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Sprint fulgurante del irlandés Sam Bennett en Alicante

El corredor del Bora se impone por una bicicleta en una llegada a la que no llegó su gran rival, Fernando Gaviria, herido en una rodilla

Carlos Arribas
Sam Bennett se impone en la meta de Alicante.
Sam Bennett se impone en la meta de Alicante.JAVIER LIZÓN (EFE)

Como si envuelta en la calima que agobia en la costa, y el calor que ablanda los sesos, la Vuelta es aún una masa borrosa, una penumbra en la que los ciclistas se mueven a tientas. ¿Superman está bien o muy bien? ¿Y Roglic? ¿Nairo es más que un ataque de orgullo y de una voluntad sola de decir este soy yo, soy colombiano, tengo ya 29 años y, aunque vestido de verde me pregunte quién es ese, aún estoy tan vivo como los colombianos jóvenes?, se preguntan, y esperan que un rayo en la puerta de la caverna que les permita ver, y decir, ah, eso sí, eso es una realidad incuestionable.

Abren los ojos y unos relámpagos les deslumbran.

Les casi ciega una realidad tan real como el Superratón casi atómico Sergio Higuita, tan brillante y definido como su sonrisa tan de niño, un colombiano jovencito, delgadito y fino, de 54 kilos, que es capaz de mover 1.000 vatios durante un rush de unos segundos, tantos como 18 vatios por kilo, un modelo de crack diferente de todo lo que se encontraba en el mercado mundial, y en una meta volante aparece de la nada y en un nada les enseña la rueda trasera a todos los demás, y ni parpadea. Y también sube las montañas rápido, mucho más ágil que Fernando Gaviria, la potencia veloz pura de Colombia que, aún afectado en su rodilla por el golpe que sufrió cuando el piscinazo de Torrevieja derribó a todo su equipo, se queda descolgado en un tercera y no puede llegar a hacer aquello por lo que le pagan, disputar sprints y, claro, ganarlos.

Lo gana una presencia real, real, y sólida, un irlandés fulgurante con tréboles en su maillot de campeón nacional que saca una bicicleta a todos en un sprint que fue un visto y no visto en el puerto de Alicante, donde un poquito de brisa fresca les anuncia a todos que se preparan tormentas apocalípticas que estallarán los días que vienen. Se llama Sam Bennet, tiene 28 años, empezó a ganar etapas como un loco en el Tour de Turquía hace un par de años, también conquistó el Giro (tres victorias en el 18) y como se siente poco valorado por su actual equipo, el Bora de Sagan, que no le quiso llevar al Tour, se va a ir al Deceuninck, el equipo que trata a los sprinters como reyes. Posa para la foto con su compatriota Roche, que sigue líder, y augura: “Espero que ahora en los pubs la gente vea también ciclismo”. Y en el podio se bebe una cerveza.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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