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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Zarpazos de Tigre desde el más allá

El equipo argentino fue relegado a Segunda por un reglamento absurdo, pero sigue despedazando rivales en la Copa

Enric González
Pérez Acuña y Lucas Janson, tras un partido de Tigre.
Pérez Acuña y Lucas Janson, tras un partido de Tigre.RODRIGO VALLE (GETTY)

En una película reciente llamada The revenant, o El renacido, el protagonista es un trampero que pasa por las fauces de un oso, es arrastrado por una catarata, cae por un precipicio y, entre terribles heridas e infecciones, se mantiene con vida. Puede pensarse que el personaje, interpretado por Leonardo DiCaprio, está en realidad ya muerto, pero sigue respirando hasta cumplir su venganza.

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Lágrimas de Tigre
Todos los artículos de Enric González

Algo así está ocurriendo en el fútbol argentino. Hay un equipo que sufrió la desgracia más tremenda y, a causa de un reglamento absurdo, cayó a Segunda hace unas semanas. Sin embargo, ese equipo se niega a morir. Permanece luchando sobre el césped y parece dispuesto a hacerlo hasta vengarse de la Asociación de Fútbol Argentino, de la Superliga y de la Conmebol. Desde el más allá, Tigre enseña los colmillos y las zarpas.

En estas páginas (ver Lágrimas de Tigre) se contó la historia desgraciada de este club del norte bonaerense. Terminó la temporada en el noveno puesto de la tabla, lo que le clasificaba para disputar la próxima edición de la Copa Sudamericana, pero a causa del sistema de promedios históricos, uno de esos extraños mecanismos argentinos inventados para favorecer a la oligarquía, futbolística en este caso, descendió a la B. Fue condenado porque hace ocho o diez años, con otros jugadores vistiendo la camiseta, obtuvo malos resultados. Y la condena vino aparejada de ensañamiento: se le privó también de la competición continental.

El oso burocrático zarandeó a conciencia al pobre Tigre. El llamado Matador quedó medio desangrado. Lo que ocurrió a continuación fue asombroso. Tigre se levantó y se adentró furioso en la Copa de la Superliga. Despedazó a Colón en la primera eliminatoria. A Unión en la segunda. A Racing, campeón de la Superliga, en cuartos de final. Y a Atlético Tucumán, con un global de 6-0, en semifinales. Tigre ya está en la final. Esto se escribe antes de que se conozca el resultado de la otra semifinal entre Boca y Argentinos: uno u otro será el rival de Tigre el próximo domingo.

Y ahora, ¿qué? Ahora reaparece el oso burocrático. Según el reglamento, el campeón de la Copa de la Superliga obtiene una plaza en la Copa Libertadores y el subcampeón, una plaza en la Copa Sudamericana. La Conmebol, quizá impresionada por la tenacidad de Tigre, se ha echado atrás y acepta que un descendido juegue un torneo continental. La Superliga dice que Tigre podrá ir a la Libertadores sólo si gana la final. El caso es que Boca ya está clasificado para la Libertadores y, de ser la final Boca-Tigre, Tigre entraría automáticamente también en la Libertadores, ganara o perdiera: eso dice la AFA. Veremos quién se impone en esa disputa entre despachos.

Lo esencial es que Tigre está cerca de cobrar venganza. Los organismos burocráticos que lo condenaron con sus reglamentos se pelean ahora entre ellos, y vuelve a hablarse de acabar con el absurdo mecanismo de los promedios. Mientras, el club del Delta se asoma a la máxima competición continental. Es el éxito casi de ultratumba de un equipo que, de la mano del técnico Néstor Gorosito, llamado Pipo, ha jugado un buen fútbol durante toda la temporada. El mejor fútbol, según algunos. El centro del campo, con tipos como Menossi o Prediger, inventa, realza, sostiene y destruye. La defensa es sólida. Morales ejecuta bien en el área. No hablamos de maravillas, sino de juego solidario y vibrante. Fútbol modesto, pulido hasta la brillantez.

Un detalle importante: la del próximo domingo es la primera gran final que disputa Tigre en 117 años de historia. ¿Cómo no estar con El renacido?

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