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Messi se queda en el intento

El argentino, primer jugador en la historia que marca en seis finales coperas, fue el único que inquietó al Valencia

Jordi Quixano
Messi ante Rodrigo y Coquelín en la final de Sevilla ante el Valencia.
Messi ante Rodrigo y Coquelín en la final de Sevilla ante el Valencia.Miguel Morenatti (AP)
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Antes de la final de la Copa, todo el barcelonismo señalaba a Messi como el mejor antidepresivo posible, el ungüento que podía revitalizar a un equipo que se quedó cojo y tuerto en Anfield, también anémico. “Esto lo soluciona el enano”, se escuchaba por los vomitorios del Villamarín al tiempo que su padre Jorge y su hermano Rodrigo buscaban las localidades asignadas en el estadio junto a unos pocos amigos. Pero el día en el que se decidió envolver a Messi de centrocampistas, pues hasta cinco le escudaban en el tapete si se atiende a Coutinho como tal, el argentino se quedó más solo que la una. Y aun así, casi bastó.

Cuando el autobús llegó al estadio, Messi bajó flanqueado por Luis Suárez, mate en mano y gorra calada hacia atrás, y por Rakitic. También estaba atento el jefe de seguridad del club y varios policías, preocupados por rodear al 10. Algo similar ocurrió sobre el césped. Pero no funcionó. Entre otras cosas porque Suárez decidió operarse de la rodilla para jugar la Copa América antes que la Copa, por lo que no había un delantero centro disponible —el chirriante Boateng también estaba con molestias—, acaso un juvenil como Abel Ruiz que ni siquiera entró en la convocatoria. Por lo que Messi jugó de falso nueve como hiciera con Guardiola, con la salvedad de que entonces se hizo como una treta táctica que descompuso al Madrid (2-6 en 2009) y anoche fue por necesidad. Asunto torcido.

Pronto entendió Leo que no podía ganarse un hueco entre la abigarrada zaga rival y las generosas ayudas de la línea contigua. Tres bolas tocó de inicio; tres bolas perdió. Capaz de interpretar el juego y las flaquezas rivales a la carrera, comprendió que debía buscar su espacio entre las líneas, momento en el que el equipo empezó a jugar y Messi a relacionarse con el balón. Le devolvió una pared a Coutinho que se quedó en chasco porque el brasileño se enredó al armar el disparo; le tiró un caño precioso a Coquelin; y probó a Jaume con un chut con la derecha tras un pase vertical de Busquets. Pero cuando el Barça parecía decir la suya, llegó el gol del Valencia y Messi se quedó de brazos en jarra en la medular. Estaba, de nuevo, solo.

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Con Busquets atrás para dar salida de balón y con Arthur y Rakitic más pendientes de los costados que del frente —así se lo explicó Leo al croata en el parón para beber agua—, al equipo le costó enlazar con Messi. También a Alba, su socio más querido. Más que nada porque Leo no entraba desde atrás en busca del remate sino que estaba en el área y por arriba no ganaría ninguna. Y, en la ocasión que se quedó atrás para aguardar al pase de la muerte, el lateral optó por centrar alto a Coutinho. Leo le lanzó un reproche. Suficiente para que no volviera a ocurrir, pero también un castigo letal. En la siguiente acción, Alba probó el pase atrás y les sisaron el balón. Contra de órdago, pase a la espalda de Alba, victoria en la carrera de Soler y segundo gol. Messi bajó la cabeza. Pero no las pulsaciones.

Solo Leo incomodó al Valencia. Bien con disparos lejanos —una estirada fabulosa de Jaume le privó del premio del gol—, con faltas desde la frontal que no encontraron portería… También con un chut con rosca envenenada que solo la cruceta se atrevió a negar. “¡Messi, Messi!”, repetía la afición del Barça, esperanzada con uno de sus milagros. Y lo hizo a medias a la salida de un córner lanzado por Malcom y rematado por Lenglet al poste; pues cogió el rechazo y la empujó a la red para ser el primer jugador en marcar en seis finales de Copa (2009, 12, 15, 17, 18 y 19). Momento en el que Piqué se puso de delantero centro y Messi reculó para ser el origen y el final de la jugada. Pero ya no dio tiempo. “No eres tú, son ellas”, decía Leo en un anuncio que se repetía en el vídeomarcador del estadio antes del duelo, en referencia a sus botas y su dominio. Acabada la final, bien se pudo aplicar el eslogan a la inversa. Leo no salió mal, sino todo lo demás.

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