Caruana ataca, pero no doblega a Carlsen
La prudencia de ambos convierte una lucha intensa en el 8º empate (4-4), a falta de cuatro partidas
Fue un coito interrumpido. Parecía que la octava partida iba a generar placer, por fin, a millones de aficionados de todo el mundo; la lucha era muy intensa. Pero Fabiano Caruana confirmó que es humano, y optó por la prudencia cuando las máquinas le daban gran ventaja si se hubiera lanzado a tumba abierta. Entonces fue el decaído Magnus Carlsen quien pudo arriesgar, pero no quiso. Con el marcador 4-4 a falta de cuatro asaltos (el noruego jugará este miércoles con blancas), los nervios presiden ahora el Mundial de Londres.
“Me siento aliviado, respirando hondo, porque hoy era Fabiano quien tenía todo a su favor”, reconoció el campeón con su habitual sinceridad tras sufrir durante casi cuatro horas. Ni siquiera mencionó que en un momento él pudo haber tomado la iniciativa -eso sí, con cierto riesgo-, confirmando así que su estado anímico dista mucho del habitual. Y su alivio está muy puesto en razón porque -muy raro en él- pensó 20 minutos una sola jugada y tuvo casi una hora menos disponible que su rival.
“Está claro que tenía mucha ventaja. Lo que no sé es cómo podría haber jugado mejor”, admitió Caruana. Para responder a esa pregunta el estadounidense tendría que haber sido uno de esos programas que calculan millones de jugadas por segundo. Como Alpha Zero, el mejor ajedrecista inhumano que ha existido hasta ahora, creado por la empresa Deep Mind, del grupo Google, cuyo consejero delegado, Demis Hassabis, hizo el saque de honor.
Esta vez, Caruana entró en el cuerpo a cuerpo desde el inicio, planteando una variante muy aguda contra la Defensa Siciliana del campeón. Él atacaba por el flanco izquierdo, y Carlsen por el derecho. En ese tipo de posiciones es muy difícil saber -para un jugador de carne y hueso- cuándo la prioridad es una jugada defensiva para seguir atacando después. En el momento crítico, Caruana optó por la prudencia, y su gran ventaja se esfumó.
Tres jugadas más tarde, fue Carlsen quien pudo elegir entre convertir la partida en una lotería, y con apuros de tiempo de ambos, o forzar una posición de tablas. Es casi seguro que el recuerdo de lo que ocurrió hace dos años en Nueva York, precisamente en la octava partida frente a Kariakin estaba en su mente: el campeón se lanzó entonces a degüello, y perdió (luego ganó la décima y el desempate rápido).
El control de los nervios pasa ahora a primer plano. Y, de momento, Caruana parece más fuerte en esa faceta.
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