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Cuando jugar con España no compensa

Las dos selecciones de voleibol, que buscan el pase para sus Europeos, sufren renuncias habituales por motivos económicos, de estudios y de falta de motivación, un reflejo de la crisis de este deporte

Lorenzo Calonge
La selección masculina de voleibol, en una imagen de archivo.
La selección masculina de voleibol, en una imagen de archivo.felipe sánchez cifuentes (RFEVB)

“Ir a la selección me costaba dinero; cuando tienes un estatus, no sale rentable”, se lamenta Víctor Viciana, el veterano colocador del líder de la Superliga de voleibol, el Unicaja Almería. “A mí el escaparate del equipo nacional no me compensa porque no tengo expectativas ni ganas de marcharme al extranjero”, confiesa Alejandro Fernández, uno de los mejores líberos de la competición, según las estadísticas oficiales. “Si voy con España, debo sacrificar los estudios. Pero van pasando los años y te das cuenta de que eso no te lleva a ningún sitio, ni en lo económico ni en lo personal”, reflexiona Ignacio Sánchez, del Río Duero Soria. Son los testimonios de tres jugadores que han renunciado en los últimos tiempos a la selección masculina de vóley, un problema que ayuda a explicar el desplome de este deporte y que nadie niega, ni siquiera sus máximos rectores.

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“Entendemos que pueden darse las circunstancias para no acudir”, acepta el director técnico de la Federación, Luis Muchaga. El dirigente reconoce que no están “satisfechos” con lo que pagan y que “la falta de motivación” es una de las razones de los abandonos, junto a los “estudios, la familia o la necesidad de descanso”, debido a un calendario que no ofrece tregua con concentraciones veraniegas de hasta cuatro meses.

Sobrado de licencias, el vóley se desangra en la élite. Sin televisión, fuera de los grandes medios nacionales y con poco más de 500 espectadores de media en los pabellones, las dos Superligas malviven en la trastienda del deporte español. El torneo masculino es una metáfora del estado de las cosas. El ganador del triplete la temporada pasada fue el Teruel, el gran símbolo de esa España vacía y olvidada junto a Soria, que también disfruta de un club con tradición y títulos. Y en esa cúspide de apenas 12 conjuntos encuentran hueco, además, una localidad de menos de 3.000 habitantes (San Sadurniño) y otra de 8.300 (Cabezón de la Sal). Todos, modelos del trabajo bien hecho y, al mismo tiempo, ejemplos de cómo se ha empequeñecido el campeonato.

“La Superliga es una competición menor”, sentencia uno de sus referentes, Andrés Villena, cuya continuidad en Teruel se anunció el último verano a través de una original campaña y que, sin embargo, ya prepara el adiós. “Mi objetivo es marcharme. Estoy cómodo y no puedo decir nada malo del club, pero tengo nivel para más”. En Francia juega el también internacional Alejandro Vigil, que abunda en la misma idea tras cinco campañas en el extranjero: “Me vine porque hay un torneo más fuerte y con más poder económico. Por ahora no pienso regresar”. El diagnóstico resulta aún más crudo en el campeonato femenino, exuberante antes de la crisis y raquítico ahora, con menos afluencia de público y peores condiciones económicas. A la cabeza en practicantes de base -”no queremos que se convierta en un deporte de chicas”, avisa el presidente de la Federación, Agustín Martín-, esa abundancia se diluye luego por la ausencia de un horizonte profesional.

Aunque nada representa mejor la crisis que las renuncias a la selección. En el caso de los hombres, una frase se repite de forma constante: “No compensa”. Jorge Almansa, receptor del Unicaja Almería de 27 años, tomó la decisión en otoño de 2017 y mandó una carta a la dirección del vóley español. “Nosotros todavía tenemos la suerte de ser profesionales durante la temporada, pero solo cobramos de nuestro club los ocho meses que dura la Superliga y con eso no nos da para pasar el resto del año. Así que les propuse si podía entrenar a niños mientras estaba concentrado para ganar un dinero extra. No pretendo recibir 2.000 euros mensuales con la selección, me conformo con 600-700 para pagar el coche y la casa”, argumenta. “Me respondieron que no era el momento de hablar de esos asuntos. En primavera me volvieron a preguntar si quería ir con España y les tuve que recordar que había renunciado”, se queja Almansa, uno de los más destacados en su puesto, según la tabla estadística.

