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El rematador celeste

Rafa Pascual renueva en Japón su trono de mejor anotador mundial

Sólo mide 1,94 metros de estatura en un deporte donde los más grandes jugadores superan largamente los dos. Pero es el mejor rematador, el que más salta para superar la red y los bloqueos rivales. Eso significa que su bote en las canchas le lleva a elevarse muchas veces a más de 70 centímetros del suelo. La red en el voleibol masculino alcanza los 2,43 metros, pero las manos de los gigantes que efectúan los bloqueos suben fácilmente 20 o 25 centímetros más en vertical. Rafa Pascual, considerado ya el mejor jugador del mundo dos veces en los últimos años, ha vuelto a demostrar en el Mundial de Japón que su estrella, a los 28 años largos, aún deslumbra más que nadie. Gane o pierda España hoy con Holanda, y mañana contra Rusia o Bulgaria, el rematador celeste, el hombre que parece subir al cielo para golpear con una tremenda potencia los balones, es ya el mejor anotador del campeonato.Ello le supondrá un premio de 50.000 dólares, unos siete millones de pesetas. Y no está descartado siquiera que también sea elegido el mejor jugador, pues además de sus 110 puntos marcados en 10 partidos, ha hecho 29 bloqueos y ha conseguido otros 15 tantos en saques directos en los 42 set disputados. Sus inmediatos seguidores, el yugoslavo Gbric, el canadiense Duerden y el holandés Schuil (éste, incluso, lesionado) sólo suman 95. El segundo galardón le daría otros 100.000 dólares, unos 15 millones de pesetas. Una bagatela para él, que supera los 100 anuales en el paraíso del voley mundial, Italia.

Porque Rafa Pascual ha llegado hace ya años a la cumbre de este deporte en el que España, pese al fantástico campeonato que está haciendo en su debú, aún roza las medallas sin conseguirlas, a diferencia del baloncesto, el balonmano, el fútbol, el hockey o el waterpolo, que después de caminos más o menos largos ya tuvieron sus frutos.

La selección de voleibol ha estado espléndida, pero él ha vuelto a ser especialmente decisivo. Sin su presencia difícilmente se hubieran conseguido siete victorias en los 10 agotadores primeros partidos. Precisamente la penúltima derrota, ante Cuba, que hubiera abierto a España el camino a la máxima gloria de las medallas, fue en gran parte por el cansancio de un Pascual al límite de sus fuerzas. Es un jugador enorme, pero humano.

España estaba ya acostumbrada a tener números uno mundiales en distintos deportes. Pero no tanto en los colectivos por la mayor dificultad para valorar la estrella individual, e incluso por falta de nivel de la selección en la élite. Pero en el voleibol los destellos son medibles y Rafa Pascual, que empezó siendo una excepción admirable, pronto brilló con luz propia. No sólo fue acompañado por una mejoría del voleibol español, sino que él mismo se hizo el amo de la mejor Liga del mundo, la italiana, y ahora en el Alpitour Cuneo. El madrileño, que había empezado a jugar en los Salesianos de Atocha, una de las clásicas cunas del entonces modesto deporte de la red nacional, ha alcanzado la gloria. Dejó el fútbol, el balommano, el baloncesto y la natación por el voleibol. Lo suyo era acabar de estrella de las estrellas.

Justamente la exigencia de una Liga tan dura y la multitud de partidos que juega la selección (Pascual lleva 285 encuentros internacionales), le han llevado ya a pedir alguna tregua, a no ser convocado más que en los momentos clave. En Japón ha visto el límite. Pero con su gloria ha lanzado al equipo. "España ya tiene otra selección a la que apoyar", dijo tras la victoria sobre Bulgaria que consagraba definitivamente una actuación espectacular. Él es el gran responsable.

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