El Girona y la Real firman un empate de bostezo
Solo la entrada de Borja García fue capaz de animar un duelo bañado en cloroformo, escaso de fútbol y nulo en ocasiones
Fue un duelo de piernas contra pies porque el Girona pretendió incomodar al rival desde la presión y a la contra en vez de con la pelota; y la Real, con una propuesta más sugerente porque quería que el balón rodara, pidió el cuero y el protagonismo pero se perdió en el remate, incapaz de pisar área con mala uva y puntería. Un encuentro de bostezo porque bien se pudo disputar sin porterías y que, consecuentemente, terminó en tablas a nada.
Jugó el Girona a la carrera, con prisas, como si tuviera que resolver el encuentro a cada jugada. Se trataba de correr: hacia delante en la presión; hacia atrás en el repliegue; y sin freno en las contras. Así, la defensa no tocaba sino que se lanzaba, arriesgaban los medios en el pase, los extremos siempre la pedían al hueco y no por dentro, al tiempo que El Quijote Stuani, demasiado solo, se peleaba contra una línea de molinos de viento. Suficiente, en cualquier caso, para que bajara dentro del área y con el pecho un balón que prolongó Lozano con un chut raso aunque un poco blando. Nada que contrariara a Rulli, que, en una maniobra bien extraña, puso la rodilla en el suelo y sacó el exterior del pie izquierdo para desbaratar la ocasión. Poco más hubo del Girona, perdido ante la pujanza contraria que, sin embargo, también se quedó en agua de borrajas.
No le quemó la pelota a la Real, que pareció despreocupada ante las bajas capitales que acumulaba (sancionados Willian José y Theo; lesionado Januzaj) porque compuso un fútbol veloz y preciso desde la raíz, ni siquiera molesto con la presión adelantada del Girona. Pero le faltó el último pase, el definitivo, un crupier que desatascara la absoluta falta de ingenio. Lo intentaron Oyarzabal y Sandro desde los costados con centros torcidos, pero solo Zurutuza fue capaz de filtrar un pase para Juanmi —después de un saque de banda—, que no pudo completar por intromisión de Bono. Tampoco dio solución al entuerto Bautista, que reemplazó a Juanmi para mantener el derroche físico y nada más.
Sin otros argumentos de ambos equipos, torpes para presentarse en el área rival con peligro, el Girona se refugió en las jugadas a balón parado. Pero ni los centros de Aleix García ni de Granell encontraron la cabeza de Stuani, por lo que ahí se disolvió el intento. Hasta que salió Borja García y el Girona se puso a jugar porque ensanchó el campo y empezó a tocar en horizontal para expresarse en vertical en los metros finales. La tuvo Stuani, que no acertó en el remate de cabeza, y la saboreó el mismo Borja García, que le pegó con el alma tras una gran jugada de Pere Pons pero demasiado alto. Y se acabó lo que se daba, con un empate bañado en cloroformo que sirve al Girona para alejarse un poco más de la zona de quema y ayuda a la Real en su lucha por alcanzar los puestos europeos.
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