"Entendemos que pueden darse las circunstancias para no acudir con la selección", admite el director técnico de la Federación

“Que te llamen ahora es una putada entre comillas porque, si rechazas, te repercute. Estamos bastante solos en este tema, no nos escuchan”, denuncia su compañero Viciana, de 35 años, otro de los referentes de este deporte, que confiesa que él nunca ha contado sus motivos a los dirigentes con esta claridad. La Federación admite diez casos entre 2012 y 2018 de “jugadores significativos que no dieron su disponibilidad para integrar la selección”, una frase que deja la puerta abierta a que se hayan producido abandonos también de jugadores menos relevantes para los técnicos. De hecho, Ignacio Sánchez, que aparece en este reportaje, y al menos otros tres nombres que ha conocido EL PAÍS y que han declinado hacer declaraciones, no están incluidos en esa lista. El organismo niega, eso sí, cualquier represalia. En 2010 sancionó con tres meses sin licencia a la jugadora Sara González y admite que “fue un error”. Este fenómeno de renuncias también afecta al combinado femenino, aunque por causas distintas en muchos casos.

Los convocados son divididos en tres categorías, según el criterio del entrenador. “Al grupo A, formado por los más expertos y titulares habituales, le corresponden 150 euros semanales. Al B, donde entra la mayoría, 120 euros. Y al C, el núcleo de los más jóvenes, 100”, detalla Luis Muchaga. Estas cantidades, no obstante, han mejorado recientemente porque durante la crisis se desplomaron hasta los 150 euros mensuales, calderilla en comparación con los hasta 4.000 euros de la época dorada de Rafa Pascual.

"La  Superliga es una competición menor", sentencia Andrés Villena, una de sus estrellas, que ya prepara el adiós

El seleccionador, Fernando Muñoz, en el cargo desde 2011, replica de forma genérica que el dinero es solo una excusa. “Ellos saben que sus posibilidades de entrar en la lista final son bajas y por eso prefieren decir antes que no van. Hacen demagogia”, puntualiza enérgico. “Si tienen un contrato de solo ocho meses en sus clubes, el problema no es del equipo nacional”, añade el técnico. Sí se muestra más comprensivo con las ausencias por razones familiares, personales o académicas. “El voleibol no para en todo el año. Las concentraciones duran tres y cuatro meses, se empalma el periodo de ligas con las selecciones y apenas podemos dar 10 o 15 días de descanso”. Ignacio Sánchez, de 27 años, abandonó por cuestiones monetarias y de estudios. “Me queda solo una asignatura para acabar Fisioterapia. Hablé con el delegado y le dije que tenía una carrera y que no me salía a cuenta jugar con España”, señala este colocador de Río Duero Soria, que solo llegó a disputar partidos amistosos con el combinado nacional. El miedo a las lesiones tampoco ayuda y se convierte en otro obstáculo. “Nuestro presidente ya nos avisó de que si nos pasaba algo, el contrato podría ser cancelado”, desvela Jorge Almansa, del Unicaja Almería.

Sin entrar en casos concretos, Agustín Martín, presidente de la Federación desde hace 18 años, no oculta la situación e, incluso, se muestra tolerante. “Siempre se han producido renuncias. Que las concentraciones sean tan largas sin que paguemos tanto dinero influye. Nosotros no podemos ofrecer más ni dar más facilidades”, señala el máximo responsable del vóley, que advierte de que las subvenciones se encuentran al nivel de 1986 y que el presupuesto ha caído a la mitad (3-4 millones) respecto a la década pasada.

"No pretendo recibir 2.000 euros mensuales con España, me conformo con 600-700. De nuestro club solo cobramos los ocho meses que dura la Liga", afirma Jorge Almansa, que renunció al equipo nacional

Para Rafa Pascual, el segundo deportista español con más internacionalidades tras Manel Estiarte, tampoco se trata de un problema de dinero, aunque sus culpables son otros. “¿Estos chavales irían a unos Juegos gratis? Sí. Entonces no es un tema económico. Están perdidos, les falta motivación, objetivos, ideas. No valoran dónde están, les da igual, y a la Federación también”, analiza el mejor jugador nacional de la historia, que perdió las últimas elecciones a la presidencia ante Martín. “Yo también pude renunciar, en mi equipo me preguntaban por qué iba. Era como si uno del Madrid se marcha a jugar con Kenia. Pero me dejé la vida por la selección. Cuando empezaba, ahí estaban los Paco Sánchez Jover y compañía, que no tenían nada y luchaban. Ahora no tienen nada y abandonan”, continúa. “Antes te temblaban las piernas cuando te llamaban”, recuerda Sánchez Jover, capitán español en los Juegos de Barcelona y actual presidente-entrenador del Vecindario. “Hay que prestigiar la selección. Existe potencial, pero algunos no van y sí otros que son suplentes en sus equipos”. El entrenador nacional admite que en las listas incluye jugadores que no son titulares en la Superliga. “Sí, claro. Valoro la capacidad técnica, la física y el compromiso”, subraya Fernando Muñoz. El combinado masculino ocupa el puesto decimosexto en el ranking europeo y el vigesimosegundo en el mundial. El femenino, el vigésimo y el 52º, respectivamente. Los dos disputan este enero dos encuentros definitivos cada uno para clasificarse para los Europeos.

