Unai Emery prolonga la interminable transición del Arsenal
Gestionado por sus propietarios estadounidenses como una franquicia de la NFL, el rendimiento deportivo del club de Londres no es equiparable a su poderío económico
Las calles de chalés victorianos de Highgbury aparecían casi desiertas en su tranquila regularidad geométrica en la tarde del miércoles. Ni los modernos condominios que rodean al Emirates Stadium agitan la vida social de este núcleo urbano de clase media del suburbio de Londres. Tampoco la inminencia de la ida de la semifinal de la Europa League que enfrentará este jueves al Arsenal con el Valencia.
El barrio parece tan aletargado como el club. Según el informe de Deloitte el Arsenal es la quinta sociedad más rica del fútbol británico después del United, el City, el Liverpool y el Chelsea; y la novena más rica del mundo con unos ingresos totales de 440 millones de euros al cierre del ejercicio 2017-18. Su poder financiero supera al del Tottenham, la Juventus o el Atlético de Madrid. Pero la gráfica de sus resultados describe una dulce curva declinante. Desde que fueron campeones de la Premier por última vez, en 2004, el equipo ha ido perdiendo categoría. Desde el curso 2015-16, cuando fueron segundos, ha dejado de clasificarse entre los cuatro primeros. La bajada de escalones se ha producido a un ritmo tan suave que los hinchas no lo han percibido como un retroceso insoportable. Los aficionados asimilan la larga marcha sin adveritr que, más que afrontar una renovación, arriesgan caer en la irrelevancia.
Como dice el directivo de un club londinense: “A los aficionados del Arsenal les han vendido que están en un periodo de transición; les vienen anunciando la transición desde hace una década, cuando siempre clasificaban para la Champions, y ahora la gente ha acabado razonando que si acaban quintos no es tan grave. Unai Emery es el entrenador perfecto para su modelo deportivo”.
Arsène Wenger llevaba tres años avisando de que dejaba el club en el verano siguiente cuando finalmente firmó el finiquito. Emery le ha sucedido en un clima de baja expectación. Con un amplio colchón crediticio. Los administradores del propietario, el holding estadounidense Kroenke Sports Entertainment, ya han señalado que el técnico español dispone de un margen de al menos dos temporadas para establecerse entre los cuatro primeros de la tabla. Sin prisa. Stan Kroenke y sus herederos, dueños de los Rams de la NFL y los Nuggets de la NBA, tratan al Arsenal con la misma filosofía que una franquicia de una liga estadounidense. La urgencia por obtener dividendos de forma estable es incomparablemente mayor que la necesidad de proporcionar títulos a la hinchada.
Los patrocinadores y las televisiones han asegurado unos beneficios de unos 30 millones de libras anuales después de gastos en fichajes y salarios. Esa ha sido la prioridad y tanto Emery como los futbolistas han acabado por asumirlo. A pesar de tener músculo financiero para acometer contrataciones que ronden los 100 millones de euros, como las que el City emprendió con De Bruyne, el Liverpool con Van Dijk o el Manchester con Pogba, el Arsenal ha preferido rebajar el listón para no comprometer el equilibrio presupuestario.
“Quiero crear historia con el Arsenal”, dijo Emery este miércoles, durante la conferencia de prensa celebrada en la ciudad deportiva de London Colney, en Hertfordshire, ante una audiencia que picó teclas con el mismo entusiasmo que si redactara el informe del tiempo. “Tenemos que generar un gran ambiente en el Emirates y estar unidos con nuestros aficionados mañana contra el Valencia”.
Emery sueña con levantar su cuarta Liga Europa porque sería la primera que conquista sin la colaboración necesaria de Monchi. Por el camino, ha elevado el tono competitivo del equipo respecto a la última temporada de Wenger. A fuerza de imprimirle automatismos conservadores. La más llamativa de sus decisiones, tras establecer una defensa de tres centrales, ha sido pactar con Mesut Özil que solo será titular en los partidos de casa y que permanecerá en el banquillo fuera, reservado para casos de emergencia. El aburguesamiento institucionalizado de la primera estrella del club confirma el corte funcionarial del proyecto.
La postergación del mediapunta alemán incide en la transformación del estilo que caracterizó al campeón de principios de siglo. Aquel Arsenal abanderaba la elaboración y el buen gusto en Inglaterra. La versión que presenta Emery resulta bastante más simple y menos atractiva. Se abre paso abuscando de los balones largos y ha consagrado a Granit Xhaka como su organizador de referencia. Mediocentro aparentemente luminoso, bravo y pintón, el suizo se ha adueñado de la situación sin que se adviertan evoluciones sustanciales. El Arsenal sigue siendo quinto de la Premier a dos puntos del Chelsea, y las sensaciones resultan poco emocionantes. El equipo viene de perder tres partidos seguidos: 2-3 contra el Palace; 3-1 contra el Wolves; y 3-0 en Leicester.
“Tiene un potencial brutal en ataque”, dice Marcelino, el técnico del Valencia, prevenido del contragolpe como la cualidad que más define al nuevo Arsenal. “Sus transiciones son muy rápidas; cualquier robo en mitad de campo desemboca en un ataque rápido a la línea defensiva del rival. Aubameyang y Lacazette, los dos delanteros, llevan cerca de los 50 goles entre los dos y Özil es un pasador de primer nivel”.
Marcelino no olvida que el presupuesto de su Valencia es cuatro veces menor que el del Arsenal. Las cifras se traducen en el peso de las inversiones en fichajes. No hay nada que tenga más valor que los goles. Si la delantera del Arsenal ronda los 60 tantos, la delantera del Valencia no supera los 20.
El Arsenal es un cañón de club. Tienen poder. Tienen estrellas. Tienen un estadio de 60.000 asientos que inauguraron en 2006, ya está pagado, y es una máquina de facturar. Solo le frena una cosa. Se comporta como una franquicia de la NBA en un entorno con aristas competitivas que penaliza a los que solo se conforman con ganar dinero.
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