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Arturo Vidal, el falso mediapunta

Valverde le entrega la responsabilidad del último pase al chileno, más cómodo en la carrera y el choque

Jordi Quixano
Arturo Vidal, durante el duelo ante el Atlético.
Arturo Vidal, durante el duelo ante el Atlético.Manu Fernandez (AP)

Decía Ronaldo Nazario, el ahora presidente del Valladolid pero otrora exjugador del Barça y del Madrid, que nunca se encontró con un compañero que le entendiera tan bien como Iván de la Peña. “Todos echaremos de menos tus pases milimétricos”, explicó cuando Lo Pelat se descordó por última vez las botas. De la Peña, en cualquier caso, no ganó muchos adeptos —acaso antes de marcharse al Lazio o ya en su última etapa en el Espanyol— porque siempre se le criticó que se desentendiera de la fase defensiva y que perdiera muchos balones. “Pero regalaba goles”, recordaba Ronaldo. Y, aunque la figura del mediapunta ha quedado en desuso en el fútbol, frente al Atlético y como derivada de la patente de Valverde (4-4-2 en rombo), jugó Arturo Vidal como puente entre la media y delantera. La antítesis de De la Peña; cromo que plasmó la idea de Valverde en el Wanda.

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“Queremos poblar el centro del campo”, desveló Ion Aspiazu, segundo de Valverde, antes del encuentro. Y lo hizo con los cuatro medios porque los centrocampistas de las bandas dejaban el carril para los laterales, al tiempo que Messi retorcedía unos pasos para fabricar. O lo intentaba porque la jaula del Atlético no daba para muchas alegrías. Dio fe el 22 azulgrana.

Desde el área deportiva se fichó a Vidal porque entendían que era un jugador clave para los encuentros de músculo y de ida y vuelta, futbolista que no se desgasta con las carreras ni los topetazos. Nadie mejor que el Atlético para poner a prueba la tesis porque el chileno corrió por tres, erosionó al rival cuando intentó salir limpio desde atrás y participó del juego colectivo, por más que recordara a Bakero porque su idea primordial pasaba por darla hacia atrás.

Fue un medio de garra y recorrido, pero no un mediapunta que se inserta entre las líneas rivales, que se perfila antes de recibir y que tiene la cabeza alta para darla al desmarque. Una tara ofensiva para el Barça, que en su trampolín tenía a un tapón, al menos si del pase definitivo se habla.

Viró de táctica Valverde en el segundo acto, condicionado por la lesión de Sergi Roberto. Por lo que Rafinha se ocupó de la mediapunta y Vidal se escoró un tanto a la derecha, más volante que trescuartista, más pegamento que crupier para su alivio. Y, sin la exigencia de dar el último pase, jugó a lo que sabe, intenso y puñetero porque sonsacó dos cartulinas rivales, aunque siguió sin mostrar su llegada desde la segunda línea y casi la lía con unas manos (involuntarias) en el área de Ter Stegen. No pasó a mayores.

Quizá el Barça podría haber ganado el duelo con un mediapunta como De la Peña, falto del pase definitivo. Pero lo que es seguro es que con Vidal se jugó a no perder y casi se falla.

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