Vinicius deja huella en su primer clásico
El brasileño le gana el duelo por la titularidad a Bale y exhibe su descaro desde el inicio del partido
Gareth Bale ha perdido el favor del club. El clásico de Copa fue la prueba fehaciente de que la estrella galesa, llamada el pasado verano a convertirse en la bandera de la sucesión de Cristiano en el Madrid, ha caído en desgracia. Los aspersores mojaban la hierba del Camp Nou cuando los titulares elegidos por Solari saltaron a calentar ante un graderío medio vacío. Autopista al Infierno retumbaba en los altavoces. Bale no estaba entre los elegidos. La decisión de reservarle en el banquillo resulta inconcebible sin el respaldo de la directiva. Su lugar en el extremo izquierdo lo ocupó Vinicius, que, a sus 18 años, se convirtió en el madridista más joven en disputar un clásico desde el debut de Raúl en la temporada 1994-95.
La apuesta por el carioca goza de todos los fundamentos. Ante el apagón de Isco, las reticencias de Asensio y las reiteradas lesiones y distracciones de Bale, pesó el impacto del muchacho. Inmaduro pero bravo, Vinicius llegó a Barcelona con 11 asistencias y seis goles en los 24 encuentros que ha disputado de blanco en todos los torneos. A los cinco minutos trasladó su peso al partido más grande del fútbol español.
Modric abrió el juego a la izquierda y Vinicius encaró a Piqué. De pronto, casi sin prepararse, el delantero se encontró ante una situación soñada. Lejos de dejarse intimidar por la responsabilidad, llevaba días saboreando la posibilidad de exhibirse. Optimista por naturaleza, el hombre se deja llevar por el placer total que le produce el juego. A diferencia de muchos de sus colegas, que ante coyunturas críticas se sienten atenazados por consideraciones sombrías y cálculos de pros y contras, si el balón está de por medio no especula. Actúa como si no se le pasara por la cabeza que tenga algo que perder. Así encaró a Piqué por su perfil izquierdo y, como vio que lo cerraba se volvió al derecho y cruzó un pase al otro lado del área, donde vio a Benzema, su mejor socio. El francés controló, maniobró, y metió tenso el pase al área chica, donde acudió Lucas para meter el 0-1.
Lo mejor del Madrid se concentró en esos minutos iniciales. Ahí se verificó una vieja idea de Solari: al Barça se le hace más daño escondiéndole la pelota que esperándolo para contragolpearlo. En el primer balón dividido de la noche, un pase forzado de Busquets a Rakitic, tras un despeje de Piqué, se adelantó Kroos. El alemán presionó como todo su equipo, en campo contrario, con un despliegue de energía notable. Kroos se llevó la pelota y desencadenó una larga posesión visitante. Fue una señal. La clase de información augural que con frecuencia contiene la primera jugada del clásico, esta vez fue un indicio favorable al Madrid.
Además de ordenarse bien sin la pelota, el Madrid se manejó con solvencia en los ataques. El 0-1 fue consecuencia de una transición bien llevada. Hasta hace un mes no era fácil ver al equipo elaborar con criterio y profundidad. Hasta hace un mes, el titular en el extremo izquierdo era Bale, un jugador poco empático, que apenas ha sintonizado con sus compañeros fuera del campo y mucho menos dentro. Tiene gol y le falta casi todo lo demás. A Vinicius le sucede al revés pero su sentido asociativo eleva la competitividad del conjunto. Lo sufrió el Madrid cuando Solari los intercambió en la segunda mitad.
El 0-1 condicionó el partido y marcará profundamente la eliminatoria. “Esperemos que ese gol nos sirva”, dijo Keylor, “con un 0-0 en la vuelta pasaremos”. Si el Madrid alcanza la final será gracias a ese tanto en el que Vinicius Júnior dejó su primera huella en un clásico.
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