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PISTA LIBRE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La marea de la Premier y la oposición española

La Premier tiene todo, pero el Real Madrid y el Barça son todavía los dos grandes polos magnéticos del fútbol mundial

Santiago Segurola
Salah, con la copa de Europa.
Salah, con la copa de Europa.Matthias Hangst (Getty )

Antes de que los ricachones de ahora olviden sus humildes orígenes y conviertan el fútbol en una aborrecible fiesta privada, se pronostica un cambio de ciclo en Europa, donde cuatro equipos ingleses han disputado las finales de las dos grandes competiciones. No hay novedad por lo que respecta al carácter cíclico del fútbol. Con las excepciones de rigor, se considera que los años cincuenta y sesenta fueron dominados por los equipos del sur de Europa (España, Italia y Portugal) y que la década de los setenta fue definida por los norteños y centroeuropeos (Ajax y Bayern fundamentalmente). Así sucesivamente hasta ahora. La última hegemonía ha correspondido al fútbol español, con siete títulos de campeón de Europa —cuatro el Real Madrid, tres el Barça— en los últimos 10 años, pero todo indica que la ola inglesa ha llegado.

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Las razones del advenimiento son fáciles de descifrar: la Premier League ingresa más dinero que ningún otro campeonato, administra con sabiduría su prestigio y por fin ha sido capaz de romper algunos de los desgastados códigos que le impedían avanzar. Más que los jugadores, y los hay magníficos en la Premier, la revolución ha correspondido a los entrenadores, y en particular a dos de ellos: Pep Guardiola, ganador este año del triplete inglés con el Manchester City, y Jürgen Klopp, el hombre que ha acabado con las tribulaciones del Liverpool.

Nada cambiará en el escenario de la Premier. Sus grandes clubes acudirán al mercado en una posición ventajosa. Klopp, Guardiola, Pochettino, Emery y quizá Sarri seguirán en los mejores equipos ingleses. Los recientes éxitos en Europa serán convenientemente publicitados en el mundo, con el rendimiento que eso supone en derechos televisivos en otros continentes, sobre todo en Asia, y patrocinios de toda clase. Todos se beneficiarán, incluidos los clubes medianos y pequeños, en perfecta disposición para desplegar el fulgor de la libra en los mercados correspondientes de España, Francia y Portugal, principales proveedores de futbolistas para la zona media y baja de la Premier.

La marea avanza, pero no es inevitable. El fútbol español dio un salto atrás con el caso Neymar. Dejó el Barça por el París Saint Germain, operación de gran contenido simbólico. La estrella de una formidable institución eligió un club sin apenas historia, pero con dinero a mansalva. Tampoco ayudó el traspaso de Cristiano a la Juve, quizá menos en el terreno simbólico que en el estrictamente futbolístico. El Madrid ha sido una sombra de equipo. Aunque podría sospecharse un declive de LaLiga, la realidad invita a una cierta esperanza.

La Premier tiene todo, pero el Real Madrid y el Barça son todavía los dos grandes polos magnéticos del fútbol mundial. La situación de Neymar, sumido en decepciones con el París Saint Germain, confirma que los dos grandes clubes españoles ofrecen un valor añadido, incluso cuando se encuentran en estado de crisis, como ocurre este año. Desprenden un fulgor que ningún equipo inglés iguala.

Basta observar el próximo mercado de verano, extremadamente agitado por lo que parece, para señalar la capacidad del Barça y del Madrid para competir y ganar. Eden Hazard, que tiene todo el fútbol inglés a su disposición, ha elegido el Real Madrid. Frenkie de Jong, el reputado centrocampista del Ajax, se decidió por el Barça en lugar del Manchester City, donde Pep Guardiola le preparaba un equipo a su medida.

Hace tiempo, Txiki Begiristain dijo que cuando el Real Madrid iba a por un jugador había que apartarse, no había forma de resistir. Algo parecido suele ocurrir con el Barça. Es verdad que la Premier se ha revitalizado y vive días felices, pero de ahí a pensar en una inmediata hegemonía, dista un abismo.

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