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Modric invade España

El volante conduce a Croacia hacia una victoria heroica en un partido sin tregua que complica la clasificación del equipo de Luis Enrique para la final a cuatro

Algo parecido a una erupción volcánica sacudió las gradas del estadio Maksimir cuando se había agotado el tiempo reglamentario del partido que enfrentó a Croacia y España. Desde la banda, el seleccionador Zlatko Dalic se metió al campo haciendo aspavientos y dando saltos al borde del paroxismo. “¡Les pedía a mis jugadores que volvieran pero subieron todos y no me hacían caso!”, dijo Dalic. “Le grité a Jedvaj que se quedara a defender pero pasó de mí y subió a rematar”.

Hubo un centro desde la derecha, un rechace hacia la izquierda y otro centro al área que defendía De Gea en medio del estruendo y la invasión. Por un segundo, Ramos se vio sobrepasado en un territorio que él dominaba pero sus compañeros no. En la montonera apareció un pie croata para empujar la pelota a gol. El pie de Jedvaj.

La zaga dispuesta por Luis Enrique en el quinto partido sucesivo que dirige se deshizo bajo el embate de un equipo y un país señalado por el sentido del coraje competitivo. El rubio Jedvaj puso el último toque. Pudo ser cualquiera. El tercer gol local señaló la victoria de Croacia y colocó a España en una posición muy comprometida para acceder a la final four. Ya no está en sus manos. Solo un empate el domingo entre Inglaterra y Croacia en Wembley clasificaría a La Roja. Entre ingleses y croatas, el que gane se hará con el pase.

La Liga de Naciones ha elevado la gradación de partidos que antes formaban parte de largos periodos de pasatiempo entre las jornadas de Champions hasta empujar a los equipos nacionales a situaciones comprometidas en meses antiguamente blandos como octubre o noviembre. Arrastradas por el torneo, España y Croacia descubrieron que se jugaban buena parte de su prestigio a un solo partido. Corrió la cerveza en Zagreb, retumbaron los himnos eléctricos del folclore local, y la hinchada balcánica acudió a la llamada en masa. Las vibraciones alcanzaron el sistema nervioso de todos los implicados. También de los jugadores españoles. Durante media hora se libró una batalla por cada metro cuadrado.

A la presión de unos respondió la presión de los otros. Croacia comenzó avanzando 50 metros hasta que a los españoles no les quedaron más que dos hombres libres, por lo general De Gea y un defensa, para pasarse la pelota sin sufrir el hostigamiento de un oponente. La circulación se entrecortó. Como nadie perdió el orden, los equipos se comportaron como bloques mecánicos y los daños se redujeron al mínimo. Rodrigo intentó desahogar a sus compañeros encarando a Jedvaj por la derecha pero esa vía apenas fue una fisura que pronto se selló.

El anfitrión, a la altura del Mundial

Brozovic, Modric y Rakitic estuvieron a la altura de la reputación que se ganaron en el último Mundial. Cada vez que Ramos y Busquets intentaron dividir las líneas croatas con pases interiores a sus delanteros, estos tres maestros metieron el corte ahí donde más daño hacían. Sus robos y sus lances repentinos fueron cargados de dinamita a la espalda de la defensa visitante, cada vez más expuesta por la necesidad de sumar gente a la elaboración. Kramaric y Rebic se intercambiaron posiciones para ir tirando diagonales que solo se desvanecieron ante la pericia de Ramos. El capitán español se dobló: hizo de marcador central y de organizador en la difícil tarea de salir del aprieto.

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El partido comenzó jugándose en 40 metros y acabó desatado. Mientras no hubo espacios, el comandante fue Modric. Cuando se abrieron los carriles y todos comenzaron a correr, Modric siguió gobernando el cómo, el quién y el cuándo. Envalentonado, Ceballos fue a buscarle desencadenando un duelo de casta y técnica. Por momentos, el sevillano y el capitán croata concentraron toda la acción como si el destino se resolviera en su enfrentamiento singular. Hubo manotazos, codazos, patadas, protestas, controles de gran destreza, giros, anticipaciones extremas y discusiones que ni la intervención del árbitro lograron enfriar. Cuando el humo se disipó, el que se llevó la bandera fue Modric.

Sin ritmo ni balón

Un error de entendimiento entre Ramos y Sergi Roberto propició el robo de Perisic y el pase al veloz Kramaric. La pérdida de la pelota fue consecuencia de la falta de adiestramiento y continuidad en un modelo que exige una compenetración total. Abierto el acceso a la portería y mano a mano con De Gea, el punta croata hizo lo que suelen hacer todos los que rematan a De Gea en el último año: mandó la pelota al interior de la red. Croacia se adelantó y España respondió un par de minutos más tarde con un arrebato de ingenio. Aspas vio a Isco al borde del área, lo habilitó con un pase de orfebre y el malagueño entregó hacia atrás, por donde irrumpió el incansable Ceballos para meter el 1-1.

La selección nunca consiguió desmontar la trama de su rival haciéndose con el manejo del balón. Sin que Busquets encontrara aliados suficientes, a las posesiones les faltó ritmo para desencajar a la defensa que giraba sin descomponerse alrededor de Brozovic.

Modric mandó cargar transcurrida la hora de partido. Un pase en profundidad a Perisic acabó en el córner que el propio Modric terminó poniendo en la cabeza de Jedvaj en el segundo palo. El lateral le ganó la posición a Iñigo Martínez y remató solo. El penalti sirvió a Ramos para vengarse de Lovren con una dedicatoria infamante. Pero no le sirvió a España para salir de Zagreb sin llevarse un terrible mordisco.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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