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La máquina universitaria que alimenta el fútbol femenino en Estados Unidos

Las jugadoras norteamericanas encuentran en las universidades los medios para entrenar que los clubes dan a los hombres en Europa

Pablo Ximénez de Sandoval
Aficionados de Estados Unidos, en el partido contra Suecia el 20 de junio.
Aficionados de Estados Unidos, en el partido contra Suecia el 20 de junio. Alessandra Tarantino (AP)

Enfrentarse a un equipo norteamericano de fútbol no es algo que en general deba inquietar a cualquier selección europea. A no ser que se trate de mujeres. España se enfrenta este lunes a una selección que lleva un cuarto de siglo dominando este deporte y que sale, precisamente, de un país que lleva los mismos años intentando que su selección masculina sea algo más que una comparsa en los mundiales. Las razones de esta disparidad hay que buscarlas en un sistema de universidades grandes y clubes pequeños, exactamente lo contrario del sistema europeo para encontrar y entrenar jugadores jóvenes.

La selección de fútbol femenino de Estados Unidos ha conseguido encadenar tres generaciones extraordinarias de futbolistas. La primera parte de la explicación es cultural. En un país donde los deportes más populares son el fútbol americano, el béisbol, el baloncesto y el hockey sobre hielo, el fútbol tuvo siempre una fama de deporte blando que le acabó convirtiendo en el deporte de las chicas. Su crecimiento fue exponencial durante los años noventa. En 1980 había 40.000 chicas jugando al fútbol en los institutos de secundaria de Estados Unidos, según las cifras de la Federación de Institutos. En 2015 eran 375.000: el 20% de todas las chicas de secundaria que hacen algún deporte, juegan al fútbol. Seguramente se trate de la cantera de jugadoras más grande del mundo.

“Aquí, el fútbol es el deporte de chicas por excelencia”, dice Julia Hernández, madrileña de 22 años que ha estudiado jugando al fútbol toda la carrera de Matemáticas en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Hernández juega de delantera (“cualquier sitio arriba, en realidad”) y ha sido la capitana del equipo de fútbol de UCLA, uno de los mejores del país. “Aquí si eres una chica se espera que juegues al fútbol. Nadie te mira mal. En España es al revés”.

Hernández recuerda cuando se aficionó a jugar al fútbol con 12 años en Madrid y tenía que aguantar comentarios en el patio, en el parque y en las ligas madrileñas. Hasta que no tocaba la bola no la empezaban a respetar en los equipos de chicos. “Hasta los padres en la grada se reían ‘uy, tened cuidado con la niña”. Desde los 14 jugaba en la Segunda División del fútbol femenino español. Jugó con la selección madrileña, ganó tres campeonatos de España. Cuando llegó el momento de ir a la universidad, se dio cuenta de que en España era imposible estudiar, jugar y mantenerse económicamente al mismo tiempo.

Con la beca de fútbol de UCLA, Julia Hernández ha visto en primera persona el poder del fútbol femenino en las universidades de EE UU y la diferencia con España. La gigantesca cantera de mujeres que han crecido jugando al fútbol en su colegio se ha trasladado a la universidad, de donde luego sale la élite del soccer femenino. Primero, por los medios. “Aquí es obligatorio que haya la misma inversión para deportes de chicas y de chicos”, explica Hernández. Ella se entrena en las mismas instalaciones que han utilizado en pretemporada el Real Madrid, el Barcelona, el Chelsea o el Manchester United, desde el campo hasta los fisioterapeutas. A Hernández le dan un cheque mensual “que es 20 veces lo que me pagaban en Madrid”. Y además, le han pagado una carrera en UCLA que le habría costado 60.000 dólares al año.

Esa época entre los 18 y los 22 años es el periodo en el que se decide si una chica va a intentar ser profesional o no. Y en España, todas las condiciones juegan en contra. El fútbol en Europa está en manos de poderosos clubes privados, no de las universidades. La poca inversión y el poco interés de los clubes definen la diferencia de nivel con Estados Unidos. “Aquí tienes cuatro años donde te dan todo y más, te tratan como un profesional del Real Madrid. Entrenas todos los días con gente de nivel olímpico. Ese periodo de cuatro años es el espacio perdido en España, donde la gente se plantea si merece la pena estar jugando sin cobrar y encima no poder estudiar. Aquí te lo dan todo para que puedas hacerlo”.

Es decir, en Estados Unidos el sistema universitario les da a las chicas lo que el sistema de clubes les da a los chicos en Europa. Las canteras que alimentan al Barcelona o al Real Madrid, en Estados Unidos son las universidades. “En ese periodo ente los 18 y los 22, en España los chicos están en tal o cual cantera formándose de una manera increíble y cobrando un pastón”, apunta Hernández. El sistema universitario permite que las chicas puedan hacer en EE UU lo que no pueden hacer las españolas. De ese sistema salen luego las Mia Hamm (Universidad de North Carolina, 1989-1993), Abby Wambach (Universidad de Florida, 1998-2001) o Alex Morgan (Universidad de Berkeley, 2007-2010).

Ese sistema tiene otra cara. Lo que para las mujeres es una ventaja frente a sus rivales europeas, para los hombres es una desventaja. Parte del fracaso de la selección masculina de Estados Unidos se explica porque sus jugadores han pasado la época clave de su formación en la universidad, jugando a un nivel que no se puede comparar con las canteras o las divisiones inferiores europeas. Esas dos caras del sistema son evidentes en la competición. El mejor equipo de la liga profesional MLS difícilmente aguantaría en una primera división europea. Mientras, un equipo universitario de chicas como el de Stanford le ganó al Espanyol de Barcelona en un partido en 2018. Del equipo de UCLA de Julia Hernández, dos están jugando el Mundial de Francia.

Julia Hernández ha acabado la carrera y se vuelve a España este verano. Está empezando a recibir ofertas. Ve movimiento. Advierte que, con el auge del fútbol femenino, van a empezar a cambiar las tornas. “Cuando haya más dinero en el fútbol femenino, el sistema universitario de Estados Unidos se va a quedar atrás”. Es decir, si los clubes europeos les dan a las chicas buenas condiciones para formarse en la época clave de su carrera, acabarán siendo mejores, igual que los chicos. “Si yo tengo 17 años y me dan 3.000 euros en España me quedo allí. Me vendría a EE UU por otras cosas, pero no a jugar al fútbol”.

El anuncio de que el Real Madrid ha comprado un equipo de fútbol femenino para competir en la Primera División va exactamente en la dirección que apunta Hernández. Ella vuelve a un país distinto del que se tuvo que ir. “Ahora me están llamando, hay agentes que me buscan. De esto se van a beneficiar las siguientes. Me siento orgullosa de ser de la generación que ha abierto puertas”. Si hay inversión de los clubes e interés, es decir, si los clubes dan a las jugadoras españolas lo que las universidades de EE UU dan a las suyas, el nivel se igualará, y a largo plazo la diferencia entre España y Estados Unidos en fútbol femenino será la misma que en el masculino. Desgraciadamente, el partido es este lunes.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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