del jugador es corta, que es legítimo aspirar a ganar más y hacen promesas de cariño hacia el Sporting.

Cuando el equipo salta al campo y forma para la foto, la bronca es tremenda. Al disolverse el grupo tras el posado, Quini recibe un guiño de solidaridad del medio José Manuel, y le responde: “Tranquilo. Esto lo arreglo yo con dos goles”.

Cada vez que la toca uno de los hermanos hay pitos. En el minuto 17, Quini recibe en la media un pase de Valdés, avanza unos metros y antes de llegar al área suelta un zambombazo que se cuela por la escuadra izquierda de Bertomeu. Tras el ritual clamor de ¡Gooool! suenan algunos aplausos cuando regresa al centro del terreno. En el 25 hay una falta de Granero a Churruca junto al lateral del área. La saca el propio Churruca y Quini, ganando a De Felipe y Bertomeu, machaca el 2-0 de imponente cabezazo. Más aplausos.

El acabose llega en el 36, cuando Valdés avanza por la izquierda, envía al área y allí aparece Quini, que empalma en el aire; el balón sale como una exhalación, pega en el larguero y entra. El campo se llena de pañuelos blancos. El resto del partido, de la semana y del mes no se hablará de otra cosa que de esos tres goles de Quini. Sustituido en el 83, se marchó bajo una estruendosa ovación. El enfado de El Molinón se transformó en un abrazo de miles de almas a Quini y, por extensión, a su hermano.

Siguieron las ofertas del Barça y Quini salió, ya en el 80, con 31 años, a cambio de 82 millones de pesetas. Tras cuatro temporadas en el Barça, regresará al Sporting para jugar allí tres más y retirarse ya con 37. En cuando a su hermano Jesús, siguió en el club hasta su retirada, ya con 33 años, rodeado de cariño y respeto. En total jugó 18 temporadas, ejemplo perfecto de one club man. Falleció en 1993 en la playa cántabra de Amió, ahogado tras salvar a un turista inglés y sus dos hijos.

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