Momento Solari
El técnico del Real Madrid mejora el promedio de victorias de sus predecesores a las puertas del triple duelo con el Barcelona, el derbi en el Wanda y los octavos de la Champions
Una ola de aprobación recorrió las filas de los ejecutivos del Madrid a mediados de noviembre. “¡El presi dice que Solari no se ha equivocado en nada!”, repetían. El nuevo entrenador, provisionalsustituto de Julen Lopetegui devenido en permanente con un contrato hasta 2021, no solo contaba sus partidos por victorias —Melilla, Pilzen, Valladolid, Celta...— sino que conseguía algo que ninguno de sus antecesores había logrado. Por primera vez desde que se sentó en el sillón presidencial en 2000, Florentino Pérez manifestaba su absoluta satisfacción con todas las decisiones que tomaba un entrenador.
Dos meses más tarde aquel brote de optimismo se ha convertido en un prometedor matorral. El Madrid ha pasado de hilar su peor arranque de temporada desde 1948, según indicaba la estadística de diferencia de goles en Liga, a ingresar en una fase de cierta estabilidad. La plaga de lesiones ha remitido, los malos resultados son cada vez más raros —este domingo el equipo sumó su quinta victoria consecutiva—, y el juego da muestras de consistencia. Por primera vez en esta campaña, frente al Sevilla, el Espanyol, el Girona y el Alavés, el Madrid ha conseguido atacar de forma continuada sin mostrarse rebasado en defensa cada vez que el contrario le rompe la presión con tres pases seguidos.
Vinicius, Reguilón y Lucas, a prueba en Barcelona
Vinicius, Reguilón y Lucas Vázquez, constituyen tres de las piezas más significativas en el tablero de Santiago Solari. El brasileño y los dos canteranos, tres jugadores jóvenes, personajes secundarios en el proyecto del club a comienzos de temporada, han gozado de la confianza irreductible del entrenador. Entre los tres han dotado a las dos bandas del Madrid de una dimensión más enérgica. Una quinta marcha que, a falta de soluciones más refinadas, le han brindado al equipo un carácter competitivo que se había desgastado. El garrotazo del 5-1, el 28 de octubre en el Camp Nou, en el último partido que dirigió Julen Lopetegui, les pilló fuera del campo, entre el banquillo y la grada. El gran dilema que afronta Solari este miércoles en el regreso al estadio del Barça reside precisamente en qué hacer con estos futbolistas que le ayudan a definir su idea de orden colectivo.
La recuperación de Bale y Marcelo, dos jerarcas del Madrid de las cuatro Champions, obligan al técnico a mostrar sus cartas en tres posiciones que, ante la duda, ha reservado a Vinicius, Lucas y Reguilón. Pesa la necesidad de arbitrar un freno a Dembelé y Alba, si es que juegan. La elección que adopte siempre molestará a una parte. La directiva —suspicaz de Lucas— y los capitanes —suspicaces de Reguilón— permanecen muy atentos a este paso.
Solari ha establecido las bases de un orden y los dirigentes, que vivían las horas previas a los partidos con verdadera angustia hasta la visita del Sevilla (3-0), ahora se jactan de haber acertado con el hombre más cualificado para salir de una crisis que todavía juzgan gravísima. En vísperas de viajar al Camp Nou, este miércoles para disputar la ida de las semifinales de la Copa, los números avalan al entrenador argentino, que registra un 78% de victorias en los 23 partidos que dirigió, frente al 75% de Ancelotti en 119 encuentros, el 70% de Zidane en 149, el 64% de Benítez en 25 o el 43% de Lopetegui en 14. El promedio supone un récord a falta de verificar su autenticidad. La prueba que determine gran parte de su futuro se prolongará a lo largo del próximo mes en forma de tres duelos contra el Barça, un derbi en el Wanda, y una doble vuelta de octavos de Champions ante el Ajax.
“¡Veinte toques!”, pidió Solari, con la sonrisa tensa, mientras asistía de soslayo al rondo de los extranjeros, el pasado sábado en Valdebebas. Ahí estaban en un círculo Marcelo, Valverde, Varane, Courtois, Casemiro, Benzema, Modric, Navas, Bale y Mariano escondiéndole el balón a Vinicius. La pelota circulaba a toda velocidad. De pie a pie, de cabeza a pie, de pie a tobillo... Los jugadores cantaron cada toque hasta celebrar el último: “¡Veinticinco!”. El clima era festivo.
Dicen los jugadores que Solari responde al tipo de carácter ancelottiano. No es tiránico, carece de afán de protagonismo, y, aseguran, “deja vivir”, en la medida en que sus exigencias no resultan extravagantes ni extenuantes. Si la plantilla aun no se ha rendido a su liderazo es solo porque una parte importante considera que su autoridad emana directamente del presidente, y que, por tanto, responde a intereses de política de club antes que a los intereses del grupo. Los veteranos juzgan así la causa de la suplencia de Marcelo frente a Reguilón, lo mismo que la decisión de que Courtois dispute Liga y Champions marginando a Keylor a la Copa.
Distante con los jugadores
Solari parece mucho menos preocupado por lo que opinen los futbolistas que por lo que piense Florentino Pérez. En las altas instancias del club esto se aprecia como un valor más determinante que las decisiones tácticas o el modelo de juego que quiera imponer. “Solari no compadrea con los futbolistas”, concluyen, argumentando así lo que entienden como un sentido de justicia frente al poder fáctico de los líderes del vestuario. En la directiva consideran que los entrenadores más problemáticos fueron aquellos que establecieron vínculos demasiado estrechos con los jugadores. Recuerdan mal la camaradería entre Ancelotti, Sergio Ramos y Cristiano; y mucho peor la aparente sumisión que mostró Lopetegui ante Ramos.
Presa de condicionantes estratégicos superiores cuando no bajo el escrutinio de la hinchada, los medios de comunicación, o los jugadores más influyentes, se hace difícil determinar qué parte de la gestión pertenece por completo al entrenador. Pero hay dos medidas que llevan su sello exclusivo: reducir a Isco a la irrelevancia y elevar a Lucas Vázquez a la consideración de pilar del esquema.
Ambas iniciativas se inspiran en la idea cooperativa que ha querido introducir. Lucas representa todo aquello que Isco omite porque se ofrece siempre para apoyar, da continuidad inmediata a las jugadas, devuelve la pelota rápido y seguro, y hace las coberturas necesarias para nunca dejar expuestos a sus centrales. Gracias a la generosidad de Lucas, Modric despliega su actividad organizativa y Carvajal multiplica sus operaciones en campo adversario. Entre los tres han dotado de solidez defensiva e ingenio creativo a un equipo que, la última vez que visitó el Camp Nou, careció de ambas cosas. Ese día, el 28 de octubre pasado, Lucas fue suplente y Carvajal permaneció lesionado.
La derrota ante el Eibar (0-3) y el CSKA (3-0) afloraron los peores temores en el seno del club. Durante semanas hubo empleados que confesaban que la situación del equipo era tan frágil que no esperaban que Solari pudiera sentarse en el banquillo para dirigir los partidos de octavos de final de la Champions. Considerando los precedentes, evaluando el malestar general en el vestuario, y proyectando las dificultades que deparaba el calendario, ponderaban que el nuevo técnico apenas tenía un 25% de posibilidades de atravesar el filtro de enero.
Los pronósticos no se cumplieron. Santiago Solari sí cumplió su primer objetivo: ganar tiempo hasta donde sea posible.
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