En realidad, el voleibol, salvo éxitos excepcionales y hasta inesperados, siempre ha sido vulnerable y volátil. Solo dos conjuntos femeninos han ganado un título continental y muchas de las escuadras más laureadas ya no existen, incluidas el Madrid y el Atlético, que dominaron en los setenta y cuya desaparición fue una oportunidad perdida para captar la atención de la millonaria afición del fútbol. Pero aun así, por delante de este deporte hoy ignorado también pasó un tren, y no hace tanto. El 16 de septiembre de 2007, la misma noche que la selección de baloncesto perdía la final del Eurobasket en Madrid contra Rusia, el equipo liderado por Rafa Pascual ganaba por sorpresa el Europeo en Moscú ante los anfitriones. “No fue ningún miembro del Gobierno ni del Consejo Superior de Deportes, ni siquiera el embajador de España”, afirma Agustín Martín. “Luego nos llamaron todos, también el Rey. Nos sentimos muy defraudados”. Sin embargo, el mayor triunfo de todos los tiempos se fue como vino, sin dejar huella. Nadie acertó a construir algo sólido y poco después la crisis arrasó lo que había, especialmente una competición femenina levantada sin estructuras a lo grande, a golpe de pelotazos inmobiliarios. Hoy, el club que ganó todos los títulos la temporada pasada en la Superliga masculina, el Teruel, funciona sin ningún trabajador en nómina más allá de jugadores y entrenadores.

"Sentía miedo a ser yo misma"

La selección femenina de voleibol tampoco está libre de renuncias. Como en el equipo masculino, el director técnico de la Federación, Luis Muchaga, reconoce cuatro casos de “jugadoras de interés” que han rechazado la llamada en los últimos años, aunque EL PAÍS ha confirmado dos nombres más. Cuatro han accedido a hablar, pero bajo la condición de anonimato porque temen represalias. Los motivos de tres de ellas, eso sí, son más delicados que los expuestos por los hombres. “El método era de machaque constante y de burla, te llevaban al límite físico y mental. Toda la culpa era de las jóvenes. Había una tortura psicológica. Esto lo hacían los entrenadores y las veteranas, que participaban de esta dictadura. Las mayores nos acusaban de ser unas flojas y de no aguantar nada”, relata una jugadora. “En realidad, nunca dije que abandonaba, me inventé una excusa”, admite.

Otra de ellas se expresa en un tono parecido. “Sentía miedo a ser yo misma. Nos señalaron como culpables por no clasificarnos para el Europeo y también había reproches de compañeras. La responsabilidad siempre la teníamos la gente del banquillo, era todo negativo”, señala. Y la tercera, aunque con unas palabras menos gruesas, abunda en el fondo del mensaje: “La forma de trabajar no me funcionaba, pensaba que al final me iba a dejar de gustar el voleibol. Era todo el verano de concentración con un nivel de estrés que no me compensaba. Decidí ponerme en serio con mi futuro porque vi que de este deporte no iba a comer”, afirma. Después de una concentración que le supuso perder un año de estudios, le comunicó al seleccionador su adiós.

El técnico, Pascual Saurín, en el puesto hace cinco años, reconoce que la “exigencia es alta” para entrar en el Europeo, pero niega que haya habido “falta de respeto”. “No me llevo nada al terreno personal. Las jugadoras tienen que rendir con presión en el alto nivel, salir de su zona de confort, y algunas no están acostumbradas. Las mayores lo llevan mejor porque saben qué hace falta para estar ahí”, argumenta. El seleccionador asume que “tenía un carácter fuerte y pasional en la pista, que ha moderado”; y advierte de que si estas acusaciones fueran ciertas, él no podría llevar varios años como técnico de la concentración permanente de Soria, donde entrenan y estudian menores de edad.

La cuarta que ha querido dar su testimonio descarga de responsabilidad a Saurín en su decisión y apunta a causas similares a las masculinas. “La selección dejó de ser mi prioridad. El ritmo de entrenamientos es muy alto y te acaba pasando factura. Lo que me da el dinero es el contrato con mi club. Nuestra generación también valora el descanso mental y estar con la familia”, comenta.

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