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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Colores de autobús

Defensa y Justicia podría parecer una pachanga de funcionarios, pero es el segundo de la Superliga Argentina

Enric González
Los jugadores de Defensa y Justicia celebran un gol ante River.
Los jugadores de Defensa y Justicia celebran un gol ante River.Marcelo Endelli (Getty )

Defensa y Justicia: encuentren un nombre más sugerente que ese. Podría parecer una pachanga de funcionarios ministeriales. O un club de elevados ideales políticos, más bien conservadores. O una táctica entregada al cerrojo atrás y la fe en la ecuanimidad del árbitro. Pero no. Nadie es capaz de recordar a quién se le ocurrió ese nombre ni por qué. Hace tiempo de eso: en 1935, un grupo de vecinos de Florencio Varela, localidad situada al sur de Buenos Aires, quiso fundar un club deportivo y, compréndanlo, la cosa estaba complicada. Otros podían llamarse como su ciudad, Córdoba, o Rosario, o Tucumán. Pero Florencio Varela, prócer unitarista asesinado en 1848 y enterrado bajo una lápida con una de esas inscripciones que han hecho célebre la modestia argentina (“Muerto a la libertad, nació a la historia, y es su sepulcro templo de su gloria”), no encajaba bien como nombre de equipo. Y fueron a por todas: Defensa y Justicia, ahí queda eso. Suele abreviarse en Defensa. También se les llama Halcones, por razones que sí son conocidas y prosaicas: la empresa de autobuses local se llamaba Los Halcones y sus vehículos eran verdes y amarillos, por lo que Defensa, que empezó de blanco y azul, acabó vistiendo como el autobús.

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Defensa ingresó en el fútbol profesional en 1977, desde Primera D. Es el único club argentino que empezó desde abajo y llegó hasta arriba, subiendo peldaño a peldaño. Alcanzó la Primera en 2014. En 2017 disputó la Copa Sudamericana, que, para el lector europeo, viene a ser algo parecido a la Europa League, antigua UEFA. Ese fue su mejor momento de gloria, hasta ahora. Porque Defensa está segundo en la clasificación y es el único equipo que parece en condiciones de disputarle a Racing el título de este año.

Disculpen un inciso que el lector avezado en fútbol argentino puede saltarse. La pausa navideña suele ser en casi todas partes una pausa, una breve interrupción tras la que se recomienza, con pequeñas variaciones (el mercado de invierno), tal como quedaron las cosas en diciembre. Pero aquí están de por medio las vacaciones de verano. Y queda en los espíritus la tradición de cuando el campeonato se dividía en dos: Apertura y Clausura. Y, en fin, se le saca un cierto gusto a barajar y dar cartas nuevas. En resumen, que desde diciembre han cambiado cinco técnicos y la mayoría de las plantillas han dado media docena de altas y bajas. Es casi una temporada nueva.

Este fin de semana ha vuelto la Superliga. A Defensa y Justicia le correspondió, el viernes, el acto inaugural. Se enfrentaba a San Lorenzo, que no está muy boyante pero es el equipo del Papa y eso ha de valer para algo, se supone (algún día contaremos lo que costó hace años echar del vestuario de San Lorenzo al cura Jorge Bergoglio). Los Halcones, invictos en la primera vuelta, parecían condenados a un empate a cero. Pero en el descuento marcaron un gol de los de antes, de empuje, lío en el área, rebotes, agonías y pura fe. Ahí siguen, a tres puntos de Racing, que ganó también 1-3 en Mar del Plata al modesto Aldosivi.

Defensa y Justicia tiene un técnico joven (38 años) que nunca jugó al fútbol profesional y como aficionado ocupó el puesto de lateral derecho, ese que, en las pachangas, suele cederse al tipo que no da para más. Sebastián Beccacece se formó como entrenador a la sombra de Jorge Sampaoli y ha compuesto un equipo joven, peleón, ordenado, solidario y valiente, dirigido en el campo por Leonel Miranda. El estadio, de 11.000 plazas, se les queda pequeño.

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