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Jon Rahm solo sabe jugar a todo o nada

Al atrevido golfista vasco se le escapa The Players, el quinto grande, en el primer domingo que partía de líder en el circuito americano. Triunfo de McIlroy

Juan Morenilla
Rahm, en la jornada final.
Rahm, en la jornada final.Mike Ehrmann (AFP)

Hoyo 11 en Sawgrass, sede majestuosa de The Players, el quinto grande del golf. Jon Rahm ha comenzado el domingo como líder por primera vez en su carrera en un torneo del PGA, el circuito americano. Y no en uno cualquiera. Los 50 mejores jugadores del mundo se dan codazos por una bolsa de premios de 11 millones de euros, dos para el ganador. La pelea es tremenda. Hasta 18 golfistas se han amontonado durante la jornada en un intervalo de tres golpes. Entre los colíderes anda Rahm, ya entonces repuesto de un horroroso comienzo: tres bogeys en los cuatro primeros hoyos. Una pésima racha que hace muy pocos meses, menos de un año, hubiera desatado una erupción incontrolable en la mente del volcánico Rahm. No ahora. Ahora es un hombre “diferente, dice él mismo, “orgulloso” de su trabajo mental y de su “crecimiento personal”. Ahora Rahm se calla, por fuera y por dentro, aprieta los dientes, sigue concentrado. Y así, pasan las nubes y llegan dos birdies en los hoyos 6 y 8 para volver a la cabeza del pelotón.

McIlroy, con el trofeo.
McIlroy, con el trofeo.TANNEN MAURY (EFE)

Parece en ese momento que Rahm ha superado la prueba de madurez, que puede abrochar a los 24 años el mayor triunfo de su carrera. Hasta que llega ese hoyo 11, un par cinco, y la bola aterriza de salida en un búnker. A Jon, siempre impulsivo, jugador de todo o nada, como Seve, el cuerpo le pide marcha. Si hace lo que siente, buscará el green, a por todas. Si es conservador, como le aconseja su caddie, Adam Hayes, se conformará con salir vivo de esa trampa y coger la calle. Y Rahm, que no tiene dobleces, juega a ganador. Pierde. Bola al agua. Bogey.

Algo se resquebraja en esa bola fallada. La confianza ya no es la misma, y aunque reacciona con un birdie en el 13, ya no es el mismo jugador que el día anterior había firmado -8. Otra calle perdida en el 15 y una nueva bola al agua en el 17 son su sentencia. Rahm no gana The Players, torneo que va por primera vez a las manos de un genial Rory McIlroy, pero puede que haya ganado una lección. Igual de bien está escucharse a uno mismo que al caddie.

Un lazo amarillo para apoyar a Jack Nicklaus

El golf tiene sus propios códigos. Cuando en el hoyo cuatro la bola de Rahm voló hasta golpear en el pecho a un espectador, poco importaba que el jugador vasco estuviera en un momento crítico y que por dentro le llevaran los demonios. Rahm cumplió con lo que mandan las tradiciones, se acercó al dolorido aficionado y, además de las disculpas, le regaló un guante firmado. Rahm conoce bien el valor de esos gestos. También el significado de apoyar a las leyendas. Durante este torneo, el vasco ha lucido en su gorra un lazo amarillo para respaldar una campaña de Jack Nicklaus por los hospitales infantiles. Muchos otros jugadores y él también lo llevaron el curso pasado, en honor al golfista Jarrod Lyle, fallecido de leucemia.

Al final y al cabo era solo la tercera vez que Rahm jugaba The Players, un torneo que nació en 1974 y cuyo palmarés inauguró Jack Nicklaus. Y la primera ocasión en que amanecía la última jornada como líder en el PGA. Todos motivos para tomarse las cosas con cierta calma. Pero ya se sabe que Rahm tiene prisa por llegar a lo más alto. Lo quiere todo, y cuanto antes. Y muchas veces para ganar hay que perder. Esa lección ya la aprendió Rahm en la pasada Ryder, cuando se culpó a sí mismo de fallar después de sus derrotas en los dos primeros días. Tuvo que aliarse el destino para quedar emparejado con Tiger Woods en el último asalto y demostrarse de lo que era capaz. El vasco se conjuró aquella mañana para jugar en partido contra sí mismo en lugar de contra el mito que tenía delante. Salió ganador y despegó como un jugador nuevo. Hoy habla de compromiso con cada golpe, de ser decidido y agresivo, de tomar una decisión en el campo e ir a por todas. Pura piel. Eso hizo en el hoyo 11 de Sawgrass, fiel a sí mismo, aunque le saliera cruz.

"Estoy muy orgulloso porque mentalmente no he sido el Jon que hubiese sido antiguamente, no se me ha ido la cabeza, no he tirado palos, no me he enfadado, no he dicho nada malo", dijo Rahm a Movistar Golf. "Es la primera vez que estoy en una situación así en un torneo tan grande, y esto se aprende y ya está. Sería malo si no aprendo, no serviría para nada. Seguro que aprenderé como he hecho hasta ahora", añadió.

La corona se la llevó Rory McIlroy con 16 bajo par, uno de ventaja sobre el incombustible Jim Furyk (48 años; cuando Rahm tenía uno, Furyk ya jugaba este torneo), y dos sobre Eddie Pepperell y Jhonattan Vegas, que firmaron dos putts antológicos en el 17, un par tres en isla (el del venezolano fue el putt más largo en la historia en este hoyo, más de 21 metros).

Rahm, desafinado en esta última ronda con el driver y que acabó a cinco golpes, pudo ganar The Players con 24 años. Sergio García, el único español con este campeonato en su vitrina, lo logró con 28, en 2008. Y Tiger Woods, cuya carrera se conoce al dedillo Rahm, como si fuera un libro mil veces leído, se lo adjudicó en 2001 con 25 años, uno más que Rahm. Claro que para entonces El Tigre ya coleccionaba cinco grandes, sumaba los tres últimos seguidos (Us Open, Británico y PGA de 2000), y se encaminaba al cuarto consecutivo, al mes siguiente en Augusta. Fue el Tiger Slam. Una barbaridad.

Al Masters, que abrirá su museo dentro de 25 días, mira también Rahm. Seguro que allí volverá a jugar a todo o nada.

Clasificación final: 1. R. McIlroy (Irl.N.), 272 golpes, -16. 2. J: Furyk (EEUU), -15. 3. E. Pepperell (Ing) y J. Vegas (Ven), -14. 5. D. Johnson (EEUU), B. Snedeker (EEUU), T. Fleetwood (Ing), -13. 12. J. Rahm, -11. 22. S. García, -8. 30. T. Woods (EEUU), -6.

Clasificación completa y final de The Players.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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