Alexia Putellas: “Yo antes era mala hostia pura”
La exigente centrocampista de la selección dice que empezó a disfrutar del fútbol hace poco, cuando aprendió a perdonarse los errores y a no frustrarse por ellos
“Soy consciente de que tengo mala hostia…”, confesaba sin tapujos Alexia Putellas en un programa —“un desayuno con”— grabado por la tele del Barcelona. Era diciembre de 2018. Era otra Alexia; diferente a la que estos días, en la concentración de la selección española en el Mundial de Francia, cuenta cómo y por qué ha cambiado. “La Alexia de antes era mala hostia pura, de enfadarse con todo el mundo y conmigo misma. La de ahora es una Alexia totalmente diferente, me cabreo conmigo misma, pero no hasta el punto de frustrarme. Y en cuanto a las compañeras, si una no da un pase lo primero que pienso ahora es que yo no estaba bien colocada. Intento no entrar en el círculo de frustración, ni hacer reproches”, confiesa la centrocampista del Barça y de la selección sentada en la sala de prensa después del entrenamiento.
Titular contra Sudáfrica y Alemania, aguarda ahora el duelo del lunes contra China. Putellas, que nació en Mollet del Vallès (Barcelona) hace 25 años, tiene más de 200.000 seguidores en Instagram, pero no se pasa el día colgando fotos ni grabando stories. Es bastante discreta, madura y centrada en lo suyo. Imagen de Nike desde que tiene 19 años —todo un éxito para una futbolista española—, reflexiona sobre lo que conlleva eso. “Te voy a ser sincera, ser imagen de una marca grande de puertas afuera te exige más. Tienes el foco encima, estás obligada siempre a hacer de más porque si haces lo mismo no es suficiente; al ser imagen de tienes que justificarlo. Lo he sabido llevar desde el principio y he conseguido aislarme de todo eso. Por suerte no necesito que lo de fuera me suba o baje la autoestima”, analiza.
“He conseguido el equilibrio perfecto. No puedo estar pensando: ‘tengo que hacer un partidazo porque soy imagen de y tengo que estar demostrándolo constantemente’. Si pensara así, estaría muerta. Tienes que encontrar el equilibrio, hacer las cosas por ti y por el equipo, estar comprometida con el grupo y con nada más porque, en el fondo, siempre van a esperar más de ti…”, analiza.
Encontrar ese equilibrio no fue fácil, ni inmediato, le llevó tiempo y un cambio de mentalidad. Una vez conseguido, dice, ha logrado disfrutar del balón y del juego. Lo explica cuando se le pregunta cómo se ve el fútbol con 25 años. “Muy diferente a cuando tenía 18-20. Allí no era consciente de prácticamente nada, ni del fútbol ni de la vida. Con 18 años no te paras a pensar, ni a disfrutar de las cosas pequeñas, no eres consciente de donde estás. Ahora sí que lo soy. No tiene nada que ver la Alexia de 18 años que la Alexia de ahora. Ahora disfruto; tengo más responsabilidad, claro, pero es bonito. Son cosas a las que te tienes que ir haciendo para llevarlas de la mejor manera posible”, confiesa.
¿En qué ha cambiado más? “En ser consciente en cada momento de lo que toca. En cuidarme a mí misma, a las compañeras y al equipo. Cuando tienes 18 años tienes la cabeza pacá y pallá y estas un poco más en el aire, con 25 tienes esa estabilidad necesaria en el fútbol”, responde.
No le gusta definirse a sí misma, pero lo resume así: “Intento en cada balón tomar la mejor decisión en beneficio del equipo. Se trata de darle facilidades a las compañeras”. Exigente, siempre vuelve a ver sus partidos, sobre todo aquellos en los que se ha ido con mala sensación. También es honesta cuando dice que tuvo que aparcar los estudios de ADE porque no fue “capaz” de compaginarlos con el fútbol. “Todas las compañeras que consiguen sacarse una carrera en la selección jugando Champions y LIga, para mí tienen un mérito impresionante. Lo intenté y se me hacía imposible, el estrés me afectaba negativamente. Me dije: tienes la selectividad, en cualquier momento puedes empezar otra vez una carrera. Cuando tenga tiempo y ganas lo haré bien y no como lo estaba haciendo", explica.
¿Hay que ser muy autocrítica o vale con un poco? “Yo lo soy mucho; pero he aprendido cada vez más a aceptar que cometemos errores. Al principio no me permitía ninguno, y eso lo que hacía era frustrarme. Hace un par de años hice un cambio de chip y se nota. Al final madurar es aceptar que en un partido siempre cometerás algún error... se trata de minimizar el peligro”, cuenta. ¿Ese cambio salió de usted? “Sí, era demasiada exigencia y demasiada autocrítica. Está claro que todos queremos mejorar y ser mejores, pero lo estaba encaminando mal. Ahora sé que no soy tan buena cuando hago un partidazo ni tan mala cuando no aparezco. Encontrar ese equilibrio y esa estabilidad es lo que me hace disfrutar”, concluye.
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