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Iker Casillas en la ciudad de los contrastes

El meta español, de 37 años, disfruta de una vida tranquila en Oporto mientras siente la exigencia de ser protagonista en Europa

Casillas, en un entrenamiento en febrero.
Casillas, en un entrenamiento en febrero.EFE

El entorno tiene un punto decadente e invita a la melancolía y el sosiego, ciudad de contrastes que no causa indiferencia: o se ama o se detesta. Hace ya cuatro veranos que Iker Casillas (Móstoles, 37 años) aceptó una oferta para mudarse a Oporto durante dos cursos. Ya la ha renovado dos veces y nadie descarta una tercera, por más que cada año su salario sufra recortes. El bienestar también tiene un valor. En sus últimas temporadas en el Real Madrid, Casillas pasó más tiempo del que hubiese deseado en el banquillo, jugó más en el epílogo, pero siempre con ruido de fondo, entre reproches y bajo todo tipo de focos que apuntaban a aciertos, errores, gestos o palabras. Entre rumores, maledicencias y resquemores buscó más tranquilidad sin dejar de competir. Llegó al sitio perfecto.

En Oporto todo transcurre a otro ritmo, pero la exigencia competitiva es máxima. Casillas juega por lo que jugó toda la vida en el Real Madrid o en la selección española, esa a la que no cierra las puertas. Compite en un entorno que no tolera el empate. Quien piense que la presión es menor en una liga como la portuguesa puede pasarse por las tertulias o atender a los medios de comunicación locales tres días después de que el Oporto cediese el liderato en su casa contra el Benfica. Hay obligaciones y demandas, se compite a la máxima altura, también en la Liga de Campeones, donde Casillas todavía forja su leyenda. Esta miércoles disputará en casa contra la Roma (21.00, Movistar Liga de Campeones 1; 2-1 en la ida para los italianos) su partido número 175 en la máxima competición continental. A ese nivel nadie ha jugado más encuentros ni más ediciones (20). Y solo en una, en su primera campaña en Oporto, cayó en la fase de grupos.

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“Es un profesional ejemplar”, valora su entrenador, Sergio Conceiçao, que tampoco quiere detenerse en hacer distinciones. Hace ahora un año decidió sentar a su futbolista más renombrado para darle vuelo a una alternativa, José Sá. Pero toda la idea se le vino abajo cuando la campaña estaba a la altura que está ahora, cuando sonó el himno de la Champions, y ya no había espacio para la enmienda. Sá firmó un partido desastroso frente al Liverpool, que liquidó al Oporto en octavos tras un 0-5 en O Dragao. Casillas regresó al equipo y alzó su primer título de Liga en su nuevo destino, un anhelo y una conquista especial porque evitó que el Benfica llegase a los cinco consecutivos, hazaña que solo conquistó el Oporto en toda la historia del fútbol portugués. Embebido de la euforia popular celebró aquel triunfo como si estuviese entre lo más granado de su palmarés.

“Es uno de los nuestros”, explica tras la barra Pedro, tras servir un excelente café tal y como mandan los cánones lusos. En el local vibra una tertulia futbolera en un entorno barrial de casas coloristas y modestos restaurantes que ofrecen la trinidad gastronómica portuense: sopa, francesinha o peixe. Alguna elegante boutique, ninguna de grandes franquicias sino de comercio local, completa el lienzo. Otra vez el contraste. Ahí es donde se mueve Casillas en el día a día, donde muere el Duero y rompe el océano, ante un pequeña playita en la que ayer azotaba el viento y el arenal quedaba engullido por el oleaje. Un pequeño anuncio inmobiliario apunta que enfrente está Nueva York.

Los portugueses son, de natural, hiperbólicos. “Cuando el clima no está como ahora es frecuente verle pasear por aquí con la familia, hay quien dice incluso que sale a andar en bicicleta”, completan los parroquianos entre sorbos de café. Fuera llueve y golpea el mar, dentro la vida pasa lenta, pero también entre algún reproche. Duele la derrota contra el Benfica (1-2), así que la cita contra la Roma es un examen. Si el Oporto remonta el 2-1 regresará a los cuartos de la Champions por primera vez desde hace cuatro años, con Julen Lopetegui al frente del equipo y justo antes de la llegada de Casillas.

Aquel aterrizaje no fue sencillo. Casillas arribó a la ciudad envuelto en el barullo que le rodeaba en Madrid. Pero desde el primer día se sintió protegido. “No es solo un guardameta excelente que está en plenitud de facultades, sino que es una marca fortísima”, valora el histórico exportero Vitor Baia. Hace una semana el Oporto juntó a Casillas con una pareja de mitos de la portería que ahora defiende, los dos que ayudaron a ganar las dos Copas de Europa que luce el club en su magnífico museo. Baia era un ídolo para Casillas y el meta luso confiesa que aprendió buena parte del oficio del polaco Mlynarczyk. “El fútbol es pasión, pero también es una industria y que el club tenga un jugador de la trayectoria de Iker ayuda a que sea cada vez más fuerte y tenga más seguidores”, sostiene Baia.

En Portugal el periodismo deportivo no se enfoca a rutinarias declaraciones. Los futbolistas no salen a ruedas de prensa durante la semana ni acuden a zonas mixtas tras los partidos. Las cámaras que llegaban desde España de programas o publicaciones del corazón ya hace tiempo que no se asoman al Duero. Casillas disfruta del paseo, de la paternidad, de las eternas puestas de sol que el Atlántico le lleva a su ventana, de una intrincada ciudad que late en sus cafés y en sus bodegas, en su cultura y su gastronomía, renovada de manera ejemplar después de que a finales del siglo XX la Unesco la declarase patrimonio de la humanidad y llegasen fondos comunitarios para adecentar tanta belleza decadente. El New York Times la acaba de elegir entre los mejores destinos continentales, “la Portland europea” la define por su ebullición artística. Una ciudad orgullosa que se conoce como invicta porque sus habitantes resistieron el cerco al que les sometían tropas que pretendían cercenar su carácter liberal.

Oporto compite. Lo hace ahora en el fútbol bajo el mando de Jorge Nuno Pinto da Costa, el presidente más longevo de un club de fútbol instalado en la élite tras superar a Santiago Bernabéu. Antes de su llegada, en 1982, el club había ganado cinco ligas, por 23 del Benfica. Desde entonces suma 21 por 12 del rival. Y en Europa no solo alzó la orejona en dos ocasiones (1987 y 2004) sino que se ha convertido en un clásico.

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