El cante ante Suecia en Pacaembú
En el Mundial de 1950, aquella derrota por 3-1 hizo que quedásemos cuartos, con un punto, mientras Uruguay, con la que habíamos empatado, fue campeona del mundo
Era el Mundial de Brasil 1950, el primero de la posguerra. España salió campeona de grupo, tras ganar a Estados Unidos, Chile e Inglaterra, gol de Zarra mediante. Los otros campeones de grupo fueron Brasil, Uruguay y Suecia. Por única vez, aquello no se resolvió con semifinales y final, sino con una liguilla.
Arrancamos ante Uruguay, jugamos mejor, íbamos ganando 2-1 cuando, en el minuto 72 un tirazo de Obdulio Varela desde lejos pilla despistado a Ramallets. El partido acaba 2-2 y los uruguayos se abrazan, tal era nuestro prestigio. Entre tanto, Brasil despachaba a Suecia 7-1.
La segunda fecha nos enfrentamos a Brasil, cuya torcida desempolvó una marchinha de Carnaval de 1938, ‘Touradas de Madrid’ (una burla de nuestras costumbres) para zaherir a España, que hace su primer mal partido. Ramallets se descose del todo. La cosa empieza con un autogol de Parra y luego van cayendo sus goles, como ladrillos, hasta el sexto. Al final, Igoa marca el de la honrilla. Acaba 6-1. A su vez, Uruguay gana a Suecia 3-2.
Y llega a la última jornada. Los pronósticos dan a Brasil como campeonísima; se supone que Uruguay se llevará otro saco, así que acabará con tres puntos. Ganando a Suecia, podríamos tener también tres puntos, y quizá mejorar el golaveraje de Uruguay, así que seríamos subcampeones. Y vendríamos proclamados como la mejor selección europea, campeones continentales oficiosos en tiempos en que no había Eurocopa.
El partido se espera con ilusión. Lo del 6-1 se toma como un accidente, fruto de un ambiente artificial. Los partidos anteriores han sido todos buenos, ante Uruguay se mereció ganar, a Suecia la ganaremos también, es la opinión general. Se desentierra el recuerdo del único precedente, que data de 1920, en Amberes. Ganó España un choque atroz, que solo acabaron ocho españoles y siete suecos. Fue el día del “a mí el pelotón Sabino, que les arrollo”.
Va a ser un gran final del campeonato, seguro. Así lo vive la gente, a través de lo que escriben los enviados especiales y de lo que cuenta Matías Prats en Radio Nacional. El gol de Zarra a Inglaterra está en todas las tertulias. Hay optimismo.
Benito Díaz refresca el equipo. Vuelve el veterano Eizaguirre por Ramallets, caen los hermanos Gonzalvo, lateral y medio, sustituidos por Asensi y Silva, cae Igoa, que deja el sitio a Rosendo Hernández y cae Gaínza, para que entre por su lado Juncosa. También cae Molowny y eso provoca polémica. Molowny había jugado ante Brasil por lesión de Panizo y fue de los pocos que se salvaron de la quema. Pero el titular era Panizo. Cuando se anuncia la víspera su regreso, el madridismo incomodó. Molowny era un ídolo de dimensión comparable al Butragueño de los ochenta, y sus ausencias en la selección se achacaban a la amistad entre Zarra, Panizo y Gaínza.
La cita es el Pacaembú de Sao Paulo, el 16 de julio, donde al tiempo que se juega se radia el Brasil-Uruguay. De no ser por eso, no hubiera ido nadie, y aún así muchos prefirieron quedarse en casa.
En España también se escucha la radio, se escucha a Matías Prats, cuyo grito del gol de Zarra a los ingleses aún reverbera. Con los cambios anunciados, España sale con Eizaguirre; Asensi, Parra, Gabriel Alonso; Silva, Puchades; Basora, Rosendo Hernández, Zarra, Panizo y Juncosa.
Aquello empieza regular y va a peor. Eizaguirre falla en el primer gol, al conceder rebote en un tiro que no iba muy fuerte. Casi de inmediato, en un choque, queda inútil. “¡Claro, le han sacado sin curar porque lo ha impuesto Zarra y ahora, mira…!”, es el grito en Madrid. Luego resultará que la lesión es en la otra pierna, y será grave: fractura de la cabeza del peroné. Los compañeros le envían el balón con frecuencia, en un reflejo condicionado que resulta perjudicial, porque los pierde todos. Antes del descanso llega el 2-0. Panizo juega la segunda mitad en un extremo, casi inmóvil. Luego se quejará de que le hayan hecho salir, y vista la gravedad de la lesión sonó a inhumano. Hay un tercer gol de Suecia. Aquello amenaza goleada cuando paran. Muy al final, Zarra marca ‘el de la honrilla’, como Igoa ante Brasil.
La desilusión es terrible. Nos quedamos cuartos, con un punto, mientras Uruguay, con la que empatamos, es campeona del mundo. Eso escuece aún más. Ganando a Suecia podríamos haber sido los mejores de Europa y presumir de que el campeón nos empató y de chiripa. Todo ello además de haber ganado a Inglaterra en su primer Mundial.
El regreso es un duelo, con lluvia de reproches cruzados. Con el tiempo, aquel cuarto puesto se recordó como un logro, pero en su día, aquella caída con Suecia resultó un berrinche descomunal.
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